Frutas y verduras en la mira
“Desde hace años, los plaguicidas dejaron de ser un problema únicamente del campo para volverse una complicación grave para todos”. (Damián Marino, especialista del CONICET integrante del equipo que realizó la investigación que se cita)
Mientras cuatro de cada diez frutas y verduras que se consumen en la Ciudad no cumplen con las normas de uso de plaguicidas, además, seis de cada diez están contaminadas con pesticidas y casi la mitad de ellas contiene algún porcentaje no precisamente inocuo de plaguicidas no autorizados.
Tienta decir “la fruta que esté libre de pecado que arroje la primera cáscara” como si los nobles frutos de la tierra pudieran hacer algo ante tanto descontrol.
Ya van a cumplirse un par de años –septiembre de 2015– desde que la Cátedra de Soberanía Alimentaria (Calisa) de la Escuela de Nutrición de la UBA y el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (Emisa) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) invitaron a quienes quisieran contribuir a una investigación, a llevar “las frutas y verduras que se compran cotidianamente en la verdulería”.
Hecha la colecta, un equipo de científicos de las universidades de Buenos Aires y La Plata buscaron residuos de plaguicidas –insecticidas, fungicidas y herbicidas– en 85 muestras de naranjas, morrones, lechugas, zanahorias y tomates entregadas por la población porteña y llegaron a la terminante conclusión de que “Ocultos en esos productos que médicos y empresas aún insisten en publicitar como los más sanos, los pesticidas nos acechan desde los cajones y estantes de verdulerías y mercados”.
Los detalles revelaron que: seis de cada 10 frutas y verduras evaluadas dieron positivo en, al menos, un plaguicida. En algunas se constató que tenían hasta tres agroquímicos en un mismo artículo.
En 85 muestras de zanahorias, naranjas, lechuga, tomate y morrón, los pesticidas más detectados correspondieron al insecticida clorpirifos, el fungicida epoxiconazol, y también insecticidas como el fipronil y acaricidas como la permetrina.
Del grupo analizado, una hortaliza de raíz comestible con mayor contacto con la tierra como la zanahoria “es el alimento con mayor carga total de plaguicidas, seguida por la naranja y en último lugar la lechuga”, manifiestan los especialistas.
En casi la mitad de los productos que dieron positivo en algún tipo de plaguicida también se detectaron residuos de agroquímicos que no están habilitados para su uso en frutas o verduras.
“En las muestras analizadas, se han detectado plaguicidas prohibidos como endosulfan, paratión o plaguicidas organoclorados persistentes de la familia del DDT. En este último caso se propone que su presencia se debe a procesos de translocación desde el suelo, por la persistencia de estos compuestos en suelo como consecuencia de su uso y persistencia, en el pasado”.
El especialista ya citado, Damián Marino, señala que: “Por fuera de los pesticidas ubicados lo que queda en claro es el descontrol, la ausencia de cualquier regulación efectiva. Eso queda en evidencia cuando se analiza la enorme cantidad de frutas y verduras que dieron positivo en compuestos que no están habilitados para el uso en esos cultivos. Lo preocupante son las cantidades de plaguicidas que incorporamos a nuestro cuerpo cada vez que hacemos una ensalada”.
Mientras tanto su colega, Miryam Gorban, titular de la Cátedra de Soberanía Alimentaria de la UBA, recalcó que la divulgación de estos resultados “debe servir para concientizar a todos de que estamos ante un problema de contaminación generalizado, que ingresa a nuestras casas a través del abastecimiento cotidiano”.
Patricio Eleisegui, en un informe producido para “Diario Z”, señala igualmente que: “Los resultados de esta investigación de la UNLP hacen eco con lo expuesto a fines de abril por este periodista. En esa ocasión, distintos documentos internos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), obtenidos por la ONG ambientalista Naturaleza de Derechos previa intimación judicial, revelaron que el Estado halló partidas de frutas y verduras con residuos de hasta 22 pesticidas entre los años 2011 y 2016.
Y que esa mercadería, integrada mayormente por variedades de pera, apio, mandarina, manzana, frutilla y zanahoria, estuvo a la venta durante el lapso en cuestión en los mercados centrales de Buenos Aires, Mar del Plata y La Plata. Desde que se expusieron los detalles de dicha documentación hasta hoy, SENASA ha evitado pronunciarse respecto del origen y el destino final de esos productos contaminados con agrovenenos”.
Ante el desolador panorama no es cuestión de dejar de comer productos de la huerta sólo porque uno es un ser urbano. Existen cuidados y tácticas de consumo que van desde las minihuertas maceteras de balcón hasta los cultivos orgánicos –legítimos, eso sí– y como aconseja Miryam Gorban desde su Cátedra de Soberanía Alimentaria “Ya que no se puede eludir la compra de estas frutas y verduras, al menos tratar de llevar a nuestros hogares mercadería fresca y someterla a un lavado intenso. Lo ideal es comprarle a aquellos proveedores que revelan cómo han sido cultivados los productos que ofrecen”.
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