Érase una vez un Cordobazo
En coincidencia con el paro que se lleva a cabo en todo el territorio nacional decretado por ambas centrales del trabajo en rechazo a las políticas de hambre del actual Gobierno, se conmemora el 5oº aniversario del célebre Cordobazo. Una rebelión que sucedió en la Ciudad de Córdoba en 1969 y que marcó un hito inigualado entre las manifestaciones populares.
Para Norberto Galasso (*) “es difícil imaginar otra experiencia similar” aunque “su legado este latente”. Señala aquel estallido como “una movilización de dimensiones históricas en las que se obliga al repliegue de la dictadura, y se vislumbra una alianza entre obreros alineados con el sindicato combativo de Agustín Tosco y una gama numerosa conformada por una pequeña burguesía de estudiantes”.
Para Galasso, “el Cordobazo no tiene un carácter partidario, este es uno de sus distintivos. Es un reclamo social, donde confluyen obreros y estudiantes que identificarán al peronismo como elemento contestatario”, y sostiene que aun se mantiene “una falsa idea sobre aquella jornada.
Teniendo en cuenta que los obreros de Córdoba, puntualmente los de fábricas automotrices, eran los mejores pagos del país, se destierra la idea de que el hambre y la miseria generan revoluciones. El hambre y la miseria desarticulan el movimiento obrero, y la fortaleza de este movimiento en los años posteriores a 1945 dan una idea de lo que estoy diciendo”.
“Al día de hoy, las enseñanzas del Cordobazo son latentes. Sobre todo, el legado de Agustín Tosco, quien mostró el camino verdadero sobre el rol inclaudicable de un sindicato: negociar por mejores salarios y por los derechos de los trabajadores. Tenemos al frente de este movimiento un sindicato cuyo líder no era conciliador, y que a pesar de no tener la estructura de un partido por detrás, peleó en forma inclaudicable ante el visible golpe que le estaba propinando Onganía a la Argentina”.
La crónica de aquella jornada memorable para los trabajadores revela el coraje de todos sus protagonistas.
De las pancartas con que recibieron en el Barrio Clínicas a las tropas: “Este barrio está ocupado por el Pueblo”, “Soldado, no dispares contra tus hermanos”, “Soldado, rebélate contra tus oficiales asesinos”, “Barrio Clínicas, territorio libre de América”, “Muera la dictadura”, “El pueblo al poder”[1].
Hace 50 años, el jueves 29 de mayo de 1969, había dado comienzo la huelga general de 37 horas de duración. Los manifestantes acudían hacia el centro de la ciudad a hacer oír su protesta hartos del avasallamiento de sus derechos por la dictadura. La opresión no recorría solo lo laboral sino una larga historia de usurpación del poder a manos de uniformados, en este caso, sometidos a los dictámenes del Imperio.
Desde el sur, por la avenida Vélez Sarsfield, la poderosa columna del SMATA que había partido de IKA-Renault, unos cinco mil obreros, con Elpidio Torres a la cabeza y una gran cantidad de motos abriéndoles el camino. Desde la dirección opuesta, mientras tanto, por las avenidas Colón y General Paz, se movilizaba el otro gremio multitudinario, Luz y Fuerza, al que se sumarían encolumnándose, un numeroso grupo de estudiantes y también de obreros metalúrgicos que bajaban por Colón y los mecánicos de las fábricas autopartistas Perdriel e Ilasa, que venían por General Paz. El otro gran núcleo industrial, Fiat (Concord, Materfer y Grandes Motores Diesel), ausentes de la protesta, se reservaban en su área de la ruta 9 cobijados en la abstención de sus sindicatos de empresa, Sitrac y Sitram.
El objetivo de reunirse en la Plaza Vélez Sarsfield fue detenido en principio por la represión policial a dos cuadras del punto de encuentro. Pero los manifestantes resistieron con piedras, barricadas, bombas “Molotov” y fogatas para quemar los gases lacrimógenos, haciéndose fuertes en el Barrio Alberdi, con apoyo de la población y los elementos acumulados en casas y azoteas. Además de las hondas y las molotovs, el SMATA se había organizado en pelotones de unos veinte trabajadores cada uno, con autonomía para actuar y mapas con los puntos para volver a concentrar[2].
