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Una giornata particolare

(Las máquinas de la discordia) Más valen los votos que las botas. Mario Bellocchio

No es lo mismo levantarse y emprender la rutina dominguera que prepararse para votar. Hay una ansiosa tensión que atrapa y predispone. Y las experiencias anteriores aconsejan –como una idishe mame protegiendo al nene con una bufanda más– ir dispuesto y tolerante, no trenzarse con algún energúmeno que nunca falta y llevar los papeles en orden con el número de mesa y el de orden, que siempre ayuda a achicar demoras.

Variante a estrenar: la posibilidad cierta de hacer uso del privilegio etario de evitar la fila que, según cuentan por la tele, es agotadoramente larga con demoras individuales que promedian los 8 minutos ante la caprichosa instalación de Larreta del voto desdoblado con boleta electrónica para los candidatos porteños.

Mi esposa Virginia y yo, pese al frío, optamos por la concurrencia a pie. El “esfuerzo” no es destacable. Caseros al cuatro mil requiere una modesta caminata por la vereda del sol de tres cuadras y pico con el obvio beneficio de que una persona es estacionable en cualquier lado. Llegamos a eso de las once menos cuarto y nos sumergimos a buscar las mesas respectivas.

Laaaargas las colas me dirijo resueltamente a la mesa que indica el padrón sorteando la fila con el “privilegio” de los años. El amable “adelante señor” y la mirada casi admirativa de los que aguardan pacientemente en la fila me indica que definitivamente he ingresado a una senilidad que el espejo se niega a devolverme. Muestro un papel impreso con el número de mesa y orden, una actitud que revela a las autoridades de mesa que soy un viejito digitalmente instruido. (Bueno, una a favor. Ya me sentía acomplejado con el trato deferente). De todos modos no se privan, como norma profesional, de indicarme cómo se inserta la boleta electrónica –aún vacía– en la impresora y la oferta de ayuda ante cualquier dificultad.  Parece que, según el difundido mal comportamiento del sistema que afecta hasta a los candidatos, soy un privilegiado ya que –para mí, por lo menos– todo funciona bien. Imprimo la boleta controlo que haya respetado mi opción y la doblo para evitar indiscreciones preguntando si corto el segundo troquel a las autoridades de mesa a pocos metros delante de mí. “No, nosotros lo cortamos”, me responden. De manera que allá vuelvo a la mesa con esa finalidad y depositar la cartulina opinante en la urna.

“¡Listo el pollo y pelada la gallina!” –frase solo con la cual me hubieran priorizado como jovato sin mostrar el DNI.

Uno sale de allí con la sensación –cuántas veces desmentida– de que el próximo jefe de Gobierno y el presidente son aquellos a los que uno eligió, sin oposición alguna.

Virginia me aguarda a la salida del aula. Fue, inclusive, más rápida que yo, así que… Emprendemos el camino del regreso esquivando las largas colas de los que no pueden alegar años para sortearlas. ¿Cuánto hace que estás esperando? –ya van para dos horas ¿qué pasa que demoran tanto? –Y…, el voto desdoblado y la maquinita tienen sus bemoles, le respondo al que encabeza la fila de mi mesa al salir. Bueno, ya pasás, suerte…

“La votación de la Ciudad de Buenos Aires, un desastre. Tuve que votar como siete veces, me cambiaron la máquina porque no funcionaba”, acota Patricia  Bullrich al acoso periodístico que la rodea luego de la larga demora para emitir su voto, cercana a la media hora. Su actitud deja claramente expuesto un regodeo –con causa– recriminativo a su rival interno, Larreta.

“Voté siete veces, vinieron dos técnicos. Y después de tratar de votar siete veces, me pasó una cosa muy rara: votaba una lista y me salía otra distinta a la que yo no quería votar y tampoco imprimía la máquina por lo que tenía que esperar”.

“Me parece que los sistemas electorales tienen que tener un nivel de maduración, es decir, hay que probarlos, hay que trabajarlos durante un tiempo largo como para ver si efectivamente funcionan. En este caso, en mi experiencia personal, fue mala”.

No se necesita –Dios nos libre– ningún acuerdo con la candidata para aprobar sus observaciones.

En el momento en que estoy sobre este teclado, a las 5 y media de la tarde del domingo, se ignora cuáles van a ser las decisiones sobre la controvertida elección porteña, mejor dicho sobre el sistema que amañadamente se licitó y no había forma, de la manera en que fue convocado, de que ganara otra oferta que no fuera la de Magic Software Argentina (MSA) adjudicataria por unos 29 millones de dólares del control de la Boleta Única Electrónica (BUE) cuya principal objetora es nada menos que la precandidata a presidenta de la Nación por Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich.

Varias irregularidades asoman en la génesis de esta boleta electrónica, algunas de ellas sustanciales como que el titular del Instituto de Gestión Electoral (IGE), Ezio Emiliozzi, nombrado por decreto y en comisión por Larreta no contó con un pliego pasado por la Legislatura, como marca la ley.

Mientras tanto, el candidato a diputado del FIT por la CABA, Patricio del Corro, denunció que el encargado de auditar el proceso de la licitación por la BUE, Jorge Ariel González, figuraba como aportante del PRO para la campaña de 2021. Emiliozzi, finalmente, renunció el viernes 11 de agosto a su cargo, alegando problemas de salud.

En ese marco se sucedieron las primeras audiencias y auditorías en las que los funcionarios explicaron –insatisfactoriamente para los expertos– la puesta en marcha del sistema. “El software que pide el Ejecutivo porteño para la elección está calcado al que ya tiene MSA. ¿Cómo hace cualquier otra empresa para competir? Estamos ante una privatización de las elecciones, con un único proveedor privado, lo que le agrega aún más opacidad al proceso”, aseguró el especialista en interfaces Andrés Snitcofsky, que participó de las audiencias.

Ante esta situación la Cámara Nacional Electoral (CNE) manifesta su “preocupación por la situación generada” por el sistema de votación con boleta electrónica utilizado en la Ciudad de Buenos Aires, “en tanto dificultó la participación de los votantes” porteños “y también en el proceso de votación para cargos nacionales, ajeno a las deficiencias de dicho sistema electrónico local”. Los magistrados emitieron un comunicado al respecto donde manifiestan que “el mal funcionamiento de las máquinas de votación de la elección local, no debe interrumpir la votación en la elección nacional, quedando bajo exclusiva responsabilidad del Instituto de Gestión Electoral y de la empresa contratada, las consecuencias para la ciudadanía de la situación generada”. El comunicado fue emitido “a raíz de las comunicaciones recibidas de la señora jueza federal electoral de la Capital Federal (María Servini) –mediante dos oficios del día de hoy– con motivo de las demoras, inconvenientes y mal funcionamiento del sistema de votación con boleta única electrónica (BUE), implementado por las autoridades electorales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Instituto de Gestión Electoral y Tribunal Electoral)”. 

Al momento la Cámara Nacional Electoral (CNE) se ha remitido a prolongar en una hora y media el horario de cierre de los comicios en la Ciudad de Buenos Aires a raíz de los inconvenientes causados por la “modernización” del sistema.

Parece ser que la falla está en la forma de implementación más que en la boleta electrónica.

Los cambios, de ser necesarios, deberían fundamentarse e implementarse con la necesaria experimentación.

En los automóviles, por caso, entre las elecciones de cambio, también está la marcha atrás.

 

Y pensar que esta mañana, con Virginia, al regresar de la escuela que nos tocó, nos sentíamos como San Martín después del cruce de Los Andes.

 

 

Fuentes de datos y entrevistas:

“Tiempo Argentino”

“Página|12”

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