Padecer la luz mala, maldición urbana
Antes de dejar el Gobierno Macri, ya pagábamos el 6600% más que cuando asumió. Por Mario Bellocchio
Recuerdo el verano de comienzos de 1989 cuando nos habían hecho creer que la administración privada era la panacea y que la pública, en el caso de Segba particularmente, era una cueva de vagos alimentados a envidiables asados de obra, que le costaban fortunas al Estado y que solo burocratizaban a la empresa que prestaba ineficientes servicios.
Y más de uno de los “torturados” en la “city” por los parrilleros del mediodía porteño compró la especie: “por estos negros vagos tenemos los cortes que tenemos” –razonaban– a falta de un pancito con que mangarles un chori (envidia de los pequeños placeres del pobre, que le dicen, cuando todavía esos pobres disfrutaban de algún placer, hoy el salario mínimo no llega a cubrir la suma necesaria para superar la indigencia).
En aquellos días estaba transitando los últimos metros del pasillo vocacional de televisión en Teleonce dirigiendo “Los juegos del terror” conducido por Raúl Portal y me mandaron a Mar del Plata a hacer las clásicas transmisiones de verano, mostrando mucho mar, mucho lomo femenino, mucho boludeo vacacional, desde la terraza del Hotel Provincial en un programa bien veraniego llamado “Mar del Hop”, con Portal y compañía.
¿Por qué cuento todo ésto? Porque el programa era para el mediodía porteño y las disposiciones oficiales para ahorro energético determinaron que fuera al atardecer, hora en que se reprogramó el horario de comienzos de transmisión de los canales.
SEGBA (Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires, que incluían la Ciudad y el Conurbano bonaerense hasta La Plata), había sido fundada por Arturo Frondizi en 1958 –como autodeclarado enemigo íntimo de la CADE–con una estructura mixta que finalizó, con los años, en manos del Estado cuando mediante un decreto del 14 de septiembre de 1961, el Gobierno nacional compró las acciones correspondientes a las empresas privadas CADE y CEP, con lo cual se produjo la nacionalización total de la compañía.
En 1973, el mítico dirigente gremial justicialista Juan José Taccone como presidente de SEGBA, inició una inusual experiencia participativa de los trabajadores en la gestión empresaria y la nacionalización de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE)(1).? El balance de este período fue ampliamente positivo: se logró ejecutar el 80 % de los planes de obra previstos y se consiguieron entregas récord de energía eléctrica a la red y reducción de los cortes de suministro (2).?
La experiencia finalizó drásticamente en 1976 –no fuera a ser que quedaran rastros de una gestión estatal eficiente–, cuando el nuevo Gobierno militar desplazó al personal sindicalizado y designó a un Interventor (2 bis). ?Dentro del marco de este proceso fueron detenidos y desaparecidos 11 trabajadores, entre ellos Oscar Smith, entonces Secretario General de Luz y Fuerza Capital Federal.
Durante el tercer peronismo –1973/76– el presidente Perón inauguró la primera central nuclear de América Latina, Atucha I, que fue conectada al Sistema Eléctrico Nacional el 19 de marzo de 1974 (3).? Ese mismo año comenzó la construcción de la Central Nuclear Embalse en Córdoba. ?
En 1990 los desmanejos e intereses combinados del Proceso –privatizaremos todo lo privatizable– y Menem, ya habían transformado a Segba en un paquidermo de 21 mil empleados, reducidos por la reestructuración de abaratamiento para la venta, siete años después, a alrededor de 8 mil. Aquella Segba pasaría a ser, gradualmente, EDESUR y EDENOR, con diferencia de días en 1992, un poco más adelante incluiría EDELAP, para completar con TRANSENER al año siguiente. Aquellas vertientes de las actuales privatizaciones de la distribución que hoy nos resultan indigeribles.
Pero en aquellos tiempos, a fines de la década de 1980, el desgaste de la infraestructura, generado por los viejos fierros ampliamente amortizados y provocada la falta renovación de las antiguas compañías originarias con el fin de convencer sobre la necesidad de privatizar todo lo privatizable, desembocó en una grave crisis de abastecimiento durante 1988 y 1989, caracterizada por significativos “cortes programados” en todo el Sistema Interconectado Nacional.
