La mirada de Jorge Lupo
Por Edgardo Lois |
En la biblioteca Mastronardi de Gualeguay hay fantasmas. Los intuí en mi primera visita. Fantasmas y tiempo, memoria
Sucedió luego de que el azaroso vaivén de los días me llevó hasta una fotografía de Jorge Lupo: una mirada sobre la sala principal de la biblioteca. La luz de dos tubos fluorescentes sirve para dejar casi todo a la vista. Imagino que cuando Lupo fundó su click de descubrimiento, los fantasmas de los otrora asesores para la compra de libros: los poetas Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi (ellos, poco queridos por muchos gualeyos vigilantes de las “buenas” lecturas y costumbres), respetuosamente se colocaron en el fuera de cuadro, donde los presiento cada vez que miro la foto. Asesores silenciosos –aun cuando fueron obligados a dejar los cargos– y testigos en el presente del click: ubicados ellos a un lado de quien mira y piensa.
¿Quién es Jorge Lupo?, fue la pregunta. Encontré en el ciberespacio la presencia de la obra del artista desconocido. Sus fotos me llevaron, red social mediante, hasta su palabra. Lupo es de 1946. Vive en el oeste de la provincia de Buenos Aires: San Antonio de Padua. Es viajero practicante, y rinde culto a la amistad, placeres que lo trajeron hasta Gualeguay.
¿Recuerda Lupo los pasos iniciales con cámara en mano?: En ese primer momento uno queda atrapado en la cosa del maquinismo, conocer todos los detalles de la cámara. Después empieza a pensar en que hay que poner todo en marcha para sacarle el jugo. Comencé a sacar. Cuando entrás a ver, la cosa te captura. Yo vivía en San Telmo, nací cerca de ese barrio. Le sacaba fotos a la torre de la Municipalidad, a las garitas de los policías, cuando todavía usaban mangas blancas, años 60. En Belgrano y Piedras había una garita y yo la miraba, siempre con un toque de nostalgia, más cuando llovía. Al ver las imágenes donde vos congelás el tiempo en un click, quedás prendado y enloquecido con lo que es, conceptualmente, la fotografía.
Pienso en Roland Barthes y nombro su “click”, el sonido de la muerte; completa Jorge: Todo queda congelado, es un fenómeno de espacio/tiempo: “Esto ha sido”, dijo Barthes. Click y parece que detuviste el tiempo, y de alguna manera lo detuviste.
Consulto por su receta para la magia: Las recetas van cambiando porque uno cambia. No es lo mismo a los 20 que a los 40 o 60. Tiene que ver además con tu estado de ánimo. Uno lee, se puede quedar prendado del momento decisivo de Cartier-Bresson, o de la cosa más reflexiva y con más tiempo de Ansel Adams. Yo soy bastante amplio y no me ciño a algo muy clásico. Puedo trabajar con lo que viene, en principio, y siempre traté de manejar el por qué y el para qué. Levanto la cámara y antes de llevar el visor a los ojos, me digo: por qué voy a sacar esto, qué me plantea. Si encuentro algo muy íntimo, o sea, recontrasubjetivo, puedo disparar. Puedo quedar embelesado por algún paisaje, o por una situación callejera que me interesa porque dice algo social, político. Entonces disparo. Siempre debe importar el resultado final, la foto que está en el papel: si me pega, me golpea; cómo hiciste vos para llegar a la foto no me interesa. Se evalúa la imagen, no el proceso.
Arriesgo la idea de que la libertad declarada esté relacionada con el hecho de ser autodidacta: Puede ser, no sé, soy autodidacta en la parte técnica, pero en la parte expresiva he leído mucho: Barthes, Susan Sontag, Walter Benjamin, Pierre Bourdieu, tipos que se han calentado bastante con el tema de la imagen. Entra una cantidad de cosas en tu cabeza y eso tendrá un determinado resultado, más los talleres que hice, me da esa resultante de no ceñirme a nada. La imagen tiene que transmitir algo; Ansel Adams decía que después de sacar la foto y hacer la copia tenés hecho el 50 %, falta luego el otro 50 que aporta el lector o espectador.
Viendo sus fotos de lugares diversos (isla de Santa Catarina, Brasil (día de Yemanjá), los restos de La Forestal en el norte de Santa Fe, Jujuy) pregunto por los cementerios; en esas fotos adivino un interés especial: Le doy especial entidad a los cementerios. Tienen gran riqueza, primero son antiguos, y además “la piqueta fatal del progreso”, como dice Jaime Roos, le cae a cualquiera, pero en los cementerios es más difícil. Están más a salvo. Es como un reservorio. Por ejemplo el de la isla Martín García, ahora ya lo tocaron, pero yo fui en el 88, y estaba a salvo, una maravilla la tumba del ahogado desconocido, tumbas con cruces que no están a 90°, también las he visto en el cementerio de Azul y en otros… el 50 o 60 % de las tumbas en Martín García son con estas cruces.
