Los salesianos en la historia barrial I
Por Diego Ruiz*.
A partir del último cuarto del siglo XIX, cuando Almagro y Boedo comenzaban a urbanizarse, la orden salesiana cumplió en estos barrios nacientes una tarea social y educativa que aún continúa y que, incluso, contribuiría a configurar la futura identidad de los mismos.
La Orden Salesiana y los comienzos de Boedo
Basta con mencionar al “cura Lorenzo”, el padre Massa, para que cualquier persona de mediana edad lo asocie con San Lorenzo de Almagro y con Boedo. Pero sería muy pobre y aun injusto quedarse solamente con esta referencia en vista de la importancia de la obra de estos religiosos en la historia del barrio, por lo que es necesario hacer una pequeña reseña de su actuación.
Los actuales Almagro y parte de Boedo estaban poblados en esos tiempos, mayoritariamente, por vascos tamberos, con las consiguientes canchas de pelota y –también es bueno decirlo– reñideros clandestinos, lo que explica que fueran atendidos espiritualmente por los también vascongados padres bayoneses que habían fundado el Colegio San José en 1858, anexo a Nuestra Señora de Balvanera. Allá por 1862 la Congregación adquirió hectárea y media sobre las actuales Díaz Vélez entre Bulnes y Medrano para huerta, donde construyeron una casa con mirador y una modesta capillita consagrada al Sagrado Corazón, donde iban “de vacaciones” los alumnos del Colegio –como los de Juvenilia a la Chacarita–. En 1897 la Sociedad Vasca de los Misioneros de Hasparren, incorporada a los bayoneses, instaló en el predio el noviciado y el estudiantado de la Congregación hasta que la propiedad fue loteada y vendida con venia canónica en 1909. Mientras tanto los vascos que, como se ha dicho, poblaban la zona habían constituido en junio de 1871 la Sociedad Progresista de la Villa de San Carlos, a la que los hermanos Francisco, Fermín y Martín Estebarena donaron al año siguiente un terreno para la construcción de una iglesia y escuela que fue atendida por sacerdotes de San José de Flores. La Comisión, en agradecimiento, denominó a la calle que debía abrirse frente a la propiedad, “Estebarena” (hoy Quintino Bocayuva) y en el actual número 144, frente al pasaje, se alzó el primer templo de San Carlos Borromeo, bendecido el 2 de mayo de 1875.
Por estos mismos tiempos la colectividad italiana, que iba constituyéndose en mayoritaria dentro del aporte inmigratorio, también erigía sus primeras organizaciones religiosas. En 1857 crearon la Cofradía de la Virgen de la Misericordia, con reglamentos aprobados por el obispo Mariano José de Escalada, instalándose primero en la capilla de San Roque anexa al templo de San Francisco y luego en San Nicolás de Bari. Sin embargo, al surgir discrepancias entre algunos de sus integrantes con el Prior y con el Guardíán de San Roque y San Francisco, aquellos habrían decidido fundar otra Hermandad, bajo la advocación de Santa María de la Misericordia, que el 2 de junio de 1867 puso la piedra fundamental de la iglesia Mater Misericordiae en la entonces quinta de Guido y erigió en Moreno 1669, mediante una colecta, el templo que iba a ser conocido como la Chiesa degli Italiani, bendecido solemnemente el 20 de junio de 1868 (1). Por otro lado los fieles católicos de origen peninsular tenían el lógico anhelo de contar con sacerdotes de su misma lengua y origen, a lo que se sumaba una intensa pugna con sus coterráneos masones que habían fundado numerosas instituciones, por lo que el cónsul argentino en Savona y miembro de la Hermandad, Juan Bautista Gazzolo, interesó a Don Bosco, a quien había conocido accidentalmente en Varazze, en la posibilidad de enviar una misión a nuestro país.
