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Moussambani, el lento. Por Mario Bellocchio

Viendo, el domingo, a nuestra representante Macarena Ceballos en la final de natación de 100 m pecho resultar octava sobre ocho competidoras y, a pesar de todo, lograr el puesto 15º de la tabla general como nadadora de un país donde casi 200 atletas menos reciben becas del ENARD respecto del año pasado, “oportunamente”, en vísperas de los JJOO de París 2024, mi hijo Pablo me recordó la historia del perdedor-ganador, la “Anguila” Eric Moussambani, en los Juegos Olímpicos de Sídney, Australia 2000, suceso del cual sólo tenía una lejana imagen.

Guinea Ecuatorial es un pequeño país rectangular, ubicado sobre el golfo de Guinea en el Atlántico, de sólo unos 28 mil km2, piénsese que nuestra pequeña Jujuy mide casi el doble, 53 mil. En ese ínfimo país africano, conocido todavía entonces como la Guinea española –su idioma oficial es el español, se independizó de España en 1968–, un altísimo muchachito, Eric Moussambani –1,97 metros– de apenas 22 años, como todos sus congéneres ecuatoguineanos, aguarda la llegada del nuevo milenio y, escuchando la radio, se entera de que “La Federación Ecuatoguineana de Natación busca atletas interesados en inscribirse en el Comité Olímpico”, una facilidad para países en vías de desarrollo creada con la finalidad de  apoyar la participación de deportistas noveles sin necesidad de alcanzar el tiempo mínimo requerido.

“Fui a la piscina en la que nos habían citado y nadie más se presentó. Fui el único… También la chica, Paula Barila” –recordaba Eric. Ambos fueron elegidos para representar a Guinea Ecuatorial en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.

De inmediato toma el desafío y comienza a practicar el deporte que lo apasiona, la natación, aunque cuenta con un tropiezo inicial: en su pequeño país ecuatorial el agua potable es un lujo sólo disponible en las principales ciudades. Algunas aldeas y zonas rurales están equipadas con generadores y bombas de agua, normalmente propiedad de particulares.

Y en la Guinea del siglo pasado “Si querías nadar tenías que irte a los ríos”, dice Eric. Con playas paradisíacas absolutamente vacías y naturaleza en estado semi-salvaje, en Guinea Ecuatorial, tres de cada cuatro habitantes viven bajo el umbral de la pobreza. El deporte preferido es el fútbol. Cualquier lugar es bueno para generar lo que nosotros llamamos un “picado”. En la piscina, en cambio, hay más espacio.

En principio el entrenamiento lo lleva a cabo en alguno de los abundantes ríos del territorio que suelen tener unos temibles “visitantes”, los cocodrilos. Tiempo después, un par de hoteles enterados de su propósito, le ofrecen sus piscinas de 12 metros para practicar en insólitos horarios de madrugada desprovistos de uso turístico. Así y todo, la “Anguila” Eric, como lo llaman cariñosamente, continúa su entrenamiento, faltan apenas ocho meses para la competencia. Allá sí va a tener piscinas olímpicas de 50 metros –la dimensión desconocida– donde podrá desplegar sus habilidades.

Viniendo de un pequeño país, al llegar a Sydney, Moussambani se da cuenta de que el mundo es más grande de lo que él imaginaba. Más adelante, cuando entra por primera vez a las instalaciones olímpicas, ve que lo mismo ocurre con las piscinas. “Eran inmensas. Muchísima agua para mí. En mi vida había visto una piscina tan grande”.

El modesto origen no permitía el “lujo” de un entrenador, así que…. “Yo observaba a los otros nadadores entrenando. Me fijaba en cómo se colocaban para la salida, cómo movían los pies, los brazos, cuántas veces respiraban… Y atendía a las indicaciones de sus entrenadores”.

Un día confesó su origen al técnico de Sudáfrica que lo observaba sorprendido por su falta de técnica.  Roto el primer obstáculo y habiendo logrado la simpatía que genera una humildad espontánea lo consultó sobre cómo realizar el giro sobre la pared de los 50 metros para comenzar el regreso de los otros 50, algo elemental del aprendizaje que él ignoraba por completo.

“Me dio la técnica adecuada para sumergirme y empujar con los pies para salir con fuerza. Lo ensayé con él muchas veces en la piscina. Me ayudó mucho sin pedir nada a cambio. Es más, fue él quien me dio el bañador (traje de baño) azul con el que nadé”, asegura.

La noche anterior a la prueba, fue a la sala olímpica (dentro de la villa). “Alquilé unos DVDs (Historias olímpicas) de ediciones previas de los Juegos Olímpicos. Intentaba fijarme en los nadadores, cómo lo hacían. Con esos vídeos me enteré de que los jueces han de dar tres avisos previos al inicio de la carrera”, recuerda.  Adelantarse a la señal de partida puede costarle la descalificación.

