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“Nueve lunas”

Aquella célebre miniserie (La ficción en los años 90’s) por Mario Bellocchio

A fines de 1993 llegó a oídos de Susana Freyre que su amigo –y director de la laureada “Paula cautiva”– Fernando Ayala, tenía, en vías de concreción, un soñado proyecto de involucrar a su productora Aries –junto a Héctor Olivera– en la realización de una míniserie para televisión a difundirse por Canal 13 y que andaba a la pesca de realizadores de TV que pudieran hacer de nexo de sistemas donde la presencia de tres cámaras simultáneas ofrecía al director tres ángulos de visión de la escena seleccionables mediante una botonera (switcher).

Nuestra especialidad no era la dirección de actores –contrariamente a los directores de cine–sino el montaje simultáneo –switcheo– que requería un desplazamiento actoral especial para que las cámaras pudieran brindar distintas perspectivas de la misma escena y producir un montaje simultáneo que ahorraba horas de compaginación y la consiguiente baja presupuestaria. Los directores de televisión que veníamos de la realización de teleteatros diarios (tiras) teníamos incorporada la grabación con continuidad de guión –no se grababan, por ejemplo, todas las escenas del living para una posterior compaginación. El video tape se entregaba listo para ser emitido. En tres horas se llegó a entregar –en esas condiciones– la grabación lista para emitirse de un capítulo de teleteatro de una hora de duración. El ab-uso de este sistema llevó a desprolijidades intolerables, toleradas sólo por la codicia de producción. Algunos de nosotros, que habíamos conseguido dirigir en algún “unitario” con mayores pretensiones, sin embargo, nos habíamos capacitado en la dirección de actores –en mi caso con Carlos Augusto Fernández– pretendiendo salir del marasmo comercial en que se había transformado el mundo de las “tiras diarias”.

En ese entonces no hacía demasiado tiempo que el cine había incorporado el uso de una segunda cámara para el plano y contraplano de una escena de diálogo y a los directores de cine no les caía bien el switcheo e iban a la edición con el consiguiente aumento de costos de producción. Y eso era lo que Aries necesitaba conseguir de parte de algún realizador de la tele, achicar costos con la grabación de estudios…

Con Susana Freyre y otros amigos manteníamos una relación de cotidianos encuentros y ella conocía mi situación de desvinculación de canal 11, de la mano de Telefe y sus eufemísticos “retiros voluntarios” para desprenderse de los “viejos”, una forma de sacarse de encima a los que llevaban sangre del primitivo “Teleonce”, de Leoncio, ya que no la edad para dirigir –en ese entonces acababa de cumplir los 54–.

Javier y Marcos Olivera. Yo y Fernando Ayala

A Susana, en una actitud por la cual estaré siempre agradecido, se le ocurrió organizar una cena en su casa con Ayala, con el manifestado propósito de volver a transitar aquellos senderos de “Paula”, y el oculto y generoso, de ayudarme a concretar una relación laboral con Aries. La cena transcurrió muy placenteramente pero el tema “miniserie” no apareció. Ya a los postres, llevado por las señas de Susana, que más parecía participar de una partida de truco que ser la anfitriona, tiré la pregunta: “¿Andan por incursionar en la tele, Fernando?” Y ante su afirmativa pude plantearle mi oferta de participación que se concretaría de inmediato en una cita oficinesca con Javier Olivera, –hijo mayor de Héctor y asistente en “Nueve Lunas”– y generoso contrato en dólares por los primeros 13 capítulos, que esa era la propuesta inicial.

Martín Gianola (en la ficción hijo de Oscar Martínez), Edgardo Borda, Héctor Olivera y yo en el brindis previo a la Navidad de 1994.

Las primeras grabaciones tuvieron sus bemoles… Ayala-Olivera habían acordado la “dirección general” de los capítulos a razón de uno cada uno. Los episodios dirigidos por Ayala cargaban con la meticulosidad del cine y los costos de producción trepaban a niveles insostenibles. Los episodios dirigidos por Olivera, en cambio, tenían una agilidad más cercana a la necesidad de equilibrar los gastos de producción y, por lo tanto, Olivera confiaba, y me lo manifestó, en que yo le acelerara las grabaciones de Fernando. Todo mi trabajo en ese sentido se circunscribía a la celeridad de la grabación pero éticamente no podía intervenir en las morosas “puestas” de Ayala.

