Horacio González*
Querido Horacio. Una vez más nos dejás llenos de asombro, amagaste con irte y tu presencia deviene más nítida, con mayores relieves, ofreciendo miradas para perforar dogmas y verdades encofradas. Aquí estás con tu estilo inconfundible, con esa mezcla tan tuya de sabiduría y modestia, de utopía y realismo, esa manera de volar, de alejarte para acercarse mejor al centro de las preguntas, describir los claroscuros de la sociedad, extraer algunas luces entre tantas sombras. “Cómo no José, con mucho gusto, así obtendré por fin mi carta de ciudadanía en Boedo”. Me contestaste cuando te solicité para una entrevista en nuestro periódico barrial. Y aquí estamos, con el amigo Mario Bellochio, nuevamente en el Margot, esa mañana del 25 de enero del 2018, tus palabras fluían calmas y precisas entre cafés y medialunas, asociando lo universal y lo barrial. A continuación reproducimos esa entrevista, los lectores coincidirán, tu presencia se va profundizando. (José Muchnik). 23 de junio 2021.
Del barrio al mundo: Horacio González nos explica con maestría cómo la comprensión de la vida local es necesaria para concebir el funcionamiento llamado “global” en su peligrosa deriva
Pero si tomamos el ejemplo de Palermo, ahí sí hay una idea de falsa comunidad y de vecindad basada en nuevos modos de vida, en una ciudad emancipada, en donde reinan libertades de tipo moral, digamos, vinculadas a las costumbres que se revelan siempre en supuesto contacto espontáneo entre las personas, y esto ligado a la fuerte presencia de un núcleo juvenil que cambió la vida de Palermo. Es uno de los grandes fenómenos que se trasladan tarde o temprano a la política. Este Palermo comenzó cuando las grandes inmobiliarias compraron grandes extensiones, casas, hasta manzanas enteras y las comenzaron a definir con nombres que no pertenecían a la identidad que venían sustentando, como Palermo Hollywood, Palermo Soho. De uno de los barrios más viejos y más literarios, incluso por la presencia de Borges, se formó un lugar de fuerte tránsito turístico, de fuerte tránsito juvenil, en la medida en que iba perdiendo sus características de una periferia de la ciudad que tenía cierta mitología. Uno no puede renegar de las modernizaciones diversas que tuvo la ciudad, pero sí se puede cuestionar y trazar un enfoque crítico respecto de cómo este Gobierno está produciendo su política de modernización de la ciudad, convirtiendo en irreales, incluso las formas de envejecimiento; hay un tipo de bar temático que simula una supuesta vejez que está programada por diseñadores que salen de la Facultad de Arquitectura, esto coincide con la creación de la carrera de Diseño. Se diseñan barrios y se diseñan vidas también. Hoy el ejemplo más pertinente para pensar que el rediseño de la ciudad tiene que ver con la política ciudadana y pone a una especie de vecino, vaciado de sentido histórico, en lugar del ciudadano, es la reconstrucción de la Plaza de Mayo, que es la plaza histórica del país, que tuvo varias reconstrucciones. El Cabildo fue reconstruido cuatro veces, por ejemplo. Siempre hubo cierto respeto por la estructura original de la plaza que ahora se ha perdido, pero lo que no se perdió es que es el lugar donde “el pueblo quiere saber de qué se trata”. Ese espacio en 200 años permaneció como el lugar de la pregunta de lo popular hacia los poderes públicos. El peronismo lo puso en un plano más visible pero todos los grupos políticos tuvieron su presencia en la plaza.
Pregunto: estas dinámicas barriales, esta dimensión barrial ¿Puede servir de apoyo para combatir esa alienación, ese tipo de actor social premoldeado y previsible, esa manipulación del actor social?
Ahora ese tipo de anexiones de un poder central basado en un tipo de control social muy rígido, sobre todo en los medios de comunicación que rebajan todo el lenguaje a una especie de personaje universal que finge tener un pensamiento barrial, que es el buen vecino que le presta el azúcar al otro, las telenovelas, los locutores, muchas personas haciendo el papel de el vecino, resulta ser una figura ficticia de la televisión. No obstante, los vecinos reales, con sus conflictos reales y los barrios reales siguen resistiendo al gran cuadro de dominio de los medios de comunicación, siguen existiendo. Y también deben seguir existiendo en la lucha dentro de los medios de comunicación, porque como convivimos con ellos también hay que pensar en los trabajadores de los medios, con apoyo, por supuesto, de las fuerzas sociales y políticas. En estos momentos no hay duda posible, porque los trabajadores de los medios tienen que ingresar en esta visión de qué es un medio, cómo recupera barrios, cómo recupera la universalidad de un barrio, y cómo de lo universal también hace algo local.
En los primeros años de la globalización se intentó esa utopía de que lo local no desapareciera pero lo local terminó siendo un mero destacamento del modo en que las grandes empresas, las grandes corporaciones fueron diseñando los barrios. Los tranvías hicieron crecer los barrios, el ferrocarril al oeste hizo crecer los barrios y ahí se produjo la anexión de Flores que era una serie de quintas.
