La razón de su vida
Evita, 68 años después
“Vino del pueblo y fue hacia el pueblo, dando su vida para llevar la felicidad a los niños y ancianos, a los humildes y a los esperanzados. Donde hubo una reivindicación que conquistar o un privilegio que abatir, allí estuvo sin cálculos ni vacilaciones, corazón firme y mano firme. Que su recuerdo no llegue envuelto en llanto sino en canciones de esperanza, mientras resuena su nombre para movilizar una juramentada voluntad argentina dispuesta a defender esta tierra y este pueblo que ella amó.”. (Juan Domingo Perón).
Santa Evita (1)
(…) Eva Perón, la Cenicienta en el poder, lo ejerció como la madrina de un cuento de hadas. Como un Robin Hood con faldas, lo daba todo, atendía a las inmensas colas de gente necesitada de un mueble, un traje de novia, un hospital. (…) Mítica. Eva Perón podía ser, sin embargo, tan dura como cualquier general o político. Pero esto era secundario al hecho central: Ce-nicienta no tenía que hacer malas películas y actuar en malas radionovelas. Cenicienta podía actuar en la historia y, lo que es más, verse en la historia: Tomás Eloy Martínez narra un maravilloso episodio en el que Eva en la platea ve a Eva en la pantalla visitando al papa Pío XII. La actriz frustrada va repitiendo en voz baja el diálogo silencioso entre la primera dama y el Santo Padre. Ya no es necesario actuar en los foros despreciados de Argentina Sono Film. Ahora el escenario es nada menos que el Vaticano, el mundo… y el cielo. La historia perfecta, después de todo, sólo puede escribirla Dios. Pero imitar la imaginación de Dios es acceder, en la Tierra, a su reino virtual. Santa Evita lo fue en vida: en 1951 una niña de 16 años, Evelina, le envía dos mil cartas a Evita, a razón de cinco o seis por día. Todas con el mismo texto, como se le reza a las santas. Evita ya era en vida, como dice Ricardo Garibay de nuestra santa patrona mexicana, la Virgen de Guadalumpen.
¿Cómo iba a soportar ese cuerpo, esa imagen, la enfermedad y la muerte? “Prefiero que me mate el dolor y no la tristeza”, dice Eva Perón cuando su cáncer se vuelve terminal. A los treinta y tres años, la mujer poderosa, bella, adorada, caprichosa, filantrópica, la esposa de Perón pero también la amante de los descamisados, la madre de los grasitas, se hunde fatalmente en la intolerable muerte temprana, la joven parca se la lleva…
Y la ficción que la rodea cada vez más se acentúa con la agonía. Su mayordomo Renzi retira los espejos de la recámara de la moribunda, inmoviliza las básculas en 46 perpetuos kilos, descompone los aparatos de radio para que ella no escuche el llanto de las multitudes: Evita se muere. Pero muerta, Eva Perón va a iniciar su verdadera vida. (…)
(1) Fragmento de “Santa Evita”, por Carlos Fuentes para La Nación – México, 1996. Comentario de la novela homónima (1995) de Tomás Eloy Martínez.
De Los Toldos al mundo
Infancia y adolescencia
Su historia comenzó un 7 de mayo de 1919, en Los Toldos, cuando Juana Ibarguren dio a luz. La precedían cuatro hermanos: Elisa, Blanca, Juan y Erminda. Su padre, Juan Duarte, había llegado allí a comienzos de siglo y había arrendado el campo de La Unión con ánimo de prosperar. Pertenecía a una influyente familia de Chivilcoy y allí tenía, de su unión con Adela D’Huart, varios hijos. Hombre próspero y de prestigio entre los conservadores del momento, patrón de estancia, típico puntero en las lides políticas del momento, fue nombrado suplente del juez de paz en 1908.
Pero 1919 ya no era tiempo de conservadores. Desmontada por Yrigoyen la maquinaria que impedía en las provincias la libre expresión, cayó el bastión conservador de la provincia de Buenos Aires. El intendente Malcom, amigo personal de Juan Duarte, fue reemplazado por el radical José A. Vega Muñoz. La estrella de Juan Duarte comenzó a decaer y las dificultades económicas, a hacerse presentes.
El ofrecimiento de administrar campos en la localidad vecina de Quiroga hizo que se trasladaran allí, donde sólo permanecerían un año. Como Quiroga no ofreció las posibilidades esperadas, regresaron a Los Toldos. La situación se agravó con la muerte de Duarte, que falleció el 8 de enero de 1926 como consecuencia de un accidente automovilístico en Chivilcoy. A partir de entonces, el problema de la subsistencia –recordaría Erminda Duarte en su libro ‘Mi Hermana Evita’– “se convirtió en una lucha que día a día tomaba nuevas formas” (1).
A los ocho años, Eva comenzaba la escuela primaria. Cursó en Los Toldos primero y segundo grado. Al llegar el año 30 Juana decidió partir con su “tribu”, como le gustaba llamar a su familia. Eva fue inscripta en la Escuela N°1 “Catalina Larralt de Estrugamou”, en 3° grado y comenzó a destacarse por su afición a declamar poesías.