Un día que recuerdo con mucha angustia, tratando de acelerar la marcación de los movimientos de los actores en una escena, me anticipé a la llegada de Fernando al set y les planteé sus desplazamientos justo en el momento en que Ayala se hacía cargo. Se enojó muchísimo y, posteriormente, tuvo que intervenir Olivera para plantearle, en mi defensa, que los tiempos y costos de producción de la tele eran otros y que mi misión era acelerar el trabajo dentro de determinados cánones de calidad, y así la sangre no llegó al río. Pero aquel momento de su enojo fue durísimo por el bloqueo que el respeto a semejante celebridad, incluso el hecho de haberme gestionado el vínculo laboral, me producía y recuerdo que me refugié al borde de la lágrima, entre decorados donde la adorable y perceptiva Graciela Maglie –la autora y conocedora de los vericuetos del asunto– vino a apoyar su mano amiga sobre mi hombro…, “esa cachetada no era para vos” –me dijo, reponiéndome de la angustia.

Mientras tanto, en un exterior en los lagos de Palermo, Cecilia Roth, tropezó y cayó en una escena sobre su brazo derecho, fracturándose, accidente que le costó una larga convalescencia y complicó las grabaciones de esta nueva experiencia tele–cinematográfica.

Más tarde pude advertir que había estado involucrado en los primeros peldaños de una problemática escalera que, en esos años, iba a ser determinante para la tele: calidad–costos de producción. Adrián Suar, que cubrió con Laura Novoa el protagónico de uno de los episodios de “Nueve lunas”, crearía su productora de ficción lanzando “Poliladron” puliendo el estilo televisivo–cinematográfico de la miniserie de Aries, y Tinelli fundaría “Ideas del Sur”, otro de los polos productores de ficción de aquellos tiempos.

Con Alberto Lecchi y Daniel Branda (musicalizador) en el switcher

Mientras tanto, Fernando Ayala consideró –creo interpretarlo– que ese vértigo no favorecía su disfrute profesional y se retiró de la dirección cubierto por Alberto Lecchi, hombre de cine que venía de realizar el año anterior su largometraje “Perdido por perdido”. Una decisión de Olivera que me dejó en claro que él iba a elegir “siempre” a gente de cine ante una vacante aunque más tarde fuera muy generoso conmigo, en los capítulos que él dirigía, auspiciándome que me encargara de la puesta de actores. Con todos sus bemoles, recuerdo con particular afecto mis dos años de trabajo en “Nueve lunas”, donde hasta me dí el lujo de participar en cámara con Ángela Correa, la bella mujer de Pino Solanas, en una breve intervención.

Algunas cosas que uno con el tiempo revisa contribuyeron a determinar que había finalizado mi tiempo en la tele. Creo, por ejemplo, que mi ortodoxia gremial no contribuyó a mi continuidad. En cualquier historia seria de la famosa miniserie no figura mi participación justamente porque venía de reivindicar un nombre más abarcativo para el conocido como “director de cámaras” como “director de programas”, ya que no sólo las cámaras dirige, en el relativamente reciente –entonces– primer convenio nacional del SAT (Sindicato Argentino de Televisión). Al ser consultado “como qué” quería figurar en los títulos no encontré nada mejor que “director operativo”, un anodino y desconocido cargo para quien tratara de identificarme en la lista, título con el cual firmé mi primer contrato con Aries que, insistí, debería ser a través del gremio, que recibió regularmente mis importantes aportes.

Igualmente creo que no supe explotar la abierta admiración de Olivera por mi labor de encuadre y switcheo con la que le ahorraba horas de montaje (compaginación) a la ya costosa producción para tevé, con lo que dejé pasar un par de oportunidades de incorporarme al hermético ambiente del cine ante las necesarias incorporaciones de Alberto Lecchi, cuando la baja de Ayala, y de Fernando Bassi –asistente de dirección proveniente del cine, devenido director– cuando Lecchi partió.

Seis años más tarde mi “dirección” se afincaría en la edición del periódico “Desde Boedo”.

“Nueve lunas” resultó una miniserie revolucionaria, por su estructura, elenco y contenido, propuesta de trece capítulos que se estiraron a ochenta y nueve y que Olivera eligió cortar ahí –a pesar de la oferta de continuidad– para lograr el “retiro en pleno suceso y no esperar la decadencia”. “De poeta y de loco”, “Archivo negro” y “La defensora”, miniseries de Aries que sucedieron a “Nueve lunas” no lograron proyectarse con el “éxito” de su hermana natal que fijó en la memoria colectiva a la pareja de obstetras de Pedro (Oscar Martínez) y Claudia (Cecilia Roth) como un hito de la tele de los 90’s.

 

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