El ansiado momento llega con una grata novedad inesperada: Moussambani tenía que enfrentarse en la primera serie de cien metros libres a dos rivales de Níger y Tayikistán, pero la salida en falso de sus competidores, que evidentemente no habían sido tan previsores como él, produce sus descalificaciones por lo que Eric sólo tuvo que recorrer su ida y vuelta, estrenando pileta olímpica, en el insólito tiempo 1 minuto 52 segundos y 72 centésimas, más del doble de tiempo que sus rivales directos, tiempo que resultó registrado como el récord olímpico de lentitud.

El regreso de los primeros 50 metros parecía no terminar nunca ante su agotamiento, pero se ganó el cariño y ovación de los australianos presentes que lo transformaron en algo así como un ejemplo a imitar, por su esfuerzo.

El tiempo de Moussambani fue 30 segundos más lento que el tiempo ganador del húngaro Arnold Gutmann en la primera final de 100 metros libre, allá en los lejanos y precarios primeros Juegos Olímpicos de Atenas en 1896. También fue más lento que la victoria del holandés Pieter van den Hoogenband en los ¡200 metros! libre –el doble de recorrido– en la misma piscina olímpica de Sydney varias horas antes en un tiempo récord mundial de un minuto 45 segundos 35 centésimas.

Su lentitud fue causal de eliminación de la competencia y, a pesar de haber “ganado” su serie tuvo que regresar a Guinea con las manos vacías de medallas pero el corazón lleno de gratitud, asombro y ansias de superación.

“Todos creen que el éxito es ganar una medalla, pero el mío fue presentarme a aquella carrera”, dijo al regresar a su tierra donde lo recibieron como si volviera con un podio bajo el brazo, cuando menos.

“Quiero enviar abrazos y besos a la multitud porque fueron sus vítores los que me mantuvieron en marcha”.

“Estoy muy contento con lo que pasó, todo valió la pena. Quiero volver la próxima vez para los Juegos de 2004 en Atenas. Ha sido un momento muy especial para mí. Nunca lo olvidaré”.

Tras su epopeya, Guinea Ecuatorial construyó dos piscinas olímpicas en Malabo y Bata, sus ciudades más importantes. Moussambani continuó entrenando y logró mejorar su “récord” en el Campeonato Mundial de Natación de 2001, con un tiempo de 1:18:00. Irónicamente, cuando logró ubicar su marca por debajo del minuto, un problema burocrático de visado le impidió participar en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.?

Considerado como un ídolo deportivo nacional, la fama no le ha cambiado su forma de entender la natación. Ya retirado, tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012, su último intento también dilapidado burocráticamente, recuerda con nostalgia los días de competición. “La gente me reconoce y todavía me paran por la calle para recordarme la prueba. Es algo increíble”. Actualmente se desempeña como ingeniero informático en una empresa privada de su país; algo que comparte con su rol de seleccionador nacional.

“Decidí entonces usar mis conocimientos para ayudar a los jóvenes de mi país a conocer la natación y ser buenos nadadores. Han tenido mucha suerte. En mi época no teníamos piscina olímpica en todo el país, ahora ellos tienen dos (en Malabo y Bata). Yo no tuve nada, lo hice todo a mi manera, con la voluntad de representar al país en unos Juegos Olímpicos. Ahora ellos tienen más y han de aprovecharlo”.

El olimpismo necesita imprescindiblemente del apoyo estatal. La epopeya de Moussambani con el absurdo “guinnes” a la lentitud logró el –hasta entonces– negado apoyo de las piscinas olímpicas. En nuestro país el ENARD sólo sigue becando a los que figuren en el medallero. Criterio bajo el cual a Moussambani le hubieron propinado el famoso “shot de cul”.

 

 

Datos y textuales de entrevistas:

  • https//www.es.Wikipedia
  • “Nadador establece récord olímpico: el más lento” (Swimmer sets Olympic record – the slowest). The Guardian (en inglés).
  • “15 años de la lección de Moussambani”. El Periódico de Catalunya. 27 de noviembre de 2015. Decent, Tom (28 de agosto de 2020).
  • “Yo solía ser un tipo muy tímido”: lo que hizo después el héroe de culto de los Juegos Olímpicos de Sydney, Eric la Anguila” “I used to be a very shy guy: What Sydney Olympics cult hero Eric the Eel did next”. The Sydney Morning Herald (en inglés).
  • “Eric Moussambani nuevo entrenador del equipo nacional de natación”. Archivado el 16 de noviembre de 2020 en Wayback Machine, guineaecuatorial press, 10 de marzo de 2012.

 

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