Libertadores: Ciclón 2 a 0
Viniendo ambos de un oscuro presente, el que sacó la cabeza y respiró aire puro fue San Lorenzo
Los –en estos tiempos– sufridos hinchas del Ciclón tuvimos nuestra noche de gloria y Aguirre pudo festejar su cumpleaños con dos velitas aportadas por Blandi.
Este San Lorenzo que todavía no había ganado ningún partido oficial en la reanudación del fútbol, pudo dar cuenta de este Lanús –también de presente incierto– pero con un potencial que, si le permitís que lo despliegue, sos “hombre muerto”, “equipo muerto” mejor dicho.
Así fue que los muchachos vestidos con la azulgrana salieron dispuestos a reafirmar en la cancha lo que le anticiparon al presidente Lammens sobre el respaldo al entrenador y su confianza en mejorar la entrega. Y, aparte de algunos aciertos deportivos , prevaleció una envidiable disposición para pelear todas y una disciplina táctica que los llevó al éxito en el cotejo y a la anulación de un adversario potencialmente peligroso.
Un encuentro que sin ser definitorio –el desquite se jugará dentro de siete días, en el Sur–, puso en evidencia cuál es el momento por el que transita cada uno. Sin éxitos en la Superliga y eliminados de la Copa Argentina, el certamen internacional es la tabla a la que se aferran uno y otro y que le toma examen a los entrenadores. El 2-0, inobjetable, le ofreció oxígeno y envalentona a San Lorenzo, a la vez que dejó aturdido a Lanús, que nunca tuvo respuestas futbolísticas ni anímicas para emparejar.
Un juego de estrategias, en el que ocupar los espacios resultaba la fórmula para imponer condiciones, el plan que se propuso desde el inicio, con dos sistemas diferentes, aunque con el mismo propósito: desajustar los circuitos futbolísticos del rival.
La idea de San Lorenzo: ahogar a Lanús con una presión sostenida sobre los volantes, en particular a Román Martínez; la de Lanús: replegarse para quitarle vuelo a Cerutti y Merlini, y retrasar a Lautaro Acosta y al uruguayo Silva para equilibrar la superioridad numérica de los locales en la zona donde se disputaba la tenencia y la posesión. En esa pulseada, la actitud del Ciclón ejerció un efecto que provocaba un dominio territorial, ante la pasividad y los movimientos lentos y ausentes de sorpresa que ensayaban los Granates. Desde el despliegue de Mussis y del enorme Pichi Mercier –pensar que el yorugua no lo tenía en cuenta al principio–, jugador que toma impulso en los pasajes determinantes, el conjunto que dirige Aguirre se ofrecía compacto, ordenado, y desnudaba la incomodidad que envolvía a los visitantes. Fue el esfuerzo y la entrega lo que lució, por encima de lo que podían hilvanar Belluschi, que sigue un par de escalones por debajo de su mejor versión, y el juvenil Merlini, quien alternó buenas y malas, pero que no alcanzó para darle el desequilibrio que se pretendía por la banda izquierda.
La fluidez para gestar situaciones de riesgo, sin embargo, no era propiedad de ninguno de los dos. Pero en ese contexto de luces tenues, empezaba a brillar Nicolás Blandi. Valiente para soportar en soledad la pelea franca con los zagueros Braghieri y Herrera; astuto para resolver de espalda. Era el punto en el que descansaba San Lorenzo, el que ilusionaba. Si el goleador se lamentó en los últimos tiempos de la falta de socios para atacar, la capacidad para ubicarse y marcarle el pase a Mercier, y luego resolver con la frialdad que tienen los futbolistas de clase ante la salida del arquero, evidenció que el capitán estaba un paso por encima del resto. Una tarea que fue un desahogo personal, también un alivio para el equipo.
El gol no trastocó el desarrollo, no modificó posturas. Fue el Ciclón el que siguió marcando el ritmo ante un rival que se deshilachaba. Marcone no era el punto de partida y Román Martínez quedaba aislado, sin socios para elaborar juego, porque quienes debían ser sus laderos se desdibujaban en la contención y se quedaban sin energías para avanzar. Las trepadas de Gómez resultaba algo del pasado, como si la lesión le hubiera minado el espíritu. Todo lo que proponía Lanús se desvanecía, resultaba intrascendente, llamativamente falto de carácter. Donde había un jugador Granate, asfixiaban dos del Ciclón.
En la confusión de uno y la templanza del otro estuvo el argumento del 2-0: a poco de comenzado el segundo tiempo Gómez –en una noche fatal– intentó eludir en la puerta del área chica: el resultado fue una falta sobre Blandi, que con oficio le ganó la posición. Penal que el colombiano Roldán sancionó sin titubeos y que el artillero se encargó de convertir. Un marcador que, a falta de 40 minutos para el desenlace, tenía tinte de irreversible. Lanús se llenaba de impotencia, mientras que San Lorenzo se energizaba y empezaba a cuidar la ventaja para el encuentro desquite, ése que lo puede poner entre los cuatro mejores de la Copa Libertadores y soñar con un trofeo que hasta 2014 era esquivo y ahora se convirtió en una obligación.
Las chances
La primera chance fue del Pocho Cerutti con una volea bombeada que salió pegada al poste derecho de Andrada. Después probó Mussis desde afuera y exigió al arquero de Lanús con un remate que se movió en el recorrido. Hasta que la diferencia en el juego se reflejó en el marcador con el golazo de Blandi. El delantero recibió en la puerta del área un excelente pase filtrado de Mercier, enganchó de pie a pie, dejó bailando a Braghieri y definió con categoría ante la salida de Andrada.
Una jugada insólita derivó en el segundo de San Lorenzo. José Luis Gómez intentó salir jugando entre dos rivales en el área chica, pero perdió la posición con Blandi y le terminó cometiendo un penal infantil. El delantero no perdonó: fuerte y al medio puso el 2-0. Fue un golpe duro para Lanús. Tenía tiempo pero no encontraba los caminos para lastimar a San Lorenzo. Y ahora el Ciclón, cómodo con resultado, juntaba líneas más cerca de Nicolás Navarro.
El local tenía otro aliado además del 2-0: el tiempo, que jugaba a su favor. Armó un bloque defensivo compacto que el Granate no supo romper. Y así se aferró a un gran triunfo.
Con esta buena ventaja, el equipo de Aguirre irá el próximo miércoles (21.45) al sur del Gran Buenos Aires para la revancha. Allí Lanús intentará hacerse fuerte y además no recibir un gol que podría ser letal.
El ganador de la llave enfrentará en semifinales a River o Jorge Wilstermann (Bolivia).
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