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Reliquia en ruinas

En pleno Palermo, el último reducto histórico del tango, clausurado y abandonado
El Tambito es el único de los tres locales de un circuito tradicional del Buenos Aires tanguero de fines del 1800 que sigue en pie. Inexplicablemente, este chalet, vecino al Jardín Japonés, está al borde de la ruina.

  En la ciudad que es cuna del tango, resulta difícil de entender que El Tambito, un sitio donde tocaron orquestas y músicos reconocidos, como el director y compositor Ernesto Poncio, junto al “Cieguito” Aspiazu en guitarra y el “Tano” Vicente en flauta, entre tantos otros, y que es parte de la historia y la leyenda arrabalera –esos cuchilleros que fascinaban a Borges, ilustre vecino del barrio–, sea víctima de la total desidia de las autoridades.
Abandonado y clausurado, el chalet que albergó a artistas, prostitutas y niños bien de la sociedad porteña en busca de aventura y diversión está a merced de las inclemencias del tiempo y de la acción de palomas y roedores.

El músico Antoliano Rojas ha lanzado una petición a través de Change.org para que las autoridades nacionales y porteñas del área de cultura hagan algo al respecto.
“Por suerte hace unos años se salvó el edificio –dice Rojas en su petición–. Pero no alcanzó y antes de que se lo ‘morfen’ las palomas, literalmente hablando, ¡faltaría devolverle su memoria de tango! Que el organismo correspondiente lo ponga en funcionamiento, y que circulen los numerosos músicos de tango que por suerte van siendo cada vez más”, implora.

Por la poca atención pública que ha merecido el Tambito, podría pensarse que se encuentra en algún lugar perdido de la Capital, pero no. Está exactamente a la vuelta del coqueto Jardín Japonés, por la calle Adolfo Berro, en plenos bosques de Palermo, sitio transitado si los hay, por residentes y turistas.
A fines del XIX y comienzos del XX, intérpretes, orquestas y parroquianos recorrían el circuito que pasaba por el restaurante Hansen –ubicado frente al Planetario–, por el Velódromo, detrás de aquel, y por el Tambito. “De los tres sólo queda en pie el Tambito, por eso la importancia de salvarlo”, explica Rojas.

Un poco más de historia

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El Tambito, también llamado El Tambo –porque a eso estuvo destinado en el inicio–, Kiosquito, Kiosco Casares y hasta Café francés, fue uno de los símbolos tangueros, allá por 1870, y único sobreviviente del circuito de tango tradicional que formaba junto con el Velódromo y el Hansen.
En octubre de 1877, se firmó el convenio entre la Comisión Auxiliar del Parque Tres de Febrero (Palermo) y el señor Casares, un importante promotor de la industria láctea en el país. Casares se comprometía a pagar un alquiler mensual por un kiosco y un terreno con 40 varas de frente al este sobre la avenida Sarmiento y 40 varas de fondo sobre el camino de los Paraísos, por un período por cinco años. Luego el arrendamiento fue cedido a la firma Constan & Fernán y Cía.

El lugar, ubicado en la actual Avenida Francisco Berro, entre Sarmiento y Casares, funcionó al principio como una lechería, pero también fue un bar que pronto se convirtió en punto de encuentro de arrabaleros, malevos y grupos de “niños bien”. También funcionaba como prostíbulo.

El Tambito en la crónica policial
En el libro Recuerdos del 900, Federico Lastra cita estos versos:
“Las biabas que habré pegado
en los bailongos de antaño,
como que en mis mozos años
me tenían por pesado.
¡Los burdeles que habré armado
En El Tambo y lo de Tarana!
Cuando me daba la gana
hacía parar la orquesta,
armándose cada gresca,
que terminaba en la cana”.

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Y así sucedió efectivamente. Un hecho de sangre complicó por un tiempo la reputación del lugar. En una pelea de patotas entre malevos e hijos de la alta sociedad porteña –“A los hombres les sucede matar”, decía Borges–, fue muerto de una puñalada un joven de “buena” familia: Juan Carlos “Vidalita” Argerich, “argentino, 22 años, soltero”, según la crónica policial. El agresor fue José “Cielito” Traverso, uno de los dueños del Café O’Rondeman del Abasto, sitio donde cantaba Carlos Gardel. Fue una típica pelea de gente algo bebida que derivó en una cuchillada mortal en el vientre de Argerich, en tiempos en que era común llevar el facón en la cintura.
Producto de este incidente, que tuvo lugar en una noche de diciembre de 1901, la autoridad cerró las puertas de El Tambito, que luego sería reabierto, antes de un cierre definitivo y de empezar a padecer el olvido y el consecuente deterioro.

En charla con Infobae, Antoliano Rojas subraya otra incongruencia: en el año 2009, la Ciudad descubrió, durante una excavación en Palermo, los cimientos del café Hansen, junto al Planetario. Se montó una carpa en el lugar desde la cual el Ministerio de Cultura de la Ciudad expuso “reliquias” de la época, como monedas, botellas de vino y ginebra inglesa y cubiertos que pertenecieron al local desaparecido.
En aquella ocasión, un funcionario de Patrimonio Histórico dijo: “Queremos rescatar el circuito del tango porque patrimonio cultural es todo. Y es una oportunidad para conformar éste como un lugar para promover jóvenes talentos de esta música”.
Ante esto, cabe preguntar: ¿no es un gran despropósito poner tanto énfasis en mostrar los cimientos de un lugar que ya no existe mientras, a escasos metros de allí, se deja que un sitio igualmente valioso para nuestro patrimonio cultural se hunda lentamente en el olvido?

Por Claudia Peiró y Alana Gorski – cpeiro@infobae.com agorski@infobae.com

Fotografías: Nicolás Stulberg

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