Ganar o triunfar… esa es la cuestión
Por Pablo Bellocchio |
San Lorenzo le ganó un match importantisimo a Boca en su cancha y lo superó en la tabla quedando como único puntero del campeonato. Los bosteros lo pelotearon durante todo el partido pero San Lorenzo jugó a esperar el error rival que llegó a los 46 minutos del segundo tiempo. El gol lo gritamos todos los Cuervos. El fútbol quedó para otro día.
Para todo hincha de San Lorenzo que se precie, hay pocas cosas mejores que ganarle a Boca. Sacarle tres puntos a los de la ribera siempre tiene un gusto especial. La sana costumbre de aventajarlos lleva ya once partidos de diferencia si contamos solo la era profesional y cuatro partidos a favor del Ciclón si sumamos al historial los encuentros del amateurismo. (A este recuento, el de sumar los partidos de la era amateur, apelan los hinchas de Boca para disminuir la paternidad. De ser así, hijo mío, deberías asumir entonces que vos también pasaste por la “B” ya que recién pudiste ascender en 1913 y lo hiciste por decreto).
Descontando entonces que el gol de Matos lo gritamos todos los Cuervos de ley, aquellos que además de ganar queremos disfrutar viendo a nuestro querido San Loré jugar tenemos, desde hace ya largo rato, nuestras reservas con los planteos de Bauza cada vez que debemos afrontar partidos importantes. El Patón tiende a abandonar cualquier idea ofensiva y se refugia en contragolpear cediéndole todo el protagonismo al rival. Ésto lo ha hecho incontables veces. Contra el Real Madrid, contra River por la Recopa y también el domingo contra Boca. Los primeros dos ejemplos no dieron buenos resultados; en el último caso, ganamos por un error grosero de Bentancour que Mauro Matos facturó con su sapiencia goleadora y su presión en el momento justo. A cobrar y a sacar una vez más chapa de la paternidad.
Se hace difícil, muy difícil, discutirle a un técnico que nos sacó campeones de América y nos tiene como únicos punteros del campeonato a siete fechas del final. Lo que también cuesta es entender por qué Bauza, un técnico con enormes pergaminos, se entrega tanto a un resultadismo timorato que es pan para hoy y hambre para mañana.
Intérpretes para jugar a otra cosa sobran. San Lorenzo tiene uno de los mejores planteles del fútbol argentino y en la parte ofensiva goza de mediocampistas y delanteros de muy buen pie. Es una pena tener que verlos en los partidos decisivos jugando a no perder y pidiendo perdón por adelantarse en la cancha.
Si cabe preguntarse por qué Bauza apela a tácticas tan escuetas, la respuesta probablemente la encontremos en la cantidad de ejemplos en donde el resultadismo defensivo y aburrido del catenaccio dió buenos resultados: la Italia campeona del mundo en 2006, el Chelsea y el Inter de Mourinho, y hasta el mismo Liga de Quito campeón de la Libertadores de Bauza son ejemplos claros de cómo campeonar jugando poco y mal.
San Lorenzo gana y eso se celebra. No quiero mentir ni ponerme en purista. Los goles se gritan fuerte hasta que la garganta quede ronca. Pero ¿Está mal aspirar a algo más que a ganar? Creo que no. Los Cuervos podemos pretender más que eso. Mucho más. San Lorenzo tiene otra identidad. Boedo, con su alma tanguera, quiere a tipos como el Pipi, que nos saca a bailar con sus gambetas, que llora y deja el alma envuelto en la música de su hinchada, la Gloriosa Buteler, mientras guapo, como es, renguea por su pierna maltrecha y sigue en la cancha, épico, erguido.
Esa valentía, esa entrega es la que suele premiar el hincha. Así a él como a Urso…, aquél que literalmente dejó la vida por San Lorenzo. Esa es nuestra identidad. Ojalá la sed resultadista de estos tiempos no la transforme. Ojalá no compremos lo que muchos otros ya adoptaron y pocos resultados –valga la ironía– les dio.
Ojalá aprendamos a gritar algo más que los goles. Ojalá entendamos que el fútbol nos enamoró de chicos, por otra cosa: nos enamoró por esos valientes que dejaban todo e iban al frente jugando con el alma. Esa rebeldía, la rebeldía de los distintos, esos que te cambian el partido, fue la que nos ató de pies y manos a seguir al destino de un grupo de tipos que, fecha a fecha, persiguen una bola caprichosa, obsesionados por meterla adentro de un arco.
¿Será mucho pedir? ¿Será de pecho frío? ¿Será demasiado pedirle todo eso al fútbol? Justo al fútbol que, hoy por hoy, cada vez le deja menos lugar a los románticos… Quizá no. Quizás el fútbol, tan masivo, tan nuestro, tan de todos, es un buen lugar para empezar: recuperar la valentía. “Olvidar” el resultado. Por ahí entonces ganar vuelva a ser un triunfo y no simplemente tres puntos más para la tabla del campeonato.