Tres 26 de julio*
26 de julio de 1952. La muerte de Evita
María Virginia Ameztoy
El silencio de la habitación es apenas quebrado por el sonido de la lluvia contra la ventana. Sobre la cama, una colcha de piqué labrado cubre el cuerpo de una delgada y pálida mujer. Duerme, sueña. Todo es quietud.
Hace mucho que no descansaba así, con sueños de arenas blandas bajo los pies. Del otro lado de la puerta, el trajinar de los pasillos y los rumores habituales se contienen para preservar su reposo. Gradualmente las voces quedas del largo corredor van subiendo el volumen, las pisadas se multiplican, surge un ir y venir de preparativos, expectativas y gente dando órdenes.
–¿Despertarla justo ahora que su sueño es tan sereno? –A la joven enfermera le cuesta obedecer. Por fin accede, como si la orden recibida fuera un acicate frente a su duda. Deja caer un par de suaves nudillos sobre la puerta. Ante la falta de respuesta decide entrar. La penumbra la invade. Vacilante, corre silenciosamente la cortina. Pisos más abajo, un abigarrado grupo de personas desafía a la lluvia. Sobre la cama, la mujer descansa mansamente. Una tímida llamada es suficiente para despertarla de un sueño hacia otro más cercano a sus manos. Abre los ojos, grandes como tazas de cerámica oscura.
–¿Qué hora es?
–Las siete, mi señora.
–¡Levantame el respaldo, alcanzame el espejo!
No se sabe de dónde cobra vigor la voz del frágil cuerpo. Se estira el peinado, trata vanamente de colorear su palidez…
–¿Cómo estoy?
–Hermosa, señora, como siempre.
–¡Abrí ya esa puerta, es tarde!
El grupo del pasillo entra casi en tropel. Dos mujeres, un hombre muy joven, con aspecto entre intelectual y poeta, un fotógrafo…
–Señora –dice casi tímidamente la mayor de las mujeres–, perdónenos por despertarla tan temprano, pero usted debe ser la primera.
–La primera –piensa desde el lecho convaleciente, y en el leve gesto que devela su sonrisa condensa la larga lucha que está a punto de culminar. Quiere serenarse, lograr que su mano recobre la firmeza de siempre
para que el sobre atraviese la pequeña ranura y se quiebre por fin un silencio de siglos. Ya palpita en la caja el primer voto femenino.
¡Cuántas luchas pasadas y presentes convergen y harán oír su voz a partir de este instante!
El rumoroso grupo parte. La enfermera quiere entornar las cortinas.
–¡No, dejalas así! ¡Quiero la luz de este día, el más feliz de mi vida! A pesar de todo… ¡y de todos!
El 11 de noviembre de 1951 Eva Perón, como dos millones doscientas mil mujeres argentinas, vota por primera vez en el Policlínico de Lanús, horas después de habérsele extirpado un tumor.
26 de julio de 1952 / 26 de julio de 2002. 50º aniversario de la desaparición física de Eva Perón. (Hoy se cumplen 69 años )
26 de julio de 1942. La muerte de Arlt (Hace hoy 79 años)
Cuántos días forman 68 años fue la primera pregunta que apareció luego de la lectura de esta crónica escrita por Roberto Arlt. Hoy Arlt lleva sesenta años muerto y, según parece, el mundo siguió andando, sigue andando. Arlt ha muerto y sin embargo se puede seguir viendo a través de su mirada, y se puede ver el ayer, el ahora y ¿quizá mañana? Un horror saber que son muchos los días que forman 68 años y un horror saber que nadie ha cambiado nada en tanto tiempo.
(Edgardo Lois).
A mí mismo me costó creerlo, al principio, cuando en el tren conocí a un juez de paz de El Bolsón, que es un pueblo cordillerano. Mi compañero de viaje me refirió escenas terribles, que pintaban con vigorosas
pinceladas los azotes con que el hambre castiga a esa región.
–Mire, amigo –me dijo el juez–, hay niños que concurren a la escuela desde distancias de dos o más leguas ¡sin haber probado un solo bocado desde la noche anterior!
–Pero, ¡no puede ser! ¿No tienen “ñaco”(trigo tostado y pisado)?
–¡Qué van a tener! Son los padres que no los atienden, que los dejan crecer como si fueran perros, como si fueran yuyos…
–¡…!
–No se asombre, mi amigo. Hay que verlos cómo andan vestidos: harapientos, con arpillera, descalzos, sucios. En síntesis, la mayoría de esos chicos más que asistir a la escuela, deberían internarse en un asilo, en un hospital.
Mientras el juez habla, yo pienso en investigar este asunto. Allá en Buenos Aires se ignoran estas terribles verdades.
Estando de visita en Bariloche, me hice presentar a la directora de la escuela local, un edificio vasto, y en el cual se registran inscriptos cuatrocientos setenta alumnos.
Y supe que el 50 por ciento de los escolares vive en la semiindigencia; asisten a la escuela descalzos, sucios, estando muchísimos de ellos totalmente desnutridos. Hubo una maestra que encontró a chicos buscando comida en un cajón de basura (referencia de la subdirectora); otra, en un recreo miraba cómo varios niños se inclinaban por el suelo “juntando las miguitas de pan que se le caían a otro que estaba comiendo”.
Todos estos niños famélicos son, instintivamente, ladrones: roban de hambre. El robo, para ellos, es una actividad mediante la cual directa o indirectamente pueden proporcionarse medios para comer.
Cuando se les da de comer, son insaciables. Dice la subdirectora:
–Usted les da un plato de sopa, después otro, y después le ofrece un tercero y siguen comiendo. Es inexplicable dónde alcanzan a meter tanta comida. Será porque no comen nunca. El caso es que viven hambrientos, perpetuamente hambrientos.