Sobre este tipo de cruces inclinadas recuerdo, y cito parte del trabajo de Juan Gimeno: Cruces no convencionales en cementerios argentinos (Patrimonio cultural en cementerios y rituales de la muerte, 2005): En Martín García, en cuyo cementerio se encontró la mayor cantidad relativa de cruces inclinadas, existen elementos para suponer una fuerte actividad anticlerical y masónica durante los años de mayor aparición de dichas cruces:
La isla estuvo tomada, entre 1838 y 1840 primero, y después entre 1845 y 1852, por tropas francesas e inglesas, acompañadas por expatriados del gobierno de Juan Manuel de Rosas, liberales y anticlericales, muchos de ellos fundadores de numerosas logias en Argentina y Uruguay.
En la toma de la isla en 1845 tuvo un papel protagónico José Garibaldi, Gran Maestre del Gran Oriente de Italia con grado 33°, fundador de logias en Gualeguaychú y Montevideo.
Entre 1852 y 1900, 13 de los comandantes de la isla pertenecieron a la masonería, entre ellos Manuel Olazábal, Rufino Victorica y Donato Álvarez.
El teniente Luis Py, comandante entre 1871 y 1873, fue iniciado en la masonería el 5 de agosto de 1861 por otro que también fuera comandante, el coronel Jacinto Maroto Hernández, que llegó al grado 33° de esa institución y que vivió 20 años en la isla. Esa ceremonia fue realizada en la isla (Lappas, 2001, Pág. 352), lo que indica claramente el funcionamiento de una logia en el lugar, probablemente presidida por Maroto Hernández.
Continúa Lupo: Sorprende en los cementerios la arquitectura, los tipos se gastaban una fortuna en hacer tumbas o mausoleos Art Decó, esculturas impresionantes en mármol. Fui al cementerio de Gualeguay, me gustó mucho, y creo que hay un ángel caído hecho en mármol. Obras de escultores italianos y de otros países para recordar un muerto. Por estas cosas me atraen. Y hay distintos cementerios. No es lo mismo ver el de Maimará o el de Casira en la puna jujeña que ver los de la gran ciudad. Marcar esas diferencias me resulta muy interesante desde lo histórico.
Lupo y la muerte: No pienso en la muerte, cuando voy por los cementerios no me preocupan los muertos ni pienso en el tiempo que me queda, pienso en la luz del atardecer sobre la arquitectura, el ámbito, las callejuelas me atraen desde lo histórico, como me atraen las casas viejas. Me gusta documentar, algo que hoy está un poco dejado de lado en la fotografía. Tengo fotos de casas en la ría de San Antonio Oeste que pertenecían a funcionarios del ferrocarril, 1905 /10, madera y chapa, eso me resulta muy interesante, y si es así, avanti con los faroles. Recuerda al fotógrafo Horacio Coppola, gran documentalista, se pregunta: ¿Si él no hubiese sacado la construcción del obelisco cuando Corrientes era angosta? Y también se pregunta: Cuánto trabajo documentalista, y del otro, de fotógrafos ignotos, irá a parar a la basura. Me da mucha pena.
Intereses del fotógrafo: Me interesan los fenómenos sociales, los santuarios, el del Gauchito Gil en Corrientes, el de Gilda, más allá de los motivos comerciales de algunos, me interesa el sincretismo, con la religión pasa un poco lo mismo, como la caminata a Luján, está el negocio y la fe.
¿La docencia?: Siempre me gustó, y hará unos 7 años que enseño fotografía y lo disfruto muchísimo. A esta altura del partido creo que debería haber sido docente de movida. No lo tomo como un laburo, me encanta hacerlo.
Su relación con Gualeguay viene de la mano del encuentro con dos referentes culturales de la ciudad: Nora Cosso y Julio Saldaña (el Juana). Cuenta Jorge Lupo: Mario Saldaña, primo hermano del Juana, es amigo, y me contó que el Juana lo había llevado a ver la toma vieja de agua, y que era un lugar impresionante, que lo tenía que conocer. Así que un día el Juana nos llevó. Nos dijo que hay mucha gente de Gualeguay que no la conoce. Me pareció fantástica, yo soy ingeniero electromecánico, imagínate, un pan con dulce de leche. Saqué muchas fotos. El predio es grande y está bastante cuidado, y hay un viejo cuidador que es, creo, hijo del original. Después nos hicimos amigos con Nora y el Juana, una comunión muy grande. Jorge Lupo estuvo también en las ciudades entrerrianas de Victoria y Concordia.
Hace pocos días tuve la oportunidad de conocer personalmente a Jorge Lupo y a Graciela, su compañera. La charla en directo confirmó cada palabra, cada idea, aportada por el fotógrafo. Un hombre atento al mundo, un hombre que vive a consciencia despierta. Y este cronista valora especialmente cuando la persona y su obra están en armonía. Cuando se da el caso de la conjunción, los testigos saben de la felicidad, y saben del camino verdadero por donde puede darse el sincero encuentro con el arte.
Edgardo Lois / Marzo 2016 / Gualeguay
Comments are closed.