Aquello que Eva misma llamaría su “extraña y profunda vocación artística”crecía al amparo del cine del pueblo, de las audiciones radiales y de las colecciones de fotos de artistas. A su amparo, debió también plantearse la primera elección: ¿ser una chica pueblerina y “casadera”, como tantas otras en Junín?, ¿ser maestra, como Blanca?, ¿emplearse, como Elisa? Corría 1935 cuando Eva tenía en claro la respuesta: ser actriz.
En Buenos Aires, actriz
La circunstancia de la partida de Eva de Junín en 1935 ha dado letra a un sinnúmero de versiones. La que quedó instalada con mayor fuerza involucra al cantante de tangos Agustín Magaldi, apodado el “Gardel del Interior”. Según sea el caso, se lo presenta intercediendo ante la madre, a pedido de Eva, para que le permitiera ir a vivir a Buenos Aires, limitándose a facilitarle algunas cartas de recomendación que le abrieran las puertas del mundo artístico, o bien, viajando él mismo con ella.
Desmintiendo tales hechos, su hermana Erminda recuerda la situación de conflicto familiar planteado ante la férrea decisión de Eva de partir a la capital y la no menos férrea de doña Juana de disuadirla, a la vez que pondera la influencia que ejerciera José Álvarez Rodríguez al aconsejar a la madre de no torcer la vocación de los hijos.
Eva era una más de los muchos provincianos que, por esos años, llegaban a la gran ciudad. Fueron tiempos de miseria, desocupación y hambre en un país que figuraba entre los primeros productores de alimentos del mundo. El proceso de industrialización que se iniciaba en los primeros años de la década absorbió la mano de obra que llegaba del interior, empujada por la crisis. Inmersa en esta realidad, Eva Duarte consagró durante diez años su pasión por el arte.
Al poco tiempo de llegar a Buenos Aires Eva se incorporó a la Compañía Argentina de Comedias, encabezada por Eva Franco, actriz de primera línea entre las intérpretes argentinas. El 28 de marzo de 1935 debutó en el Teatro Comedia, con un breve papel en el vodevil “La Señora de los Pérez”. Permaneció en la Compañía hasta enero de 1936, con papeles siempre de reparto.
En mayo de 1936 partió de gira por el interior con la Compañía de Pepita Muñoz, José Franco y Eloy Alvarez y, en diciembre, se incorporó a la Compañía de Pablo Suero que estrenaba en el teatro Corrientes “Los Inocentes”. El año 1937 siguió con la misma compañía, que se presentó por pocos días en Montevideo. De regreso a Buenos Aires participó en la Compañía de Armando Discépolo, considerado uno de los mejores directores de teatro de aquellos tiempos.
En los años siguientes llevó, paralelamente, su actividad en el teatro, el cine y la radio. Como era habitual en una artista de sus características, realizó incursiones en el ámbito publicitario, en los medios gráficos del momento. Para tener un papel importante en cine debió esperar hasta 1944, cuando actuó en “La Cabalgata del Circo”.
En 1939 encabezó, junto con Pascual Pelliciotta, la Compañía de Teatro del Aire, primero, en Radio Mitre y, luego, en Radio Prieto. El 1° de mayo salió al aire “Los Jazmines del 80”. Con sus programas radiales transitó por Radio Argentina, El Mundo y, finalmente, en 1943, inició en Radio Belgrano el ciclo “Biografías de Mujeres Ilustres”, que continuó hasta 1945.
Cuando Eva Duarte actriz baje del escenario radial, Eva Perón ocupará su lugar. Su voz seguirá llegando a todos los hogares, pero ya no encarnará a otras mujeres, será ella misma. Habrá ya por entonces asumido un compromiso con una causa y con un hombre, el coronel Juan Domingo Perón.
Eva y Perón: la política
Dos días antes, el General Farrell –presidente desde el 11 de marzo (tras la renuncia de Ramírez)– había designado vicepresidente de la Nación a Perón, reteniendo éste su cargo en la Secretaría y en el Ministerio de Guerra, el que le había sido confiado poco antes.
El 6 de mayo de ese mismo año Eva había sido elegida presidente de la Agrupación Radial Argentina, entidad de propósitos solidarios y gremiales de la que fue fundadora en 1943. Perón se había convertido en el hombre clave del gobierno y en la figura más irritante para la oposición. La presencia de Eva y el lugar que le había otorgado Perón fueron un blanco para los propios camaradas de armas. Si el coronel era un hombre atípico, la mujer que estaba a su lado lo era aún más: había decidido estar junto a un hombre, no detrás de él. Y Perón lo había aceptado. Inadmisible por entonces.
El 13 de octubre de 1945 un sector de la oficialidad logró imponer la renuncia de Perón a todos sus cargos. Fue detenido y trasladado a Martín García. En la madrugada del 17 de octubre los obreros comenzaron a abandonar sus lugares de trabajo y se volcaron a la Plaza de Mayo: exigían la presencia del coronel. Por la noche Perón se asomó al balcón de la Casa Rosada y anunció la convocatoria a elecciones.
Sobre el papel desempeñado por Eva en la crisis del 17 de octubre la evidencia es sólo testimonial, en el estado actual de las investigaciones. En tal sentido, y según el caso, la hallamos peleando entre sus hombres codo con codo (Alberto Merlo), tendiendo los hilos del movimiento, llevando a la gente a la plaza y poniéndose, el 17, a la cabeza de los descamisados (Perón), sin tener ninguna participación en la movilización (Cipriano Reyes), o ausente en la descripción de los sucesos (Luis Monzalvo). Pero Eva no se adjudicó en ningún momento un rol conductor en la jornada: Perón fue reconquistado por el pueblo.
