Odia, odia, odia, que algo sucederá
El rol de los medios de comunicación en los discursos de odio. El ataque a Cristina Kirchner y el medio de los grandes poderes de una posible vuelta en 2023. Juan María Ramos Padilla y Fabián Mettler
El odio, entendido como el deseo vehemente de que una persona sufra los peores males o se muera es, en condiciones normales, un sentimiento poco común en los seres humanos. A diferencia de la bronca, la ira, el asco o el enojo, el odio tiene carácter obsesivo, es permanente, subsiste en “frío” y presupone un daño grave e irreparable en los intereses o sentimientos del odiador, inferido por el sujeto odiado. En lo individual se odia al que ha violado un hijo, al que ha asesinado a un padre. No se odia a cualquiera por cualquier tontería.
Sin embargo, en determinadas épocas históricas –cuando se agudizan las contradicciones sociales–, el odio ingénito de la clase alta hacia dirigentes populares se profundiza y se torna viral, contagiando a sectores medios o bajos de escasa conciencia política. Los dueños del poder real, temerosos de perder sus mal habidos privilegios, despliegan una propaganda machacona, insidiosa y desprestigiante de los líderes del pueblo. Buscan ensuciarlos, envilecerlos y transformarlos en culpables de todos los males. Así lo hicieron con Hipólito Yrigoyen, con Perón y con Evita. Desde periódicos como La Fronda, Crítica, La Prensa y La Nación los atacaron despiadadamente, generando en ambos casos las condiciones para el golpe de estado que se dio a continuación.
A Cristina no pudieron voltearla pero le hicieron la vida imposible, agravada en este caso por su condición de mujer, viuda y peronista. Basta revisar las tapas de Clarín y La Nación de los últimos años para darse cuenta de lo que hicieron. A Cristina la clase alta no le perdona las retenciones al campo, la restricción para atesorar y fugar dólares (cepo), el desendeudamiento, la estatización de la A.F.J.P., la apuesta a la ciencia y tecnología. Tampoco la absuelve por la nacionalización de sectores estratégicos, la redistribución de la riqueza a favor de los trabajadores, las obras públicas, la Unasur, la ampliación de derechos. A Cristina Fernández los sectores altos la detestan no por sus errores, sino por sus aciertos.
Los mismos grupos gorilas que derrocaron a Yrigoyen y voltearon a Perón hoy están nerviosos ante la posibilidad cierta de que el kirchnerismo gane las elecciones del 2023. Por eso hacen lo que hacen. Quieren sacar del escenario político a la única dirigente que garantiza gobernar a favor de las mayorías. Y quieren sacarla como sea: encarcelándola y proscribiéndola en un juicio amañado y sin pruebas, e incluso matándola. ¿Por qué no lo harían si hace 67 años, el 16 de junio de 1955, para asesinar a Perón mataron desde el aire a más de 400 argentinos que caminaban por la Plaza de Mayo? ¿Por qué no se animarían si hace 46 años, el 24 de marzo de 1976, tumbaron un gobierno constitucional y desaparecieron a 30.000 compatriotas?
En política se puede ser cualquier cosa menos ingenuo. Con la experiencia histórica acumulada por el pueblo argentino, el Gobierno y la dirigencia peronista y del campo popular debiera tomar nota de estas cosas. Cristina dijo la semana pasada en su alegato que se sentía en “estado de indefensión y muy intranquila”. Como para no estarlo si quienes la juzgan no son jueces imparciales, sino amigos de Macri, y para colmo de males los autores materiales tienen como abogados a asesores de legisladores del PRO.
El intento de magnicidio debe ser un punto de inflexión en la política argentina. El odio gorila está dispuesto a todo con tal de enturbiar el liderazgo de C.F.K. Por eso es imprescindible “cuidar a Cristina”, como pidió Néstor. Pero cuidarla no es sólo reforzar su custodia personal, es ampliar la Corte Suprema, es desplazar al Procurador Interino, es echar a los jueces y fiscales corruptos de Comodoro Pi, es reponer la ley de servicios audiovisuales. También es aplicar el código penal a dueños de medios, periodistas, editores e internautas que esparcen y fogonean el odio y la mentira en las redes sociales y en los medios masivos de comunicación.
Si los medios hegemónicos, en nombre de la libertad de prensa, siguen injuriando, hostigando y mintiendo descaradamente, se resentirá la calidad de la democracia. Si la justicia federal y la Corte Suprema siguen condenando sin pruebas y desconociendo las garantías del debido proceso penal, como hasta ahora, no habrá afianzamiento de la justicia, como exige el preámbulo de la Constitución Nacional. Hay que cuidar a Cristina y hay que actuar con máxima firmeza. La Hidra de Lerna del lawfare está cebada, hay que actuar ahora, antes de que el monstruo policéfalo se trague con sus siete cabezas a los dirigentes del pueblo y al pueblo mismo.
Fuente:
https://www.eldestapeweb.com/ 02/10/2022