“Llegar a Timbre fue volver al lugar de donde partimos” – Entrevista a Pablo Bellocchio
Por Virginia Ameztoy |
“Timbre 4” coloca en su extensa y prestigiosa cartelera las obras en tándem que Pablo Bellocchio mantuvo durante dos años en cartel en Palermo. Son sólo un par de funciones de invitación pero revisten la importancia del retorno al hogar del hijo que partió con el modesto diploma y regresa al barrio natal, a la escuela de su formación, mostrando qué hizo con lo aprendido.
“Esto es tan solo la mitad de todo aquello que me contaste” se estrenó hace ya dos años en el espacio Polonia. ¿Cómo fue la convocatoria de Timbre 4 para hacerla ahí?
Con Timbre veníamos hablando desde hace un tiempo ya. Muchos de nuestro grupo nos formamos ahí. Claudio (Tolcachir) había venido a vernos en nuestra segunda temporada el año pasado y le había gustado mucho la obra. Tuvimos algunas conversaciones con Johnatan Zak, que es el productor general del teatro, y si bien ellos suelen tener mucha programación, las ganas de que formáramos parte estaban, tanto por parte de la gente de Timbre como de nosotros. Surgió la posibilidad este año y nos llamaron. Para mí en lo particular, más allá de llegar a Timbre 4, fue muy importante volver a Boedo, que es mi barrio, el lugar donde nací. La identidad cultural que tiene Boedo fue una herencia para mí. Estar en Timbre tiene una importancia doble. Es llegar al lugar donde me formé durante mucho tiempo y también, por otro lado, estar presente en mi barrio.
Ustedes son un colectivo de trabajo muy grande y muchos de ustedes se formaron en Timbre 4. ¿Cómo se sintieron al hacer la obra ahí?
Fue muy fuerte. Tuvimos muy poco tiempo para ensayar en el teatro. Una semana nada más. Y cuando estábamos entrando a Timbre el primer día de ensayo, decíamos que era la primera vez que llegábamos a ese espacio ya no como alumnos sino como laburantes del oficio. Eso para nosotros tiene una simbología muy grande. Si bien yo también me formé con Agusto Fernándes, Timbre fue el espacio que me empujó a hacer. A largarme a escribir y a dirigir. Llegar a este teatro tuvo un peso muy importante para muchos de los que estamos acá. Para nosotros fue volver al lugar de donde partimos.
Hablabas de Carlos Augusto Fernándes. ¿Cuánto tiempo estuviste en su escuela antes de llegar a Timbre 4?
Estuve cuatro años. Ir a lo de Augusto en definitiva es como aprender danza clásica si uno quiere ser bailarín.
La base…
Claro. Es la columna vertebral desde la cual después uno puede aprender muchas otras técnicas que son complementarias y enriquecen muchísimo, pero Augusto, a mí por lo menos me dio una estructura, me hizo entender qué quiero del teatro; de qué manera lo quiero. La escuela de Augusto se obsesiona por buscar la vida en la escena y tiene una metodicidad muy concreta para esa búsqueda. Entender y compartir esa manera me ayudó en muchas cosas. Creo que detrás de cómo uno hace teatro hay una ideología. No es lo mismo hacer un teatro que deja afuera al espectador que hacer un teatro que lo incluye. No es lo mismo un teatro que apuesta a contar historias que uno que trabaja únicamente desde la imagen. En esas cosas hay una carga ideológica y yo adhiero muchísimo a lo que entendí ideológicamente que es el teatro desde lo que me impartió la escuela de Augusto.
La identidad cultural que tiene Boedo fue una herencia para mí. Estar en Timbre tiene una importancia doble. Es llegar al lugar donde me formé durante mucho tiempo y también, por otro lado, estar presente en mi barrio.
De ahí pasas a la escuela de Tolcachir, que viene de una formación académica también. ¿Qué te aportó su escuela?
Me hablaste mucho de lo que fue tu formación como actor y director. ¿Cómo te nace empezar a escribir teatro?
Es raro. Escribir a mí siempre me gustó. Todo mi entorno familiar siempre estuvo muy volcado a la palabra. Pero escribir teatro me nació primero desde esta “necesidad de hacer” de la que hablábamos hace un rato. Me puse a buscar textos y no encontraba algo que me imprimiera ganas de hacerlo. Entonces me planteé escribir y después ver qué pasaba…
Ahí nace “Abulia”, tu primera obra como autor y director.