Desde Martín García, Perón le había escrito dos cartas. En una de ellas le decía: “Hoy he escrito a Farrell pidiéndole acelere mi retiro: en cuanto salgo nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos”. El casamiento civil se llevó a cabo el 22 de octubre; el religioso, el 10 de diciembre; lo de vivir tranquilos en cualquier parte, no llegó nunca…
El Partido Laborista consagró la fórmula Perón–Quijano para las elecciones que habrían de celebrarse en febrero de 1946. A fines de diciembre se inició la gira proselitista por el interior del país. “El Descamisado”, el tren de la campaña, andaba y desandaba caminos.
Por primera vez en la historia del país la esposa de un candidato lo acompañaba. Estaba junto a él en los actos, repartía escudos partidarios, tenía contacto directo con la gente… Se perfilaba otra mujer: Eva entraba decididamente en la política. El 18 de febrero dio un paso más: se celebró un mitin de las mujeres obreras en el Luna Park para proclamar su adhesión a la fórmula laborista. El candidato a la presidencia, enfermo, no pudo asistir. Eva les llevó su palabra. Era su estreno como oradora. No la dejaban hablar. En cada intento, la respuesta era: “¡Queremos a Perón!”. Pocos meses después sería aclamada.
Primera dama: sus inicios en la acción social
Comenzó también a recibir a los necesitados y a ocuparse de sus urgencias. Prestaba apoyo a la política gubernamental, dirigiéndose con especial atención a un sector al que hasta entonces no se le había hablado: el 25 de julio dio un mensaje a las mujeres del país, anunciándoles nuevas medidas gubernamentales destinadas a combatir el agio y la especulación. Las visitas a las fábricas –que se harían frecuentes desde octubre– y las recorridas por los barrios pobres la ponían en contacto con el pueblo y sus necesidades.
A partir del 24 de septiembre ocupó el despacho de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Eva se concebía a sí misma como “el puente” que acercaba a Perón con su gente. Sería más que eso… Con el correr de los años su actividad se tornaría cada vez más intensa y sus jornadas, interminables. Comenzaba por la mañana, atendiendo los casos más urgentes en la Residencia, se trasladaba luego a la Secretaría, donde recibía a los humildes y a los gremios. Si las entrevistas eran interrumpidas para cumplir con la asistencia a alguna recepción, homenaje, visita o acto protocolar, la gente se quedaba esperando su regreso. Invariablemente ella volvía y no partía hasta que todos hubieran sido atendidos. Cuando, ya enferma, se le aconsejaba aminorar su ritmo de trabajo, la respuesta era invariablemente la misma: “No tengo tiempo, tengo mucho que hacer”. El mismo ritmo y la misma exigencia eran impuestos a sus colaboradores.
Hasta los primeros meses de 1947 Evita ya había sacado sus primeras armas: implementó un plan de turismo infantil, partiendo el primer contingente de hijos de obreros el 6 de enero de 1947 hacia las sierras de Córdoba; gestionó y entregó subsidios para coadyuvar en la construcción de policlínicos destinados a obreros curtidores, textiles y del vidrio; distribuyó subsidios otorgados por las autoridades estatales (gracias a su mediación) a más de 500 familias sin recursos; distribuyó ropa, víveres y enseres entre familias necesitadas. Desde un comienzo encaró la “ayuda social directa”: un trabajo, una medicina, una vivienda. Esta instancia continuaría a lo largo de todos sus años de acción.
Simultáneamente, empezó a viajar al interior. El 26 de octubre de 1946 partió a Córdoba, donde se inauguraron dos policlínicos para ferroviarios, construidos por la Dirección General de Asistencia y Previsión Social, una dependencia del Ministerio de Trabajo. El 30 de noviembre viajó a Tucumán. Terminada la campaña electoral los viajes no cesaron, sino que prosiguieron hasta 1951, cuando ya Eva no podía continuar con su ritmo debido a los problemas de salud.
Gira por Europa
Aclamada en España, recibió la más alta condecoración: la Gran Cruz de Isabel la Católica. En Italia fue recibida por el Papa Pío XII, quien le obsequió el rosario de oro que llevara entre sus manos a la hora de la muerte. Pero en este país no todos fueron agasajos: el partido comunista demostró su repudio ante la visita al grito de: “¡Abajo el fascismo!”. La protesta se repetiría en otras instancias del periplo, aunque con menor intensidad. En Francia alternó visitas y descanso… Allí donde iba, el programa de visitas y recepciones se veía jalonado por las recorridas de los barrios obreros y obras sociales. A la vez que dejaba donativos buscaba “la lección europea” en materia de acción social. A tres años de aquel viaje dijo: “Salvo algunas excepciones, en aquellas visitas de aprendizaje conocí todo lo que no debía ser en nuestra tierra una obra de ayuda social. Los pueblos y gobiernos que visité me perdonarán esta franqueza mía tan clara pero tan honrada. Por otra parte, ellos –pueblo y gobierno– no tienen la culpa. El siglo que precedió a Perón en la Argentina es el mismo siglo que los precedió a ellos.” (2)
La mujer: el voto femenino y el Partido Peronista Femenino
A su regreso de Europa, Eva retomó sus actividades a pleno. Antes de la partida había comenzado a bregar por la obtención del sufragio para las mujeres.
Desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, el coronel Perón encaró una política dirigida a las mujeres. En ese ámbito creó la División de Trabajo y Asistencia a la Mujer. Se reflotó la cuestión del sufragio femenino. El 26 de julio de 1945, en un acto celebrado en el Congreso, Perón explicitó su apoyo a la iniciativa. Se formó entonces la Comisión Pro Sufragio Femenino, que elevó un petitorio al gobierno solicitando el cumplimiento de las Actas de Chapultepec, por las cuales los países firmantes que aún no habían otorgado el voto a la mujer se comprometían a hacerlo.
El 3 de septiembre de 1945 la Asamblea Nacional de Mujeres, presidida por Victoria Ocampo, resolvió rechazar el voto otorgado por un gobierno de facto y reclamó que el gobierno fuera asumido por la Corte Suprema. El lema de la Asamblea era: “Sufragio femenino pero sancionado por un Congreso elegido en comicios honestos”. Los sucesos de octubre del 45 pospusieron el tema. La campaña electoral de 1946 puso en evidencia que, ya fuera con el apoyo del laborismo o con el de la Unión Democrática, la mujer, aún sin derechos políticos, había ingresado en la política argentina. Faltaba la legitimación.
Una vez en la presidencia, Perón volvió sobre la cuestión del sufragio femenino. Lo hizo en su Primer Mensaje al Congreso, el 26 de julio de 1946 y en el Plan Quinquenal.
En este marco, Eva emprendió la campaña desde distintos lugares: con los legisladores, con las delegaciones que la visitaban, con las mujeres nucleadas en los centros cívicos, a través de la radio y de la prensa… El mensaje de Eva iba dirigido a un conglomerado femenino extenso, se instaló en las mujeres y ellas pasaron a desempeñar un papel activo: se realizaron mitines, se publicaron manifiestos y grupos de obreras salieron a las calles a pegar carteles en reclamo por la ley. Centros e instituciones femeninas emitieron declaraciones de adhesión. Las mujeres reconocían en Eva Perón a su portavoz. Y el 23 de septiembre, en medio de un gigantesco acto cívico en Plaza de Mayo, se promulgó la ley.
La sanción de la Ley 13.010 implicó la realización de una serie de tareas que hacían a su efectivización. Si el camino para la obtención del derecho había sido arduo, el de la capacitación cívica y el de la preparación de las mujeres para desempeñarse en las lides políticas lo sería aún más. En este último sentido, el 14 de septiembre de 1947 el Consejo Superior del Partido Peronista resolvió modificar sus reglamentos de afiliación, lo cual permitiría, en el futuro, la formación de otro partido peronista, exclusivamente femenino.
Este hecho se concretó el 25 de julio de 1949. En el Teatro Nacional Cervantes se llevó a cabo la Primera Asamblea Nacional del Movimiento Peronista Femenino. Allí nació el Partido Peronista Femenino, cuyo principio fundamental era la unidad en torno a la doctrina y la persona de Perón. Eva fue elegida Presidenta del mismo, con plenos poderes de organización. Las unidades básicas del Partido Peronista Femenino desarrollaron, a la par de la tarea de adoctrinamiento (fueron bastiones en la campaña presidencial de 1951), tareas de acción social.
La acción política dirigida a la mujer cosechó sus frutos en las elecciones del 11 de noviembre de 1951. Votaron 3.816.654 mujeres. El 63,9% lo hizo por el Partido Peronista, el 30,8% por la Unión Cívica Radical. A su vez, el Partido Peronista fue el único de ambos que llevó mujeres en sus listas. En 1952, 23 diputadas y 6 senadoras ocuparon sus bancas.
LA FUNDACION
Obra de la entidad 1948-55
El 28 de Agosto de 1948 Evita dio lectura, en el Ministerio de Trabajo, a la declaración de los Derechos de la Ancianidad, que puso en manos del Presidente, solicitando que fuera incorporada a la legislación y a la práctica institucional de la Nación (fue incluida en la Constitución de 1949). En los hechos, la Fundación construyó Hogares de Ancianos y obtuvo la sanción de una ley que otorgaba pensiones a los mayores de 60 años sin amparo.
El desempeño de la entidad entre 1948 y 1955 constituye una monumental obra de acción social, reconocida universalmente, imposible de sintetizar en unas pocas frases.
En 1950 (el 25 de septiembre de 1950), la Fundación concretó un plan de construcción de mil escuelas en el país, también escuelas agrícolas, escuelas talleres y jardines de infantes y maternales. La Ciudad infantil Amanda Allen y la Ciudad Estudiantil formaron parte del plan de acción educacional. La primera estaba destinada a niños de dos a siete años, huérfanos o niños que no podían ser atendidos por sus padres y, la segunda, a residencia de estudiantes del interior del país sin familia en Buenos Aires. En febrero de 1950 se puso en marcha el Plan de Turismo Infantil. Las colonias de vacaciones completaban el espectro. Los campeonatos infantiles y juveniles que habían comenzado siendo de fútbol y terminaron incluyendo muchos otros deportes, fueron la ocasión para la revisación médica de más de 300 mil niños. El Hospital de Lactantes y Epidemiología Infantil y la Clínica de Recuperación Infantil de Terma de Reyes fueron concreciones de la Fundación en el ámbito de la salud infantil. La problemática del alojamiento transitorio de las mujeres fue encarada mediante la construcción y el mantenimiento de tres Hogares de Tránsito en Capital Federal, que hallaron su réplica en el interior.
