Yo te clausuro
Gobierno de la Ciudad: con los espacios culturales de la oposición se cumple la ley a rajatabla ¿Síndrome Cromagnón o discriminación disfrazada? Las clausuras nuestras de cada día.
En estos últimos días se fueron clausurando en la ciudad de Buenos Aires diferentes Centros y Espacios Culturales de los barrios porteños, sea por problemas edilicios, por falta de habilitación o por poseer un permiso inadecuado para la categoría.
El 1º de julio el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tomó la decisión de clausurar el Café de los Patriotas. La excusa para esta ocasión –la quinta después de cuatro anteriores sin encontrar nada fuera de lugar– fue que había gente bailando. La “gente que bailaba” eran los vecinos que asistían a la clase de tango gratuita que anunciaban y promocionaban desde hace semanas. La clausura no es un acto administrativo por estar fuera de reglamento: el Café tenía, desde hace meses, presentada toda la documentación correspondiente y venía reclamando la habilitación definitiva sin encontrar más respuesta que sucesivas inspecciones intimidatorias en las que no hubo una sola observación.
Pero ésta no es la única clausura de espacios culturales. La serie tiene un ominoso listado reciente: el 20 de junio por la noche, fue clausurada la Casa de la Cultura Compadres del Horizonte, el miércoles 25 del mismo mes cerraron Vuela el Pez y este último fin de semana, clausuraron dos más: el Centro Cultural Teresa Israel y la Casa Cultural Víctor Jara; y así, podemos enumerar muchos más espacios que son cerrados por diferentes inspecciones que realiza el gobierno de la Ciudad. Estas acciones se encuentran encuadradas en operativos de control que funcionan de manera selectiva y poco clara, que se hallan amparados en normativas y legislaciones anacrónicas, ya de larga data, que exigen cumplimientos de igual envergadura a locales de enormes dimensiones o a pequeñas instituciones que no pueden (ni deberían) tener una ambulancia de guardia en la puerta cuando se junta un pequeño número de parejas vecinales a bailar unos tanguitos o unas zambas. Lo cierto es que estas cuestionadas inspecciones se especializan en buscar el pelo en la leche… con mala leche.
Éstos no son hechos aislados, por lo contrario están enmarcados en políticas culturales que mantiene el Gobierno de la Ciudad, orientadas hacia un proceso “ordenador, centralista y mercantilista” de las prácticas culturales apuntando a un Norte de “alto consumo cultural” y a un Sur desierto de producción artística. La creación de polos y distritos, el abandono de las bibliotecas populares y la política del patrimonio cultural como revalorización de “activos” para el turismo, son parte de una cultura for export, que legitima la cultura “hacia el afuera”.
Mientras tanto, no existe una política integral que fomente la cultura popular de la Ciudad de Buenos Aires, que es la que construye la identidad de los barrios, la que genera espacios de interrelación, creatividad y participación popular por y para todos los vecinos y vecinas.
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