Durante el Gobierno de Carlos Menem –julio de 1989-diciembre de 1999– se aprobó la desintegración vertical del esquema energético en tres segmentos (generación, transmisión y distribución) para su posterior privatización. Así la empresa estatal SEGBA quedó dividida en siete unidades de negocios: cuatro empresas generadoras y tres distribuidoras, (EDESUR, EDENOR y EDELAP). El proceso de privatización se extendió durante todo 1992. SEGBA sobrevivió como ente residual en liquidación hasta 1998.
EDESUR comenzó a operar el 1º de septiembre de 1992 dentro del área de concesión. Esta fue la primera empresa distribuidora en ser privatizada. Los apagones afectaron seriamente su imagen, desencadenando sanciones, protestas masivas y cortes de calles por parte de los usuarios afectados (4).
A su vez, el 10 de septiembre de 1992 se realizó la toma de posesión, iniciándose las operaciones de la Sociedad. EDENOR.
En el caso particular de SEGBA, el Gobierno transfirió 330 millones a las empresas adjudicatarias y cobró 194 millones por la privatización, con lo que no llegó a cubrir con ese precio ni siquiera el valor de las deudas. Así se vendieron las centrales térmicas, las hidroeléctricas, y las líneas de alta y baja tensión(5).
De este modo, el sátrapa que asumió como justicialista y de lo primero que su burló fue de su promesa de “salariazo”, nos entregó el paquetito –envuelto para regalo que más de uno recibió con beneplácito– de las privatizaciones en la distribución energética que los siguientes neoliberales de Macri se encargaron de remachar con las tarifas.
Aún recordamos a su ex ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay: “Lo que una familia paga por la luz de un mes equivale al valor de una pizza”. Todo para minimizar el colosal aumento.
En aquella atroz realidad, para un consumo bimensual de 404 kWh, un cliente residencial (R2), en 2015, cuando las facturas venían cada dos meses, el kWh (cargo variable) costaba $0,042. Antes de dejar el Gobierno Macri, ya pagábamos $2,84, vale decir, 6600% más que cuando asumió.
Ahora que los sufrientes usuarios todavía estamos a la espera de la rescisión de contratos por incumplimiento de los prestadores y seguimos padeciendo los cortes, que ni siquiera revisten la característica de “programados” –ahora son del mejor cuño imprevisible, en cuanto al corte y el retorno del servicio–, como en los años en que el “Yiojano” prometía que “no nos iba a defraudar” y acto seguido privatizaba hasta el aire, con posteriores resultados catastróficos para el bolsillo y el servicio de los consumidores.
- “Luces Argentinas – Una Historia de la Electricidad en Nuestro País”. Publicación de la Empresa Distribuidora Sur S.A. coordinada por Félix Luna.
- “Historia de los Organismos y Empresas del Estado” – MOPS. Comisión de Trabajo – Construyendo memoria. Secretaría de Obras Públicas. Archivado desde el original el 2 de septiembre de 2011.
2 bis. “Historia de los Organismos y Empresas del Estado – MOPS”. Comisión de Trabajo – Construyendo memoria. Secretaría de Obras Públicas. 2 de septiembre de 2011.
- “Atucha I, la primera central nuclear latinoamericana, cumple 40 años”. Télam – Agencia Nacional de Noticias. 19 de marzo de 2014.
- Jorge E. Lapeña; Jorge A. Olmedo. “Crisis Energética Argentina Análisis y Propuestas”. (4 de mayo de 2004).
- González, H. “El mercado eléctrico mayorista. Su regulación y las consecuencias de la aplicación del nuevo Marco Regulatorio Eléctrico”, artículo publicado en la revista “Realidad Económica”, Nº 108, Buenos Aires, 1994.
Fuente de datos no consignados:
https://es.wikipedia.org/wiki/Servicios_Electricos_del_Gran_Buenos_Aires