Un día como hoy
Hace 6 años, la Copa ¡¡ Libertados !!
La épica Cuerva tuvo –tras largos años de flirteos sin concreciones– su epopeya final con la conquista de la tan ansiada como esquiva Copa Libertadores.
Estigma, se busca. Por Pablo Bellocchio
Las cargadas que históricamente se le propinaron al ciclón fueron muchas: “No tenés cancha” prescribió en 1993 cuando el Pedro Bidegain se inauguró en el Bajo Flores. “Te fuiste al descenso” quedó casi sin sentido cuando en 2012 y 2013 descendieron River e Independiente. El único estigma vigente, aquel al que todos los rivales se aferraban, calaba hondo en el corazón boedense cada vez que algún pícaro nos bastardeaba con la más persistente de todas las burlas: “Club Atlético Sin Libertadores de América”. ¿Cómo nos llamarán ahora? ¿CACLA?
Ya no hay estigma. San Lorenzo ingresó definitivamente en el podio máximo del fútbol argentino. Porque el Ciclón siempre fue grande, pero el miércoles 13 de agosto de 2014 se recibió de eterno. A las 23.01 San Lorenzo ingresó al Olimpo de la historia futbolera. Y junto con el club fueron varios los que se adjudicaron el bronce.
Si hay que ponerle nombres propios a la coronación, es ineludible empezar por el Pipi. De una vez y para siempre, el máximo ganador de la historia del Ciclón se hizo acreedor, quizá también, al título de máximo prócer.
Que me perdonen Pontoni, Rendo, Telch, Villar y tantos otros que no conocí; que me excusen Insúa, Gorosito, Silas, Biaggio, Romeo, Acosta y tantos otros que sí pude ver en persona… Como Leandro Atilio Romagnoli no habrá ninguno igual, no habrá ninguno. Por sus títulos. Por ser el capitán en el momento más importante de la historia de San Lorenzo, pero también por ser ese tipo que jugó en una pata un tiempo entero contra Belgrano para no dejarnos con diez. Por dejar la piel cuando nos íbamos al descenso. Por ser ese que llora como un nene cuando lo ovaciona la hinchada y tararea sentado en el banco los temas que compone la Butteler. Gracias Pipi.
Gracias también a cada uno de los integrantes de este plantel enorme. Jugaron cada partido como si fueran hinchas de toda la vida. Gracias Correa por tus gambetas y por explotar en llanto sobre el pecho de Mercier. Gracias Pichi por no irte en diciembre del año pasado –cuando por tu hija lo hubieras necesitado– y quedarte por estar obsesionado con esta Copa y con el Ciclón.
Gracias Nacho, por quedarte todo lo que pudiste y hasta animarte a decir que te querés retirar con esta camiseta. Gracias Orti, por tu gol. Porque caminaste los doce pasos más pesados de nuestros 106 años de historia y pateaste como en un picado el penal que nos dio la copa.
Gracias Cóndor, porque si de penales hablamos, lo que hiciste contra Gremio fue media Libertadores. Gracias a todos los jugadores, por entender lo inentendible. Entender una obsesión que no tiene explicación posible. Gracias por transformar la noche de de ese miércoles 13 (¡qué número!) en una historia que queda para siempre.
Gracias, por sobre todo, porque cuando uno vive momentos irrepetibles, no llega a percibir la magnitud de lo que ve. Cuando uno se codea con la historia no se da cuenta de la repercusión que tendrá lo que vive. Me pasó esa noche, festejando con mi viejo. Estábamos envueltos en una perplejidad que superaba con creces nuestra felicidad; décadas aguardando por ese momento. No había manera de comprender cabalmente lo que estábamos viviendo. Sin embargo ustedes, pese a todo esto, pese a cargar en sus piernas con el peso de la historia, entendiendo plenamente lo que se estaban jugando, dejaron todo por cumplir con nuestra obsesión. Porque San Lorenzo no jugó bien su partido contra Nacional, pero ganó por goleada su partido contra la historia. Una historia plagada de estigmas, que hoy abre un nuevo capítulo. ¿Cuáles serán nuestros nuevos sueños? Vendrán. Seguramente vendrán. Ya habrá tiempo para tener nuevas obsesiones que anhelar. Porque ser de San Lorenzo siempre fue soñar con utopías. Pero también, cómo comprobamos esa gloriosa noche, ser del Ciclón es transformar las utopías y hacerlas realidad.
CACLA. Mario Bellocchio