La Plaza
Van a decir que todo quedó sucio. Yo a la plaza la prefiero así, hinchada y feliz. A cara limpia, con los cueros descubiertos, las mujeres con abanicos de cartón y las pibas en corpiño.
No la quiero con caballos montados ni barricadas. Yo la quiero libre y soñadora. Sin las vallas móviles de 2001 o las rejas fijas de 2018. De lado a lado desbordante, con humo de carbón y no de gases lacrimógenos. Nos acomodamos a treinta metros del escenario y entre unos y otros no cabe ni medio átomo. Pero cuando alguien se desmaya se hace lugar, nacen diez paramédicos, se fabrica aire porque no hay. Nos cuidamos entre nosotros, como debe ser. Como debió ser siempre.
“¿No te cansa sostener la bandera? Y.. si esperé cuatro años…”. ¿Cómo es posible soportar tanto calor” “Y… si aguantamos cuatro años…”Ya sale Alberto, ya sale Cristina…Y si bancamos cuatro años, que nos hace una horita más”.
Van a decir que todo quedó arruinado. Lleno de mugre y basura. No señora. Esto desaparece. Los bonos basura no, esos nos van a llevar más tiempo y esfuerzo. Los vamos a tener que pagar un peso sobre otro. Yo a la plaza la prefiero así, caliente y desbordada. Como en marzo del 84, oyendo a Don Raúl Ricardo. Describe el crítico estado económico y social; denuncia la injusta distribución de la riqueza y promueve la unidad latinoamericana. 100 días de democracia. 36 años de democracia. Caminamos tanto para estar en el mismo lugar. Pero no aflojamos.¡No, para nada! Cuando estés al borde de todo, buscá el preámbulo de la Constitución Nacional y leelo fuerte. Yo sé lo que te digo.
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“Oiga compañero, ¿me comparte un chori para el pibe, que no come desde anoche? Dale, ¿Cómo te llamás? Juan me llamo”, dice el chango, “Juan Néstor…” Pido uno doble para el futuro dirigente.
Van a decir que pisamos el césped y las flores, que pintamos los monumentos. Que saldrá caro arreglar todo. No señor. Muchísimo más caro sale no tener esta plaza. Más cara sale la otra, la de las bombas y de los escombros, la del 55. La de la represión, la de las balas de verdad, la de los muertos y desaparecidos. Esas plazas nos cuestan más que plata. Generaciones enteras pagaron al contado. Yo a la plaza la prefiero así, con la argentinidad al palo. Ya saben de qué hablo.
“Éste es mi sueño y el de muchos más. Esta es mi casa donde quiero estar. Calmar mi sed, viajar en paz.” El ruso Lebón canta con lo que tiene, como un buen prócer. Y es que de eso se trata. De cantar y de cantarnos en esta casa de la intemperie tan querida; de apoyarse en el cuerpo transpirado del otro para no caer. De compartir el agua para tomar, para mojarse, agua pura de botella , no de camiones hidrantes. Se trata de saltar porque el que no salta es un inglés, y nadie quiere ser inglés, aunque las rodillas se aflojen después de diez horas. Para terminar con la ansiedad, suena el himno y lo gritamos como en la cancha, como la primera vez en la escuela. Se aplaude, se llora, se agita la celeste y blanca, va llegando al final. Salen Alberto y Cristina. Hablan. Emocionan. Contagian. Esperanzean de verdad, si cabe el verbo. El cielo estalla. Todos estallamos. Nos vamos despacio, no adonde queremos, porque la plaza es una víbora que te lleva donde ella quiere. Yo la prefiero así, excedida, caótica, viva y latiendo, joven en su vejez, fuerte en su persistencia. Volvimos y volveremos las veces que haga falta.
Mañana un turista desprevenido, como casi todos los turistas, preguntará qué ha pasado. Y el barrendero, orgulloso, le dirá: “¿No lo sabe? Es que anoche, señor, anoche acá en la plaza hubo una fiesta”.
Pascual Fidelio
con fotografías de