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Macrismo explícito XXX

Otra vez el fin de año. De nuevo las fiestas. Ya dos años de macrismo explícito y con el escozor de los recientes robos legales al pueblo.
Por Mario Bellocchio

Otra vez el fin de año. De nuevo las fiestas. Ya dos años de macrismo explícito y con el escozor de los recientes robos legales al pueblo y la represión desmedida del jueves 14 y la mesura inicial de la Policía porteña y retiro de la Gendarmería en el comienzo de la jornada del lunes, tanto como para que los infiltrados y violentos de siempre hagan lo suyo y la intervención, totalmente desmadrada, de todas las fuerzas “del orden”, tenga su justificación ante la gilada que reclama, ante todo, “orden democrático y republicano” para los que pagan sus impuestos (quedan excluidos los que refugian sus capitales en paraísos fiscales precisamente para no pagar sus obligaciones tributarias).

Hoy por hoy, tomadas por asalto todas las instancias “legales” y con los medios masivos y de extorsión al servicio del despojo, poco o nada se puede conseguir en un país donde se siembra el terror impunemente y la yuta colecciona “pichis” al voleo, para metamensajear “el próximo podés ser vos” y desanimar la protesta.

El lunes –con respecto al jueves anterior– no pareció darles mucho resultado; la manifestación “Gandhi” quintuplicó a la anterior y sólo tuvo algunos desbordes de primera línea cuando insensatamente un camión hidrante les voló las pancartas sin razón de contención alguna que lo justificase.

Ahora, ya estamos con las “jingle bells” a todo andar y el ¡Ho, hoo…! del gordo cocacolero, exacerbados lo más posible para que los latrocinios que el Congreso aprueba –casi a libro cerrado– queden lo más disimulados posible detrás del pan dulce, la sidra y la garrapiñada, dicho sea para los que llegan a esa mínima dosis navideña que les permite sus magros ingresos retocados a la baja –según dicen– para reparar los desmadres que les legó la “pesada herencia”. Son tiempos de latrocinio llevados a cabo por depredadores natos y entregadores netos con convicciones lábiles y filosofía “marxista” (de Groucho)*.

De vuelta a casa, la boca del subte engulle desaforadamente el menú de la hora pico. La escalera es angosta para la catarata humana. Y después del segundo descanso, dobla hacia el andén. El rincón cobija a un muchacho joven que tiene un pibe en brazos. Mira hacia la pared, como con vergüenza. Su brazo no urge la moneda de auxilio.

Dejando atrás el rincón está el andén. El subte rojo, el de los barrios que abrumadoramente votaron al macrismo, se detiene y abre sus puertas que solo admiten unos pocos agregados –ya está repleto–, que viajan en peores condiciones que ganado al matadero, sólo faltan los míticos empujadores japoneses. Detrás de los pasajeros –o dentro mismo– están las convicciones que les supieron inducir, la indiferencia al “negrito” y su pibe y su condición de clase porque tienen un 6º “H” en Santa Fé y Coronel Díaz. Queda claro que hay que revisar los modos de persuación y el antídoto a la prédica de Durán Barba. El enfrentamiento, golpe por golpe, con los Robocop de la Bullrich suena descabellado.

Mientras tanto el muchacho joven que tiene su pibe en brazos, aprieta al nene –morochito como él– y trata de protegerlo de la manada que los roza. No hay gorra ni recipiente que pida ayuda. Para él –y para su hijo– Papá Noel no existe esta Navidad, ni siquiera en la imaginación.

 

(*) Uno de los célebres aforismos de Groucho Marx decía: “Estos son mis principios…, pero si no le gustan, puedo cambiarlos”

La imagen no pertenece al hecho que se relata . Sólo ilustra la situación por similitud.

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