Un Coronavirus casi inofensivo
La prédica de Bill Maher: como si nos faltaran Lanatas, Majules y Leucos tenemos que “abrirnos al mundo” importando charlatanes. Por Mario Bellocchio
¿Qué quisiera escuchar hoy, en primer lugar, un habitante de cualquier rincón del planeta en el lenguaje más populachero posible?: “Salgan a pastorear y no le den bola a la cuarentena que es totalmente inútil”.
De qué se nutre la eficacia de la charlatanería: de falacias construidas sobre argumentos cotidianos veraces que no admiten discusión. Tiene frecuentemente como protagonista al sentido común, “sentido” particular éste –aparte de los cinco conocidos– integrado por una cantidad nunca corroborada de verdades y mentiras. Y así como habitualmente aporta datos empíricos a cesudos análisis científicos, no es garantía razonable de afirmaciones provistas por la “universidad de la calle”, lo contrario nos precipitaría en la primitiva e ignorante negación de la ciencia.
En los últimos días Bill Maher, un presentador de televisión, comentador político, actor, escritor y comediante estadounidense que se ha caracterizado por su dedicación al periodismo contestatario, no necesariamente fundamentado, sí cuidadosamente elegido entre los temas vigentes y con la suficiente cuota de escándalo social que le garantice la repercusión, encontró un filón: decirle a la gente, que entró en la etapa del hartazgo de la cuarentena, lo que quiere oír: hay que salir a la calle que “el sistema inmunológico todo lo puede”, (…) “así que este fin de semana haz algo especial para tu sistema inmunológico: ¡sal afuera!”.
Como si nos faltaran Lanatas, Majules y Leucos tenemos que “abrirnos al mundo” importando charlatanes.
Con qué argumenta Bill Maher.
“La clave para vencer al COVID no es cenar frente a vidrios o nunca más ira un concierto o a un juego de beisbol”. Y de inmediato compra a la generalidad de su audiencia ansiosa de retornar a los restoranes, esparcimiento, teatros, cines y deportes.
“Escuchamos a gente decir –afirma Maher– que ‘el COVID-19 es un nuevo virus así que el sistema inmunológico no sabe cómo manejarlo’. Y, o se recuperó, o ni siquiera se enteró que lo tenía…, ¿qué crees que logró eso? El sistema inmunológico”.
Y ante esta verdad parcial se oculta la falacia de que hay miles de casos en que el sistema inmunológico no basta. No exhibió, en cambio argumentos que justifiquen los 14 mil muertos por Coronavirus en la ciudad donde él reside, New York ¿Falló el sistema inmunitario o cuando no hay todavía vacunas para apoyarlo debe acudirse a otras medidas más expeditivas que dejar que actúa solamente la naturaleza?
“Lavarse compulsivamente y tenerle miedo a tus manos no puede convertirse en la nueva normalidad” sostiene Maher. Y no vacila en presentar la hipocondriasis de Howard Hughes o las especulaciones de venta de Amazon de cúpulas plásticas de aislación sanitaria para vituperar sobre la saludable costumbre de la higiene manual. Conclusión popular inmediata de la falacia: ¡déjense de joder con la higiene de las manos que es una obsesión inútil!
Y sigue el inefable Bill, ¡vengo a ofrecer a los señores pasajeros!:
“¡No podemos esterilizar el universo. Todos hemos leído artículos que dicen ¿Sabes que tu lavabo tiene 500 mil bacterias por pulgada… Tu cepillo dental tiene heces… Escherichia coli en maquillajes… alfombras, sábanas, control remoto, tablas de picar. Una almohada promedio tiene 350 mil colonias bacterianas, están más llenas de mierda que el tipo que las vende. Tu teléfono tiene 10 veces más bacterias que tu inodoro del cual tu perro toma agua y luego va a lamerte”. Son argumentaciones para sostener el sofisma de que pese a toda a esa calamidad de la vida cotidiana no te has muerto ni te enfermaste por lo que quedaría demostrada la inutilidad de las reglas de higiene aún en una pandemia: un sacrificio inútil e hipocondríaco que conduce a la inmunodepresión.
Tanto las bacterias como los virus causan infecciones, pero los antibióticos sólo funcionan contra las bacterias. Los antibióticos no combaten las infecciones causadas por virus, como los resfríos, gripe, la mayoría de las causas de tos y bronquitis, el dolor de garganta en general y el actual y preocupante COVID-19.
Un individuo que no distingue entre una bacteria y un virus pero asevera con arrogancia y socarronería que el único camino no pasa por la “cuarentena”, se transforma en audaz consejero sanitario que a fin de lograr algún “voto de la contra” la emprende, como corolario, con su socio neoliberal de la Casa Blanca:
“…transpira un poco haciendo algo más que comer pollo picante –Dios nos libre de las preferencias culinarias de los yankees– porque al final del día no podrás mantener todos los patógenos fuera. Es tan tonto como creer que se puede acabar la inmigración con un muro”.
Dos verdades “de a puño”: la ineficacia del muro y la inutilidad de protegerse exageradamente de ciertos patógenos como los que el sistema inmunitario ya conoce y se encarga.
Pero ¿se encarga en las promiscuas villas de la ciudad y el conurbano? ¿Se encarga de los pacientes con factores de riesgo?¿Se encarga de la gente sin techo en los paradores porteños ahora cerrados por la pandemia? Con el COVID-19 estamos lejos de ello y hay que mantenerlo a raya hasta tanto se encuentre el método vacunatorio y se pueda relajar el encierro. Porque podemos celebrar y hasta enorgullecernos de nuestros científicos por sus hallazgos con el diagnóstico, pero diagnosticar no es poner a salvo y mucho menos curar. Todavía no existe un tratamiento preciso para la pandemia. Lo mejor por ahora –hartazgo y todo mediante– sigue siendo la cuarentena y el cuidado sanitario.