La “e”, la “x”, la “@” y otras ilegibles modificaciones
Estuvo circulando en las redes sociales un texto anónimo que satiriza sobre el uso del lenguaje inclusivo. Se trata de una situación imaginaria que, sin embargo, evidencia las exclusiones que el sacrificio de la lengua no soluciona. En Francia ya hay una posición oficial sobre el tema*.
El otro día me senté en un restaurante con una amiga. Llega la encargada de atendernos, nos saluda con una sonrisa y se da el siguiente diálogo:
–¡Hola chiques!
–¿Chiques? le dije yo, también con una sonrisa.
–Así es, somos un restaurante inclusivo –dijo con orgullo–.
–¡Mira qué bien!, me viene estupendo entonces, porque en un ratito viene un amigo que es ciego. ¿Tienen la carta en Braille?
–¡Ay no!, eso no tenemos.
–¡Ah, ok! viene mi señora, pero viene con mi hija, que es Asperger. ¿Carta con pictogramas para la gente autista, tienen?
–¡No, perdón! –me dijo visiblemente nerviosa.
–No te hagas drama, suele pasar. Me imagino que lengua de señas para los clientes sordos deben saber… ¿cierto?
–La verdad…, ¡me estás matando! –me contestó sonriendo nerviosa.
Ella ya no estaba cómoda, sonreía con vergüenza, un poco de culpa, y un poco de malestar también. Y ahí le dije:
–Lamento contarte que no son un local inclusivo, son un local “progre” de cotillón, parte del relato que está de moda. En el caso de tu local, esta gente no podría hacer algo tan básico como comunicarse y pedir de comer o beber.
¿Querés ser inclusivo? Incluí a todos ellos, y todos a los que el sistema directamente no da lugar. Es difícil, sí, y mucho, pero no debemos ser tan hipócritas como sociedad…, una E no te hace inclusivo.
(*)En Francia 60 diputados –su polifacético origen permite no identificar la lucha con una tendencia ideológica– impulsan un proyecto de ley para prohibir la escritura inclusiva en los documentos públicos. Su ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, sostiene que “La igualdad hombre-mujer es un tema muy importante como para ser arruinado por polémicas totalmente inútiles sobre el lenguaje”. (REUTERS/Charles Platiau/Pool). “La lengua es el primero de los saberes y no debe ser arruinada ni falsificada (sobre todo) por quienes están encargados de transmitirla. Nuestra lengua es parte intrínseca de nuestra identidad; es su cimiento, su quintaesencia, lo que le da su singularidad y marca su diferencia. La escritura inclusiva quiebra su sinfonía y arruina su alcance y su sentido.”
El vastamente leído cronista y profesor universitario Kevin Bossuet, cree que esta tendencia “deriva lisa y llanamente de la creencia ideológica que tiende a reducir a las mujeres a un género o a un sexo; nuestra identidad es mucho más compleja”. Considera que “la escritura inclusiva es pura y simplemente un acto militante de adultos que los niños y adolescentes no tienen por qué padecer”. “Con este tipo de lenguaje la lectura pierde fluidez ya que es perturbada por símbolos y articulaciones que cortan o desfiguran palabras y frases”.
Es Francia, es su lengua, es su problema. Sólo resulta llamativa la simultaneidad de la polémica lingüística.