En materia de salud, la Fundación construyó cuatro Policlínicos en Buenos Aires: el de Ezeiza y los de Avellaneda, Lanús y San Martín, así como también otros 4 en el interior del país. De igual manera la Fundación proveyó de modernos equipamientos a otras unidades hospitalarias. El Tren Sanitario Eva Perón, dotado de la más moderna aparatología, cumplía con la tarea de relevamiento y protección de la salud de las poblaciones más alejadas de los centros vitales.
En septiembre de 1950 se inauguró la Escuela de Enfermeras, una de las obras más queridas de Evita, prestando sus egresadas servicio tanto en el país como en el exterior. En materia habitacional, la Fundación emprendió la construcción de viviendas para obreros, como el barrio Presidente Perón y la Ciudad Evita, proporcionando vivienda propia a 25 mil familias.
El 24 de febrero de 1951 se inauguró el Hospital Presidente Perón en Sarandí, (Partido de Avellaneda, nombrándose Director al Dr. Ricardo Finochietto) donde el 7 de mayo de 1951 se creó la Escuela de Enfermería. En noviembre de 1951 fue operada allí Eva Perón y el día 11 del mismo mes, desde su habitación del Hospital, Evita votó por primera vez como millones de mujeres argentinas.
A la acción desplegada, la Fundación sumaba su solidaridad con los países extranjeros que estaban en situaciones de catástrofe o necesidad. Ecuador, España, Italia, Israel, Francia, Japón, Perú y Bolivia, entre otros, dan testimonio de ello.
Al morir Evita, la Fundación continuó su labor, pero ya no tuvo la misma fuerza ni operatividad.
El 8 de octubre de 1955 el Gobierno de facto, LONARDI – ROJAS, promulgó el Decreto Ley 556/55 y modificatorios se decreta el cierre y liquidación de los bienes que pertenecieron a la Fundación Eva Perón.
El renunciamiento: comienza la agonía
Los años de apogeo del poder de Evita rondan el 50 y el 51. Son también los años que la enfrentarían con la enfermedad y su última elección: ¿ser vicepresidenta de la Nación?
El primer signo de su enfermedad apareció el 9 de enero de 1950: Evita cayó desvanecida en un acto inaugural del sindicato de taxistas en Puerto Nuevo. El 13 de enero la Subsecretaría de Informaciones anunció que la esposa del primer mandatario debería alejarse temporalmente de sus actividades e, incluso, internarse por unos días para una pequeña intervención quirúrgica que se realizaría días después.
El 14 de febrero sufrió un nuevo desmayo en la Fundación y fue trasladada a la residencia presidencial de la avenida Libertador. A los 15 días del incidente volvió a su ritmo de trabajo, en la Secretaría de Trabajo y Previsión. En 1951 ya su ritmo de trabajo había descendido considerablemente y los dolores comenzaban a postrarla. Ese año las elecciones se aproximaban.
El 2 de agosto de 1951 la CGT pidió a Perón que aceptara la reelección (hecho posible a partir de la reforma constitucional de 1949) y expresó su anhelo de que Evita lo acompañara en la fórmula. El 22 de agosto, en multitudinaria concentración en la Avenida 9 de Julio, se reiteró la adhesión y el pedido de aceptación: fue el Cabildo Abierto del Justicialismo. Evita se dirigió a la multitud, pero eludió en su discurso la respuesta. Evita reclamaba tiempo para tomar la decisión.
El 31 de agosto, renunció por la cadena nacional de radiodifusión, con las siguientes palabras apagadas y graves: “…Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto…”.
El 28 de septiembre las masas populares se dirigían a la Plaza de Mayo. Surgió la primera confirmación oficial de que Evita estaba padeciendo una leve anemia. Estaba tratándose con transfusiones de sangre y reposaba. Por eso era que no se presentaría ante las masas enfervorizadas. Esa misma noche Eva habló por radio y dijo: “…Pero no quiero que termine este día memorable sin hacerles llegar mi palabra de agradecimiento y de homenaje uniendo así mi corazón de mujer argentina y peronista…”.
La campaña electoral no contó con su presencia, pero tampoco la precisaba: su ausencia era más emotiva y resonante que su voz o su imagen. El 15 de octubre, dos días antes de la fecha histórica, Eva lanzó su libro “La razón de mi vida”, con una primera edición de 300 mil ejemplares y excelentes críticas en los círculos literarios. El 17 de octubre pudo, por primera vez en 24 días, levantarse de su lecho para asistir vestida de negro al acto. La CGT le entregó la Distinción del Reconocimiento y, el Presidente Juan Perón, la Gran Medalla Peronista en Grado Extraordinario. En el discurso de aquel día Eva nombró nueve veces a su propia muerte. Ese discurso es considerado por muchos como su testamento político.
