La final del siglo
Un partido que no se privó de ningún exceso, ni siquiera del exabrupto de jugar su final de Libertadores…, en casa de los conquistadores.
Mario Bellocchio
Y River se llevó la “final del siglo”. Calificativo que hace aparecer de inmediato a los puristas futboleros que reniegan de la importancia del encuentro y a los antifutboleros que te enrostran el presunto “circo” conque Macri y su banda te tapan los desmanes de Gobierno y, supuestamente, uno se traga…, si habla de fútbol.
Lo cierto es que lo sucedido sucedió y justo en este país que no necesitó de las trapisondas macristas para que el fútbol fuera protagónico –remember Mundial 78– y desplazara por momentos a los desaparecidos de verdad de aquel entonces y a los “desaparecidos” de la consideración estatal presentes. Una cosa es una cosa y otra, otra. Si hay conciencia civil hay lugar para cada suceso, si no sos un cabezadetermo carente de raciocinio.
Hecho sea el prolegómeno vamos al espacio dedicado al digno balompié de las Américas (Considéreseme excusado de aludir nuevamente a los desmanes que antecedieron al encuentro de Madrid).
La final de la “Copa Conquistadores de América” se disputó con toda la normalidad que proveía la descafeinada sede madrileña dicho sea desde el entorno fanático-futbolero que le impone la lejanía del origen.
A poco del pitazo de las 16.30 de aquí, se pudo palpar las intenciones de los contendientes: Boca plantado de contragolpe, con el pelotazo como recurso protagónico –cosa que no descarta alguna que otra excepción de jugada más elaborada– y River tratando de anticipar y avanzar tocando de primera por las bandas y usando el pase profundo o el remate desde afuera si el planteo no prospera. Así las cosas y con un Maidana atravesando un momento poco lúcido, el que llegó con más peligro durante todo el primer tiempo fue Boca, generalmente con centros llovidos cuyo achique complicó a la defensa de River.
Ya a los 9′ Maidana casi le evita la tarea a los de Boca y se la emboca a su compañero Armani. Un minuto después Pablo Pérez remata de voleo a metros de Armani bien ubicado. Boca gana casi todas las pelotas divididas y a los 23′ un cabezazo de Izquierdoz se va apenas desviado. A los 27′ Ponzio comete una falta, de fallida ejecución, en la medialuna de su área. Un minuto después se produce la –quizá– única situación de gol del primer tiempo, favorable a River. Una pelota llovida a la que Pratto llega claramente antes que Andrada produce la dudosa carga del arquero sobre el delantero. El árbitro –el uruguayo Andrés Cunha de floja actuación– muy seguro de su apreciaciación –ni se le ocurrió recurrir al habilitado BAR– sancionó con infracción del delantero la jugada que casi todos los medios, incluido el de la transmisión televisada, tradujeron como “claro penal”. Un minuto después sanciona como “jugada peligrosa” dentro del área de River una planchita de Pinola sobre Nández.
Se suceden situaciones de peligro en el entorno de Armani hasta que en un ataque de River la pelota queda en los pies de Nández quien le coloca una excelente pase en profundidad a Benedetto que elimina a los defensores y evita el achique de Armani con un preciso remate al golazo. Uno a cero y lengua burlona del delantero. Corrían 43′ del primer tiempo que muere sin otras variantes de interés.
En la reanudación se nota la reafirmación metodológica de River con fe en sus formas y un constante asedio a Andrada al que sólo le falta la concreción. Sobre los 13 minutos un cambio audaz en River: se va el capitán, Ponzio e ingresa Quintero –Gallardo en plena comunicación “telepática”– y a los 17′ “Wanchope” Ábila sustituye a Benedetto. A los 22′ Pratto concreta una monumental jugada de toques de River con el golazo del empate.
Boca acentúa su búsqueda vía pelotazo y se le nota que comienza a pagar peaje por el esfuerzo físico del anticipo. De todos modos logra algunos peligrosos tiros libres en la boca del área adversaria que no se concretan por imprecisión. A los 27′ cambio en River. Se marcha Montiel e ingresa Mayada.
Sobre el final de los 90 reglamentarios se producen dos situaciones que serían determinantes a posteriori: a los 43′ Barrios es amonestado en Boca y un minuto después Pablo Pérez –agotado– se marcha reemplazado por Gago.
A tres minutos de iniciado el suplementario, Wilmar Barrios, de fundamental tarea en el medio campo boquense, se hace sacar una infantil tarjeta amarilla que se convierte en expulsión: Boca con 10 y notoriamente disminuido físicamente.
A los 5 minutos del primer suplementario se marcha Villa e ingresa Jara en Boca y dos minutos después Julián Álvarez ingresa en lugar de Exequiel Palacios en River, que acosa pero no concreta. El pibe Álvarez y el Pity pierden sendas oportunidades. Se va el primer suple.
A los tres del segundo suplementario –dos tiempos de 15′ cada uno– locura millonaria, el golazo de Quintero luego de una lucida sucesión de toques: 2 a 1. Los equipos agotan los cambios. A los 6′ Nacho Fernández se marcha e ingresa Zuculini en River y en Boca se marcha Buffarini y entra Tévez. Dos minutos después, acentuado el “a la carga Barracas” boquense, Armani debe salvar un cabezazo de su compañero Mayada con destino de red en contra.
River debe soportar el desprolijo ataque de Boca de los últimos minutos donde cuentan un buen remate de Gago contenido por Armani –a partir de allí se lesionó y debió salir: Boca con 9–, uno de Izquierdoz que tras un rebote pegó en el palo derecho de Armani y salió, y la participación de Andrada como delantero haciendo abandono de su arco, situación que, al cabo, redundó en el tercer gol de River –el Pity Martínez– en un contraataque sin arquero rival. Final, final, final…
River campeón de la final de América –jugada en España– más larga y más manoseada de la historia de este torneo.
Ganó el equipo que entendió que este deporte no se trata sólo de embocarla más veces en el arco adversario. Aunque a veces un “llanero solitario”, un manejo extra futbolístico o un golpe de suerte otorguen la victoria, las mayores probabilidades van a estar siempre del lado de los que priorizan al equipo. De los que entienden que a las piernas las maneja un cerebro que también necesita su preparación y su gimnasia de entrenamiento.
Mario Bellocchio
Foto: RTVE
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