Pero ahora el Metrobús– con avenidas de circulación rápida dentro de las viejas avenidas– no está produciendo ese mismo hecho asociativo, donde partes alejadas de la ciudad se van incorporando sin perder su nombre y haciendo tal vez nuevos tipos de barrio. Eso supone un gran debate porque, por un lado, favorece a miles de personas, trabajadores, abreviando su tiempo de trabajo, que es vital, más aún en momentos como éstos, muy disciplinarios para el trabajo y cuando viajar es más complicado. Pero abreviar el tiempo que insume un trabajador fuera de su domicilio puede convertirse en algo así como estar viendo televisión, estás en tu domicilio pero estás entregando tu tiempo a otra cosa. Entonces, el sistema de Metrobús es como lanzas políticas que están reprogramando todas las barriadas de la Capital. Son temas para debatir sin rechazar las ventajas que te den.
HG: En los barrios de toda la ciudad hay luchas por los espacios, para que no sean demolidos o para que se construyan espacios verdes. El gobierno actual tiene una ideología de los espacios verdes. Como todas las ideologías que tomó de los movimientos sociales quiere responder hablando de espacios verdes con un concepto ficticio. Por ejemplo, el Paseo del Bajo va a tener unos centímetros de pasto encima del cemento y el Gobierno llama a eso espacio verde. No, espacio verde en una ciudad es como un diálogo entre la ciudad extremadamente urbanizada y un modo de vida comunitario que efectivamente tiene espacios libres de goce y permite la recreación de la ciudadanía, de ahí que veo vitales los movimientos sociales que intervienen en recuperar, defender y crear espacios nuevos en la ciudad. El gobierno tiene el mismo propósito pero con otro sentido, hoy ves las bicisendas –aclaro que no las rechazo– creando una imagen de una vida feliz en una ciudad donde no pasa nada extraño ni nadie sufre. Como esto no es así, el movimiento social de la ciudad está disputando con el gobierno actual el sentido de palabras como “vecino”, “espacio verde”, “ecología”, “calidad de vida”. Los conceptos pueden ser los mismos, lo que está en disputa es el sentido de esos conceptos.
JM: Dentro de los medios de comunicación ¿Cuál es el rol del periodismo barrial.? Un periódico como Desde Boedo ¿Qué espacio puede generar para ayudar a fisurar este sistema?
JM: Una última pregunta para no quedarnos sólo en la dinámica barrial. Va dirigida al tema del lenguaje ¿Estamos perdiendo la batalla del lenguaje?
El lenguaje es apenas un espolón subordinado a las transformaciones técnicas y al modo en que se habla en los grandes medios de comunicación que imponen una norma lingüística. Y no es la Academia española que impone la norma, además está bien que eso sea así. Esos ceremoniosos personajes vinculados a las telefónicas, porque las telefónicas controlan, de alguna manera, mecanismos para vehiculizar la conversación con zonas de la lengua, en la Argentina es el papel que cumple la Telefónica de España, indirectamente pero lo cumple. Entonces los movimientos sociales barriales deben reivindicar formas de habla mezcladas, que tengan varios niveles, complejidad y simplicidad al mismo tiempo y no un sello único que hace de los vecindarios una especie de homogeneidad lingüística que es la muerte de la conversación.
Hoy hay una disputa por el lenguaje porque el Gobierno ha establecido esa pelea y ha tomado la terminología de los movimientos sociales. Por ejemplo “ecología”, la ha tomado para la ciudad de una manera muy emparentada a un simulacro. Es un Gobierno con muchos simulacros. Por eso hay que salir del simulacro lingüístico que tiene este Gobierno, que además lingüísticamente es muy pobre. Cuando escuchás hablar a sus máximos representantes, su pobreza lingüística revela un esquema básico de lo que puede pasar con un país si sigue predominando esta suerte de glosario idiomático infantilista que, además, cree resolver problemas internacionales con metáforas futbolísticas, por lo menos inadecuadas, más allá de que el fútbol sea otra gran discusión. Aparte de que uno repruebe a este Gobierno, también está cumpliendo un papel vergonzoso a nivel internacional y se sostiene por su política económica, con la cual Merkel y Putin pueden coincidir, pero distinto es lo que piensan de Macri.
La lucha por el lenguaje también está presente en los barrios y el lenguaje ha resistido gracias al intercambio vecinal, gracias a todo lo que no controla la televisión, que quiso controlar el chisme, la papilla idiomática que es lo que uno habla con códigos no secretos sino que el otro entiende para hablar mal de un tercero. El argot de cada lugar también ha sido apropiado, si uno ve los programas de televisión de la tarde donde se sacó el tabique entre lo que se puede y lo que no se puede decir, de ahí la ristra de palabras soeces que es lo que ha innovado la televisión de los últimos veinte años: se puede decir lo que antes el cuidado de una matrona de barrio o un padre de familia impedían. No es igual el discurso íntimo, doméstico, una puteada hecha en familia, que hecha ante dos millones de personas en la televisión. Para la televisión ese lenguaje no es un problema, es rating, es mercancía. El lenguaje tiene que retirarse de su forma de mercancía y convertirse en un vínculo entre humanos. Eso también es indispensable, porque el gobierno de Macri surgió, en gran medida, porque estos procesos técnicos sobre el lenguaje se están dando en las últimas décadas sin que ninguno de nosotros lo perciba demasiado.
(Entrevista realizada por José Muchnik el jueves 25 de enero de 2018 en el bar Margot de Boedo 857 de la Ciudad de Buenos Aires.)
Fotografías: Mario Bellocchio