Don Bosco y la Congregación Salesiana
Por entonces, Juan Melchor Bosco era ya una importante figura en Italia y en el seno de la Iglesia. Nacido en 1815 en I Becchi (Asti, Piamonte), fue ordenado sacerdote en 1841 y destinado a Turín, donde tomó contacto con la dura realidad social de los primeros tiempos de la industrialización, con sus consecuentes miseria, hacinamiento y trabajo infantil (2). Pero no sólo las fábricas, también las calles de la ciudad estaban llenas de niños abandonados a su suerte por abandono, orfandad o simplemente porque sus padres debían trabajar entre 12 y 14 horas. Don Bosco comenzó a reunirlos para catequizarlos y alfabetizarlos y, en 1845, contaba ya con un grupo de más de cuatrocientos, con los que erró por diferentes iglesias y casas hasta que Francisco Pinardi le ofreció su casa en Valdocco para establecerse, comenzando allí a partir de 1853 la enseñanza de artes y oficios con talleres de sastrería, zapatería, carpintería, imprenta, etc. En este Oratorio, el 18 de diciembre de 1859, fundó la Pía Sociedad de San Francisco de Sales que fue aprobada por la Iglesia el 23 de julio de 1864, reconociendo sus Constituciones y Reglamentos el 3 de abril de 1874 (3).
Por otro lado, en su primera juventud Don Bosco había anhelado convertirse en misionero, siendo disuadido por su Director Espiritual, José Cafasso, por lo que la invitación de Gazzolo fue bien recibida, más considerando que el primer Concilio Vaticano de 1870 había dado un nuevo impulso a dicha actividad evangelizadora. Don Bosco le confió al cónsul que en 1854 uno de sus alumnos agonizaba y, al concurrir a darle sus últimos sacramentos, tuvo una visión en la que una paloma revoloteaba sobre el lecho del muchacho con una ramita de olivo en su pico, tras la cual aparecieron unos gigantes de piel cobriza vestidos con pieles de animales, a lo cual Gazzolo exclamó: “¡Son indios patagones!”(4). Cierta o no la anécdota, el 14 de noviembre zarpaba de Génova la primera misión salesiana a ultramar, integrada por diez religiosos encabezados por Juan Cagliero, que no era otro que aquel muchacho agonizante. Llegados a Buenos Aires, Cagliero, Juan Bautista Baccino y el coadjutor Esteban Belmonte se instalaron en Mater Misericordiae, mientras los restantes lo hacían en la localidad bonaerense de San Nicolás, donde el cura párroco Pedro Ceccarelli atendía una nutrida colonia de quinteros italianos.
(N. de la R.: Como diría Diego: el cronista callejero en el próximo callejeo se ocupará de “Los salesianos en Buenos Aires” y el “Oratorio San Antonio de Padua y el padre Massa”)
- Ver Cayetano Bruno: Historia de la Iglesia en la Argentina, volumen XI, p. 425 y siguientes.
- Las tremendas condiciones de vida de la clase obrera en los primeros tiempos de la industrialización han sido magistralmente retratadas por Federico Engels en El estado de la clase obrera en Inglaterra (1845) y por Charles Dickens en muchas de sus novelas.
- Don Bosco falleció en Turín en 1888 y en 1934 fue canonizado como santo. En la basílica de San Pedro se encuentra una estatua que lo representa flanqueado por dos discípulos de sus enseñanzas: Domingo Savio y Ceferino Namuncurá. Por otra parte, José María Cafasso, de quien ya hemos dicho que fue su Director Espiritual, también fue canonizado en 1947.
- Julio Paolillo: El barrio de la Boca y los primeros salesianos (reseña histórica), p. 11.
FOTOGRAFÍAS:
(*) Este trabajo forma parte de una serie de apuntes inéditos que Diego estaba compaginando con artículos míos para cumplir el viejo sueño de publicar la “Historia de Boedo”. Si bien el trabajo conjunto se frustró, podremos leer algunos artículos ya terminados de aquella tarea. (Mario Bellocchio).
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