Exacto. La estrené en 2009. Después fui descubriendo cuestiones más técnicas, hice algunos seminarios y empecé a descubrir que la escritura es un lugar que valoro mucho porque es un encuentro muy íntimo con uno mismo.
Creo que detrás de cómo uno hace teatro hay una ideología. No es lo mismo hacer un teatro que deja afuera al espectador que hacer un teatro que lo incluye. No es lo mismo un teatro que apuesta a contar historias que uno que trabaja únicamente desde la imagen. En esas cosas hay una carga ideológica…
Es la parte solitaria del teatro…
Exacto… como el teatro es una actividad siempre colectiva, tener ese espacio de soledad fue necesario para mi proceso creativo. Desde esa soledad me apareció una pregunta que funciona como un norte siempre: “¿De qué quiero hablar?”. Eso me llevó a encontrarme con un montón de temas que quería compartir. Temas que me generan un montón de preguntas, que son míos… y abrirlos. Abrirlos primero a un proceso creativo con los actores y después al público para ver qué pasa con ese tema que en un principio me movilizaba a mí en lo particular. Ahí descubrí que ese momento íntimo que tiene el escribir después se termina transformando en todo lo contrario. Es una manera muy interesante de exorcizar la soledad.
Tus obras han estado en distintos espacios pero desde hace ya algún tiempo que te has afincado en un barrio donde funciona el circuito under, como Palermo. ¿Qué rol social tiene para vos el teatro y que respuesta tiene en un barrio con ese sector social, en donde expusiste varios de tus trabajos?
Por eso estrenás tan seguido diversas obras…
Exacto. De ahí a que constantemente con todo el colectivo de trabajo Lascia continuemos haciendo. Estamos convencidos de que la manera de atravesar esa barrera es hacer y permanecer. Tolcachir terminó rompiendo con esa barrera. Sus obras siguen siendo de teatro alternativo y va a verlas una masividad de público que no es solo “gente de teatro”. Esto, para mí, tiene que ver con la constancia. Con el seguir haciendo.
En tu grupo hoy se ve mucho ese espíritu del teatro independiente de otra época. El mismo actor que en una obra está haciendo un protagónico, en otra está sirviendo café en el entreacto. Eso es característico del teatro independiente.
Sí. Creo que afortunadamente tenemos un grupo de trabajo que entiende lo mejor del espíritu del teatro independiente.
Para ir cerrando, háblame de tu presente y de tu futuro… ¿Cuáles son tus proyectos?
En este momento estamos con una función más en Timbre 4 (Boedo 640) de Esto es tan solo la mitad de todo aquello que me contaste el domingo 3 de Mayo a las 21 hs. Los Jueves a las 20.30 seguimos con “Abrir la puerta” en Noavestruz (Humboldt 1857) y los sábados a las 23 estamos con “Si no te veo, felices fiestas” en el Espacio Polonia (Fitz Roy 1477). Además ya está ensayando “Dos, una desconexión”, que fue mi segunda obra, un elenco dirigido por un viejo profe mío, José Espeche. En cuanto al futuro…, nosotros como colectivo de trabajo nos hemos puesto la meta de estrenar dos obras por año y eso lo venimos cumpliendo desde hace ya tres años. En ese camino queremos seguir. Estoy escribiendo una obra nueva y también preparando un laboratorio para incorporar nuevos actores. Los otros chicos también están empezando a animarse a dirigir. Eso es otra meta. Que cada uno de los que están en el grupo se vayan animando de a poco a cumplir otros roles. Finalmente somos varios los que queremos armar un espacio donde podamos hacer nuestras obras así como también fundar una escuela de teatro. Nos parece muy importante esto y creo que también forma parte de nuestro proceso. Uno va tomando de quien le enseñó un montón de cosas, le incorpora lo propio y finalmente está bueno transmitir todo ese bagaje a una generación nueva que también pueda incorporarle su propia experiencia. Eso es lo más maravilloso que tiene para mí el teatro cuando se lo toma de esa manera: Uno es un engranaje más de algo que lo excede.