El que tiene coronita
La vieja expresión infantil que hoy habría sido estigmatizante. Mario Bellocchio
Pensar que cuando chicos sentíamos cierta envidia por aquellos elegidos, tocados por la varita de una elección amañada o el privilegio con que contaba “el caballo del comisario”, que se destacaban en algo, asomaban sobre el conjunto. “Tiene coronita” era una posición envidiable que rescataba en colores del gris de la multitud.
Hoy, en cambio, si a la expresión no la hubiera dejado en la banquina el desgaste del tiempo, prontamente habría sido segregada por estigmatizante o se remitiría su uso a los grupos de “botonería” social que se complacen en denunciar a presuntos sospechosos de portación del virus monárquico.
“Ese viejo tiene coronita” sería letal para el pobre anciano simplemente resfriado que no podría ni cruzar al “chino” por una birra sin riesgo de que lo miren –si lo atendieran antes de ser expulsado– como a un “violador serial del confinamiento”.
Porque, convengamos, que decir “quedate en casa” es muchísimo más fácil que cumplirlo.
Para muestra, un botón. La escena en zona humilde porteña: un par de policías de la Ciudad, barbijo y guantes de cirugía mediante, detienen a una pareja vestida muy humildemente al igual que sus dos críos –uno a upa, minga de protecciones, apenas ropa– y, con buenos modales, les sugieren que vuelvan a sus casas, que estamos en cuarentena. La contestación del padre de familia los enmudece: “No tenemos casa”.
Y a medida que el encierro se prolongue, porque se va a prolongar y sobre todo para los ancianos, el “gorilaje extrañao”, el que te mira sin comprender (diría Discépolo), seguirá regando la maceta de la grieta y pegándole mordiscones al 90 y pico de adhesión que cosechó el procedimiento del Alberto. Hay que tapar el ruido de las cacerolas “Essen” y más de una de aluminio del pelotudaje que aduce pertenencia porque tiene una plantita de soja en el balcón.
Y habrá que concentrarse para conseguir alimentos y medicamentos y seguir el manual de instrucciones como indique el comando superior, no la chantería guitarrera y desestabilizadora.
El comando por su parte, seguramente afinará el control aportando instrucciones de procedimiento a los encerrados sobre cómo atender, por ejemplo, una emergencia odontológica –cosa que no se puede hacer por internet– o cualquier otra de fuerza mayor –digamos…, un parto– ya que es difícil superar los controles con solo citar lo expresado en excepciones a la autorización de circulación por el Ministerio de Salud donde dice: “Existe una excepción a la presentación del permiso único para circular y se trata de aquellos casos en los cuales la fuerza mayor se impone ante la necesidad de circular con el certificado. Por ejemplo, casos de traslados médicos de emergencia y/o asistencia de emergencia a familiares, partos, u otros traslados generados en un evento de fuerza mayor”, comentario que queda en eso y no ayuda a generar un certificado de la urgencia.
Por lo general la policía, cuando tiene que operar con materia tan fuera de manual, suele contestar “Yo cumplo órdenes” y vas a parar con vehículo y familiar urgido –si no tiene un cuchillo clavado en el pulmón o un embarazo a punto de estallar– a una promiscua comisaría hasta que aparezca el oficial comprensivo.
Pero hay más, muchos otros casos en que no queda claro el procedimiento correcto y/o solidario a adoptar por cualquier “secuestrado por la pandemia”. Estamos en pleno lanzamiento de la campaña de vacunación contra la gripe / neumonía, dirigida a los adultos mayores, justamente el blanco preferido de la “coronita”, campaña de la cual informamos en otro artículo sobre los lugares y días de aplicación –no sabemos por qué dividida en días femeninos y masculinos–, sin tener una difusión similar sobre cómo hacer para argumentar el momentáneo abandono de la cuarentena ante una eventual –una eventualidad bastante frecuente actualmente– detención policial para explicar la causa de la circulación callejera en momentos de abstinencia. ¿Se va a elaborar un impreso oficial sobre la momentánea excepción o los viejitos tendrán que contar con la comprensión policial, materia más escasa que el alcohol fino.
A estas cuestiones –a mi juicio sabiamente– el presi no las aborda en los discursos porque forma parte de un conglomerado enorme de casos particulares que para darle un paliativo, tan solo un paliativo, se necesita que Macri pague la deuda impositiva del correo y nos quedamos cortos. O daría pasto a nuestros troskos vernáculos, más guevaristas que el Che, que ya se han puesto a analizar cuánto representa diariamente a cada miembro de una familia carenciada la ayuda de los 10 mil pesos.
Hay que prepararse, no en vano se están alistando camas para el pico de la pandemia. Vivir cada día con esperanza y lo mejor que se pueda sin trasgresiones que nos pongan en riesgo o pongan en riesgo a los demás, que es casi lo mismo, porque esta lucha es circular. Si el comportamiento se mantiene en carriles que dejen en ridículo al caceroleo ya llegará el momento en que decrezca. Por ahora: ¡Ajo y agua!
Mario Bellocchio