Los jubilados y las urnas
Una de las funciones fundamentales del Estado es la preservación social de los jubilados y no puede ser encarada –no debe– como un negocio cuyos números tienen que “cerrar”, norma ineludible de las políticas neoliberales.
Económicamente siempre, la salud, la educación y la previsión son deficitarias. El equilibrio de las cuentas no es numérico, proviene de la obligación de protección social que debe ejercer el Estado y escapa a las concepciones capitalistas del poder. Es más, en nuestro país, la verdadera estafa social, no se ha dado con el sistema de reparto sino con la jubilación privada cuyos presuntos “beneficiarios” debieron ser socorridos por el Estado durante el Gobierno anterior para que pudieran superar el percance.
La “pesada herencia” se tuvo que hacer cargo de la estafa neoliberal menemista.
Sin embargo la pesadilla del eterno retorno vuelve a protagonizar con las medidas oficiales. El domingo 5 de noviembre Página|12 editorializaba: “La lógica de que nada de lo que pueda hacer el sector privado va a quedar en manos del Estado puede ser un principio filosófico, pero también una justificación. Justificación para encubrir la intención de transformar una prestación pública en un negocio privado, por ejemplo. Los recortes y modificaciones que el Poder Ejecutivo fue mostrando en los últimos diez días revelan que el sistema previsional universal y solidario tiene los días contados en el imaginario de Cambiemos, aunque discursivamente se sostenga lo contrario. La preocupación por un sistema que ‘esconde serias inequidades y no es sustentable’, enunciado por el presidente de la Nación el lunes último, abre las puertas a una reforma previsional que amenaza dar una vuelta de campana al sistema hoy vigente. ¿El nuevo régimen seguirá el camino de los ya adoptados en países vecinos, de un sistema público para sectores de ingresos medios y bajos, y otro privado para los sectores de ingresos más altos? ¿Será esa la propuesta del gobierno para terminar con las ‘jubilaciones de privilegio’”?
Por otra parte, en la Ciudad, venimos de revalidar democráticamente al oficialismo. ¡Ajo y agua!. El pueblo elige lo que elige y ninguno de los candidatos denunció fraude, excepto que quiera atribuírsele a la palabra fraude una interpretación paralela a “coacción o presión al elector para impedirle que libremente elija el candidato o una opción propuesta”. Alguien podría aducir que el oficialismo vive presionando cerebros incautos con profusas campañas de engaño pero, por lo menos en Capital, huele a excusa echarle la culpa al referi cuando se pierde 5 a cero. Habrá que seguirla peleando y meter mano en el equipo, de ser necesario.
El paralelo futbolero resulta simplista, tan simple como que una de cada dos personas que uno/a se cruza en la Ciudad votó a la impresentable Carrió ¿Pensando en qué, convencido por qué argumentos? No es solo gorilismo, hay algo que no sabemos desentrañar de esta compleja tela de araña que nos entrega Cambiemos para que el endeudamiento, la desocupación, las tarifas, la inflación, el abandono social, educativo y previsional a que nos someten pueda taparle los ojos a la mitad de los porteños con el metrobús y las bicisendas. En nosotros está descubrir qué seduce a esos ciudadanos y convencerlos de la estafa antes de caer en un nuevo 2001…
Comments are closed.