Y la cantidad de chicos hambrientos alcanza el 50 % de la población escolar. La estadística demuestra que el 70 % de estas criaturas descalzas, tuberculosas y taradas, es hija de padres chilotes, peones que cruzaron la cordillera y se establecieron en esta parte del país. Casi todas concurren hasta 2º grado, después de lo cual se pierden definitivamente de la escuela. La asistencia en 1º y 2º grado es pésima.
Siempre tienen motivos para faltar. “Cuando no se trata de cuidar las chivas, es de recoger frutilla”, me dice la directora. “Los padres, además, saben organizar bailes en los ranchos; los chicos se duermen tarde. Al otro día no concurren a la escuela. En otras oportunidades ¡hemos visto a niños llegar borrachos!”
Esto sin contar las distancias. El decreto escolar fija cinco kilómetros a la redonda el radio desde el cual deben concurrir los niños a la escuela; pero una cosa es cinco kilómetros hechos a caballo y otra a pie, máxime
cuando el que hace los cinco kilómetros a pie tiene el estómago vacío. Demás está decir que hay niños que llegan desde mayor distancia. En invierno, con una pésima calefacción, pues el Consejo Escolar provee de
poca leña, descalzo o en alpargatas, con un traje de arpillera o de trapos rotosos, con el viento que “corta” la cara y la nieve cubriendo las calles y los caminos y los montes, no se le puede exigir a un niño una aplicación eficiente.
En consecuencia, hay alumnos que llegan a repetir primer grado hasta cinco años seguidos. Son clases terribles para las maestras, pues, agregado a la falta de capacidad del alumnado, se suma su escasa
concurrencia; de manera que los esfuerzos por educarlos son casi totalmente estériles.
La dirección de la escuela culpa de estas fallas a los padres de los alumnos. Argumenta que los mayores no quieren trabajar. La verdad es que, en las estancias del Sur, el personal ha quedado reducido en un setenta por ciento. Estancias que trabajaban con dos capataces y veinte hombres, lo hacen en la actualidad con ocho y un capataz. Y en algunas, no se les paga casi jornal, limitándose los peones a trabajar por el sustento. Los que pagan los platos rotos son los niños. La tuberculosis los diezma.
Para atenuar esta situación, hay personas aquí, en la región de Los Lagos, que hacen verdaderos sacrificios.
Un estanciero tuvo durante dos años a tres niños ajenos en su casa, que vivían a seis leguas de distancia, porque de otro modo no hubieran podido concurrir a clase.
De lo contado, se puede deducir en qué condiciones trabajan los maestros en los territorios del Sur, y cuál es la situación de la infancia, hija de la clase trabajadora.
- Roberto Arlt, El Mundo, 6 de febrero de 1934. (Del libro En el país del viento, Viaje a la Patagonia (1934). Editorial Simurg, 1997).
- Roberto Arlt: Buenos Aires 26 de abril de 1900, Buenos Aires, 26 de julio de 1942.
26 de julio de 1953, hace 49 años (Hoy 68). El asalto al Cuartel Moncada
Mario Bellocchio
Santiago Apóstol –patrono de la ciudad– acaba de concitar la acostumbrada concurrencia a su celebración, por lo que ese domingo nadie sospecha del contingente de 165 jóvenes que vienen del
occidente de la isla: parece un grupo entre los miles de celebrantes. Sin embargo su propósito –bien distinto de participar en los Carnavales santiagueros– es el asalto al cuartel Moncada, la segunda fortaleza
militar en importancia del país. Es 26 de julio de 1953 y se va a producir el hecho bélico que da inicio al proceso revolucionario cubano. Al frente de aquella vanguardia va Fidel Castro y, como segundo jefe, Abel Santamaría.
Hoy haríamos otro plan, pero ese fue el que nos pareció mejor. Y no estaba mal concebido; está bien concebido. Les aseguro que se hubiera caído Batista. Las primeras horas iban a ser de confusión general; para confundir a todos los batallones que estaban en el resto de la provincia desde el cuartel (Moncada) se estarían dando órdenes y se creería que era una rebelión de sargentos…
Mientras tanto nosotros pensábamos recoger las armas y salir de inmediato del cuartel porque vendría la aviación y en cuestión de media hora no quedaría ni un alma viva. Íbamos a distribuir las armas en distintos edificios de la ciudad, nos
retiraríamos del cuartel y armaríamos al pueblo, porque nosotros teníamos absoluta confianza en los santiagueros…
47 años después, Fidel Castro describe así la jornada fundacional de la Revolución Cubana, sintetizando la estrategia que presidía al –como él
mismo lo llamó– “intento de asalto al cielo” .
Cuando decidimos actuar ya por nuestra cuenta –añade Fidel– puesto que no había unidad ni acuerdo entre los distintos grupos que se oponían a Batista, entonces ideamos cuál iba a ser la forma de lucha. Para mí estaba clarísimo que había que ir a la guerra irregular. (Fidel Castro, 26 de julio de 2000).
El episodio –fallido en principio– culminó en muertes y cárcel para los sobrevivientes de la rebelión. A Castro le costó su libertad. Su posterior
exilio en México, el conocimiento del “Che”, la epopeya del “Granma”, el afincamiento en la Sierra Maestra y el acceso al poder –seis años más tarde, en 1959– no lograrían opacar aquella épica jornada inicial del 26 de julio. (M. B.).
(*) Los artículos citados fueron publicados por primera vez en Desde Boedo Nº 8 de julio de 2002. Las fechas de conmemoración permanecieron como en las notas originales.
FUENTES CONSULTADAS:
- Diccionario Enciclopédico Salvat, Salvat Editores,
- Barcelona, 1986.
- Pág. Web del periódico Granma. Cuba, julio de 2002.
- A.G.N.