Un Kirchner indestructible
Por Mario Bellocchio |
Cuando se cumple el primer aniversario de la inauguración del portentoso Centro Cultural Kirchner, el Gobierno Nacional no sabe cómo deshacerse de esta “pesada herencia”
Cuando se cumple el primer aniversario de la inauguración del portentoso Centro Cultural Kirchner, el Gobierno Nacional, a través del encargado de la cartera que lo representa en estos menesteres –Hernán Lombardi– no sabe cómo deshacerse de esta “pesada herencia” –que lo deja pedaleando cuando la seguridad de Obama lo elige para una cena con Macri– y su diseño, y sus instalaciones, abruman a sus detractores. Ahora resulta que “los K” aprobaron sobreprecios, a falta de otra crítica. Porque, convengamos, que ante la majestuosidad de la “Ballena azul” no cabe otra actitud que la reverencia, salvo para esta caterva de predadores, encabezados por el predador mayor cuyas iniciales son Hernán Lombardi.
Mientras sigue sin dar respuesta al reclamo de los 600 trabajadores que dejó en la calle acusándolos de “ñoquis”, este sujeto sorprendió el pasado 2 de abril al difundir a través de las redes sociales el llamado a una “convocatoria abierta y federal para ocupar puestos de trabajo en el Centro Cultural Kirchner”. “¿Con qué cara abre la convocatoria si todavía no pudo resolver nuestra situación laboral? Después de tres meses no hay un solo reincorporado”, le respondieron los trabajadores del CCK, que se mantienen organizados a pesar de los 90 días que lleva el conflicto. La carta se titula “El CCK no es joda”, donde critican a Lombardi de haber utilizado al centro cultural para los agasajos del Presidente.
Mientras tanto, las actividades y horarios del Centro son una expresión de deseos –ajenos– a que nos somete el ministro de Medios en su afán de desembarazarse de este monstruo de “características indomesticables” que, para colmo, lleva el indeseable nombre del ex presidente.
Ya se deshizo de Paka-Paka en Tecnópolis. Resultó fácticamente simple derribar los muñecos, el de San Martín incluido, y dejarlos –sin inocencia alguna– expuestos a la vista de grandes y chicos que visitaban la muestra.
¿Con qué querrá sorprendernos este Lombardi –que no es Caruso– y que no salva del descenso a nadie, ni a sí mismo? Las actitudes perversas y revanchistas, arrojando actividades que no se llevan a cabo, horarios que no se cumplen, acusaciones sobre las que no se aportan ni siquiera indicios, revelan a las claras que el lanzamiento de globos de ensayo para sepultar la colosal obra cultural parece ser el método elegido para deshacerse de este caballo de Troya, una herencia realmente pesada, por lo indestructible.
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