El 5 de noviembre la operó el prestigioso oncólogo norteamericano George Pack. En su pronóstico advirtió que, de mantener reposo absoluto, en un plazo de seis a doce meses se podría prolongar su vida. Sin embargo, todos los datos coinciden en afirmar que la operación a la que fue sometida entonces fue tardía: el cáncer ya se había derramado en metástasis por todo el cuerpo.
Llegado el 11 de noviembre de 1951 se efectuaron los comicios donde Perón fue reelecto con un 60%. Eva votó desde su cama con entera felicidad, sabiendo que su obra había tenido éxito y que sería para siempre.
En abril de 1952 llegó a pesar 38 kilos. El Doctor Pedro Ara, en su obra póstuma cita: “… Si su espíritu pareció seguir lúcido y vibrante hasta el fin, su cuerpo habíase reducido al simple revestimiento de sus laceradas vísceras y de sus huesos. En 33 kilos parece que llegó a quedar aquella señora tan fuerte y bien plantada en la vida…”.
Así, hasta fines de abril de 1952 anduvo a media máquina. Permanecía semanas enteras en la residencia presidencial o en la quinta de Olivos, a veces levantada, a veces en cama. Recibía bastante gente, pese a las indicaciones médicas, pero la fatiga la obligaba a cada rato a suspender las visitas. Incluso, algunas veces, se presentó en actos públicos.
El 1° de mayo asistió al acto junto a Perón. El pueblo, al verla, la alentó a decir su discurso, el último y el más fuerte en su contenido doctrinario en apoyo al ideario peronista. Con mucho esfuerzo lo pronunció. Al terminar, cayó en brazos de Perón. El 7 de mayo cumplió años y recibió el título de Jefa Espiritual de la Nación. En la avenida Libertador miles de personas se apretujaban para saludarla y una caravana de 130 taxis tocaba sus bocinas en saludo. Finalmente, apareció en la gran terraza, saludando con debilidad a la multitud.
El 4 de junio Perón asumió por segunda vez la presidencia. Eva se volvió a obstinar y le mandaron a decir que en la calle hacía mucho frío. A lo que ella respondió con enojo: “…Eso se lo manda a decir Perón. Pero yo voy igual: la única manera de que me quede en esta cama es estando muerta…”. Con una masiva dosis de calmantes, concurrió al acto de asunción, donde se negó a sentarse. Ya agonizante, fue trasladada a un vestidor, acondicionado con todo lo necesario.
Juan Domingo Perón recordaría esta época diciendo: “…Aquellos días de cama fueron un infierno para Evita. Estaba reducida a su piel, a través de la cual ya se podía ver el blancor de sus huesos. Sus ojos parecían vivos y elocuentes. Se posaban sobre todas las cosas, interrogaban a todos; a veces estaban serenos, a veces me parecían desesperados…”.
El fin y el duelo
El 18 de julio de 1952 ocurrió una señal de que su vida se estaba apagando. Entró en un aparente estado de coma. Ante tal situación, los médicos llamaron al padre Benítez, un equipo de resucitación y, otro, de oxigenoterapia.
El 26 de julio comenzó normalmente, pero a las 10 Evita entró en un sopor del que ya no saldría. Esto instó a los médicos a realizar el primer comunicado. El último comunicado, a las 20, avisó que la salud de la enferma había empeorado. El lecho fue rodeado por todos sus hermanos y sus más allegados colaboradores. A las 20 y 23 el Doctor Taquini miró a Perón diciendo: “No hay pulso”.
A las 21 y 36 el locutor J. Furnot leyó por la cadena de radiodifusión: “Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente…”.
Un gran silencio comenzó a cancelar todas las actividades del país. Los transeúntes se marcharon a sus casas. Las radios irradiaron música sacra. Cines, teatros y confiterías cerraron sus puertas. Sus últimos deseos, expresados a Perón, habían sido que no quería que su cuerpo se consumiera bajo tierra y que quería ser embalsamada. Se llamó al Doctor Pedro Ara para que hiciera este trabajo.
La CGT decretó un duelo de 72 horas y en las plazas de todos los barrios porteños se erigieron pequeños altares con la imagen de Eva y un crespón negro recordándola. El día 27 su cuerpo se trasladó al Ministerio de Trabajo y Previsión. El multitudinario velatorio se prolongó hasta el 9 de agosto. La cola era de aproximadamente 35 cuadras. La Fundación repartía frazadas para afrontar las adversas condiciones que se presentaron durante el velatorio y hasta se instalaron puestos sanitarios para la atención de las personas que esperaban.
Llegado el 9 de agosto el cuerpo fue trasladado al Congreso Nacional para rendirle los correspondientes honores. Al día siguiente, la mayor procesión nunca vista en Argentina hasta ese momento fue presenciada por 2 millones de personas, a lo largo de Rivadavia, Avenida de Mayo, Hipólito Irigoyen y Paseo Colón. Estuvo precedida por 9 patrulleros de la policía. Más de 15 mil soldados rindieron honores militares y la cureña fue arrastrada por 45 gremialistas y escoltada por cadetes de institutos militares, alumnos de la Ciudad Estudiantil, enfermeras y trabajadoras de la Fundación. A las 17 y 50, mientras la ciudad silenciosa era estremecida por una salva de 21 cañonazos y cornetas del ejército, seis empleados de una empresa fúnebre introdujeron el ataúd en el segundo piso de la CGT, donde el Doctor Pedro Ara lo recibió para efectuar el embalsamamiento, que duraría hasta 1955.
