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Un boliche con historia

Hasta hace pocos años, en la esquina de Carlos Calvo y Saavedra, alzaba su modesta arquitectura el “Bar Carlitos”*, hoy cerrado. Está allí desde 1908. Otilia Da Veiga

 

  • Alérgicos al día y a la leche
  • aun visitan la luna de tu estaño
  • Los reos de prosapia sin peleche…

Cita obligada de antiguos vecinos, era el último estaño que quedaba en San Cristóbal, testigo de hechos históricos importantes en la vida del país. A tal punto resultaba atrayente este lugar que mereció la visita de aventurados turistas extranjeros que se apartaban de los circuitos tradicionales para escuchar a los músicos, cantores y poetas que congregaba.

Contaban viejos vecinos que por este boliche habían pasado laburantes y tipos de avería, por su cercanía con la casa de María La Vasca; que allí tocaron Ciriaco Ortiz y Grela. Mentan que Razzano, guitarrista de Gardel, que vivía en el conventillo de Carlos Calvo 2540, era frecuentador de sus mesas. Recuerdan a Roberto Rey, cantor de la orquesta de Fresedo, que vivía en Estados Unidos y Jujuy. Hablan del dúo cómico Buono-Striano, asiduos concurrentes.

Los acontecimientos pasan, nos suceden y lugares como éste guardan cierto sello de subsistencia. De hecho, fue elegido por el Instituto de Cinematografía en el mes de mayo de 2004  para la filmación de una película en la que intervinieron ocho actores bajo la  dirección de José Martínez Suarez.

El último estaño en San Cristóbal. Almacén y despacho de bebidas como anunciaba la chapa enlozada. Sobre la puerta el farol a gas. Chapa y farol se espiantaron…, hoy serán pieza valiosa en alguna colección sin manyamiento. Ventanas con rejas de hierro redondo, minga de firuletes.

Tras el antiguo umbral de mármol, gastado por la cofradía del boliche, la puerta aguantadora, de madera, nos dejaba entrar a un interior sin maquillaje. El estaño, planeta grisáceo donde codos, monsergas y lágrimas encontraron apoyo, era como la caripela de un viejo taura: lleno de feites. Contra la pared, la estantería principal con la presencia de botellas, fotos familiares, el banderín de San Lorenzo, Nuestra señora de Luján, relojes, almanaques y de todo, en vecindad heterogénea. Robusta, la heladera resistía, funcionando; los destellos de una añosa máquina de hacer café, que reparada, funcionaba; su chapa lo atestiguaba: Industrias Veigal, Homero 667. Entre el casillero para las barajas y los edictos policiales, había un gancho por donde se izaban los barriles de cerveza  para luego bajarlos al sótano al que se podía llegar por una escalerita de madera. Allí había atesorada una cantidad de cosas viejas, que Carlitos Nievas, su propietario, esperaba ver expuestas como merecían. Solo queda en la pared del frente la placa de mármol que alguna vez colocó la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, para contento de las arañas.

 

(*) El Bar Carlitos fue declarado Café notable de Buenos Aires por la Comisión de Protección y Promoción de los Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables de la Ciudad de Buenos Aires.

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