El cadáver
Iniciada la Revolución (autodenominada) Libertadora en 1955, el cuerpo de Evita fue desplazado por distintos lugares de la Ciudad de Buenos Aires. En 1957 se ordenó el traslado –en un operativo secreto– a Italia, bajo el nombre falso de María Maggi de Magistris, al Cementerio Maggiore de Milán, donde estaría enterrada hasta 1971.
A partir de entonces fue incesante el pedido de restitución del cuerpo por parte de la Familia Duarte. El 1° de septiembre de 1971 el cuerpo de Evita fue llevado por un grupo militar desde el Cementerio Maggiore de Milán (Italia) hasta Madrid (España), donde estaba exiliado Perón. Se dispuso entonces que el cadáver permaneciera en Puerta de Hierro (la residencia de Perón en España) para luego ser trasladado a Argentina.
Tras el fin de la proscripción del peronismo y la asunción en 1973 de Perón como presidente se pensó transportar el cuerpo pero la situación de convulsión interna –unida al deterioro de la salud y posterior muerte de Perón– imposibilitaron que se realizara en vida del esposo de Evita.
Recién el 11 de noviembre de 1974 retornaron los restos de Eva Perón, en un operativo llevado a cabo por el Ministro de bienestar Social, José López Rega y miembros del grupo A.A.A, quienes tuvieron el cuerpo de Evita junto con el de Perón en una capilla ardiente en la residencia Presidencial de Olivos, sin que la Familia Duarte tuviera acceso.
El 22 de octubre de 1976 la dictadura militar dispuso la restitución del cuerpo de Eva Perón a sus familiares. El cuerpo fue llevado a su bóveda, bajo estrictas normas de seguridad, al Cementerio de la Recoleta, donde hoy descansa en paz. (3)
(1) DUARTE, Erminda: “Mi hermana Evita”, Ed. Centro de Estudios Eva Perón, Bs. As, 1972, pág. 20.
(2) PERÓN, Eva: op. cit, pág. 179.
(3) Efemérides Culturales Argentinas. Copyright © 2001 – 2013. Ministerio de Educación de la Nación. Subsecretaría de Coordinación Administrativa. Producción: Dirección de Gestión Informática
Anuncio de la Ley del Voto Femenino – Evita (4)
Mujeres de mi Patria:
Recibo en este instante, de manos del Gobierno de la Nación, la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras, con la certeza de que lo hago, en nombre y representación de todas las mujeres argentinas. Sintiendo, jubilosamente, que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria.
Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos una larga historia de lucha, tropiezos y esperanzas. ¡Por eso hay en ella crispaciones de indignación, sombras de ocasos amenazadores, pero también, alegre despertar de auroras triunfales!…Y esto último, que traduce la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional, sólo ha sido posible en el ambiente de justicia, de recuperación y de saneamiento de la Patria, que estimula e inspira la obra de gobierno del general Perón, líder del pueblo argentino.
Mis queridas compañeras:
Hemos llegado al objetivo que nos habíamos trazado, después de una lucha ardorosa. Debimos afrontar la calumnia, la injuria, la infamia. Nuestros eternos enemigos, los enemigos del pueblo y sus reivindicaciones, pusieron en juego todos los resortes de la oligarquía para impedir el triunfo. Desde un sector de la prensa al servicio de intereses antiargentinos, se ignoró a esta legión de mujeres que me acompañan; desde un minúsculo sector del Parlamento, se intentó postergar la sanción de esta ley. Esta maniobra fue vencida gracias a la decidida y valiente actitud de nuestro diputado Eduardo Colom. Desde las tribunas públicas, los hombres repudiados por el pueblo el 24 de febrero, levantaron su voz de ventrílocuos, respondiendo a órdenes ajenas a los intereses de la Patria. Pero nada podían hacer frente a la decisión, al tesón, a la resolución firme de un pueblo, como el nuestro, que el 17 de octubre, con el coronel Perón al frente, trazó su destino histórico. Entonces, como en los albores de nuestra independencia política, la mujer Argentina tenía que jugar su papel en la lucha. Hemos roto los viejos prejuicios de la oligarquía en derrota. Hemos llegado repito, al objetivo que nos habíamos trazado, que acariciamos amorosamente a lo largo de la jornada. El camino ha sido largo y penoso. Pero para gloria de la mujer, reivindicadora infatigable de sus derechos esenciales, los obstáculos opuestos no la arredraron. Por el contrario, le sirvieron de estímulo y acicate para proseguir la lucha. A medida que se multiplicaban esos obstáculos, se acentuaba nuestro entusiasmo. Cuando más crecían, más y más se agigantaba nuestra voluntad de vencer. Y ya al final, ante las puertas mismas del triunfo, las triquiñuelas de una oposición falsamente progresista, intentó el último golpe para dilatar la sanción de la ley.
La maniobra contra el pueblo, contra la mujer, aumentó nuestra fe. Era y es la fe puesta en Dios, en el porvenir de la Patria, en el general Perón y en nuestros derechos. Así se arrancó la máscara a los falsos apóstoles, para poner punto final a la comedia antidemocrática.
Pero… ¡bendita sea la lucha a que nos obligó la incomprensión y la mentira de los enemigos de la Patria!… ¡Benditos sean los obstáculos con que quisieron cerrarnos el camino, los dirigentes de esa falsa democracia de los privilegios oligárquicos y la negación nacional! Factores negativos que ignoran al pueblo, que desprecian al trabajo y trafican con él, incapacitados para comprender sus reservas combativas. Esas mentiras, esos obstáculos, esa incomprensión, retemplaron nuestros espíritus. Y hoy, victoriosas, surgimos conscientes y emancipadas, fortalecidas y pletóricas de fe en nuestras propias fuerzas. Hoy, sumamos nuestras voluntades cívicas a la voluntad nacional de seguir las enseñanzas dignificadoras y recuperadoras de nuestro líder, el general Perón. Marchamos con las vanguardias del pueblo que labrará desde las urnas el porvenir de la Patria ansiando una Nación más grande, más próspera, más feliz, más justiciera y más efectivamente argentina y de los argentinos.
He recorrido los viejos países de Europa, algunos devastados por la guerra. Allí, en contacto directo con el pueblo, he aprendido una lección más en la vida. La lección ejemplarizadora de la mujer abnegada y de trabajo, que lucha junto al hombre por la recuperación y por la paz. Mujeres que suman el aporte de su voluntad, de su capacidad y de su tesón. Mujeres que forjaron armas para sus hermanos, que combatieron al lado de ellos, niveladas en el valor y el heroísmo.
Mis queridas compañeras: ¡Inspirémonos en su ejemplo! Este triunfo nuestro encarna un deber, como lo es el alto deber hacia el pueblo y hacia la Patria. El sufragio, que nos da participación en el porvenir nacional, lanza sobre nuestros hombros una pesada responsabilidad. Es la responsabilidad de elegir.
Mejor dicho, de saber elegir, para que nuestra cooperación empuje a la nacionalidad hacia las altas etapas que le reserva el destino, barriendo en su marcha los resabios de cuanto se oponga la felicidad del pueblo y al bienestar de la Nación.
¡Con nuestro triunfo hemos aceptado esta responsabilidad y no habremos de renunciar a ella! La experiencia de estos últimos años, que puso frente a frente la reprimida vocación nacional de justicia económica, política y social, y los viejos caciques negatorios de los derechos populares, ha de servirnos de ejemplo. En momentos de gravedad, los hombres argentinos supieron elegir al líder de su destino e identificaron en el general Perón todas sus ansias negadas, vilipendiadas y burladas por la oligarquía sirviente de intereses foráneos. ¿Podremos acaso las mujeres argentinas hacer otra cosa que no sea consolidar esa histórica conquista? ¡Yo digo que no! ¡Yo proclamo que no! Y yo les juro que no, a todas las compañeras de mi Patria.
El voto que hemos conquistado es una herramienta nueva en nuestras manos. Pero nuestras manos no son nuevas en las luchas, en el trabajo y en el milagro repetido de la creación.
¡Bordamos los colores de la Patria sobre las banderas libertadoras de medio continente! ¡Afilamos las puntas de las lanzas heroicas que impusieron a los invasores la soberanía nacional!
Fecundamos la tierra con el sudor de nuestras frentes y dignificamos con nuestro trabajo la fábrica y el taller. Y votaremos con la conciencia y la dignidad de nuestra condición de mujeres, llegadas a la mayoría de edad cívica bajo el gobierno recuperador de nuestro jefe y líder, el general Perón.
Tenemos, hermanas mías, una alta misión que cumplir en los años que se avecinan. Luchar por la paz. Pero la lucha por la paz es también una guerra. Una guerra declarada y sin cuartel contra los privilegios de los parásitos que pretenden volver a negociar nuestro patrimonio de argentinos. Una guerra sin cuartel contra los que avergonzaron, en un pasado próximo, nuestra condición nacional. Una guerra sin cuartel contra los que quieren volver a lanzar sobre nuestro pueblo la injusticia y la sujeción. En esta batalla por el porvenir, dentro de la dignidad y la justicia, la Patria nos señala un lugar que llenaremos con honor. Con honor y con conciencia. Con dignidad y altivez. Con nuestro derecho al trabajo y nuestro derecho cívico.
Somos las mujeres, misioneras de paz. Los sacrificios y las luchas sólo han logrado, hasta ahora, multiplicar nuestra fe.
Alcemos, todas juntas, esa fe, e iluminemos con ella el sendero de nuestro destino. Es un destino grande, apasionado y feliz. Tenemos para conquistarlo y merecerlo, tres bases insobornables, inconmovibles: una ilimitada confianza en Dios y en su infinita justicia; una Patria incomparable a quien amar con pasión y un líder que el destino moldeó para enfrentar victoriosamente los problemas de la época: el general Perón.
Con él y con el voto, contribuiremos a la perfección de la democracia argentina. Nada más.
(4) Discurso pronunciado el 23 de septiembre de 1947 en Plaza de Mayo con motivo de la sanción de la ley que otorgó el derecho al voto a la mujer argentina. Fuente: Eva Perón, Discursos (Selección), Compilación del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón, Biblioteca del Congreso de la Nación.