Es en esta instancia cuando, a las 12:30, se produce la primera víctima fatal (Máximo Mena), delegado del SMATA en IKA-Renault. La policía que estaba siendo superada había recurrido a sus armas de fuego con este fatal resultado. La noticia de la muerte de Mena se difunde rápidamente causando la salida a la calle de decenas de miles de personas que se suman a la protesta.
Poco después quedaba demostrada la inutilidad de la caballería policial en la represión ante las tácticas de los manifestantes y el desabastecimiento de arsenal y combustible generaría la retirada policial poco más allá de la una de la tarde, con lo que cerca de 150 manzanas que abarcaban casi todo el oeste de la ciudad habían sido literalmente tomadas por la muchedumbre[17].
Carlos José Caballero, a la sazón gobernador (interventor) de la provincia, solicita la intervención del Ejército. Durante alrededor de cuatro horas en que las tropas se hicieron cargo de la situación la ciudad estuvo en poder de 50.000 manifestantes, apoyados por la simpatía general del resto de la población:
No hubo ninguna cosa mesiánica de toma del poder. Aunque hubiéramos podido hacerlo a la una de la tarde porque ya no quedaba un solo cana en la calle, ni guardia en la Casa de Gobierno. Jorge Canelles[18]. ?
Las “depredaciones” llevadas a cabo en ese lapso tuvieron características simbólicas: las comisarías, el Círculo de Suboficiales del Ejército, la sede de la firma norteamericana Xerox y la confitería Oriental, tradicional espacio de la élite cordobesa. [2,3]. Los 31 edificios dañados en esas circunstancias fueron reparadas con créditos concedidos por el Estado[4].
Después de las 14:30 los manifestantes se guarecieron en los barrios –defendidos por barricadas, alambres colocados a través de las avenidas, clavos “Miguelito” y miles de botellas rotas–, conscientes de que se venía el Ejército. Las lámparas de alumbrado público fueron destruidas por los militantes con hondas y, desde las 20 horas, el sindicato de Luz y Fuerza cortó la luz en toda la ciudad.
El apoyo de la población en los barrios populares era amplio, abriendo las casas, aportando elementos para las barricadas y alimentos y agua para los militantes. No había ninguna intención de enfrentar al Ejército, pero sí de organizar la autodefensa contra una represión indiscriminada, complicando y demorando la recuperación del control de la ciudad por parte de la dictadura[5, 6] .
El presidente de facto, el dictador Juan Carlos Onganía, dispuso colocar a la ciudad bajo gobierno militar. De inmediato el comandante del III Cuerpo –área militar que involucra a Córdoba– el general Eleodoro Sánchez Lahoz –a las órdenes del general Alejandro Agustín Lanusse como comandante en jefe del Ejército, dicta el primer bando militar imponiendo el toque de queda de noche y facultando a las fuerzas de seguridad a abrir fuego: …”Hasta nueva orden y dentro del radio urbano de esta ciudad, ninguna persona podrá circular por la vía pública entre las 20:30 y las 6:30 del día de mañana”… [7].
Los uniformados establecieron también un tribunal militar para juzgar y condenar sumariamente a los sindicalistas y manifestantes detenidos. Una de sus primeras medidas fue allanar las sedes sindicales. Esa misma tarde el comando del III Cuerpo difundió las primeras condenas: ocho años de prisión militar a Miguel Ángel Guzmán y tres años de prisión militar a Humberto Videla.
La población, en general, hizo caso omiso del toque de queda y miles de personas se movilizaban por las calles, mirando la llegada de las tropas y en algunos casos gritando o mostrando carteles de rebeldía. Durante toda la noche ardieron las fogatas y sonaron disparos de los rifles 22 que utilizaban los manifestantes y las ametralladoras que usaban los militares[8].
Desde la madrugada del viernes 30 de mayo el Ejército fue ocupando los barrios, despejándolos de barricadas y obstáculos, y colocando puestos de guardia que garantizaran el control de la ciudad. En el Barrio Alberdi se desalojó al Hospital de Clínicas. Fueron detenidas unas 300 personas[9], de las cuales 104 fueron enjuiciadas sumariamente por los tribunales militares[10].
Años más tarde, el general de división Eleodoro Sánchez Lahoz, quien comandaba el Tercer Cuerpo de Ejército que tuvo a su cargo recuperar la ciudad de manos de la rebelión popular, describió gráficamente el grado de apoyo que el Cordobazo tuvo por parte de la población: “Me pareció ser el jefe de un ejército británico durante las invasiones inglesas. La gente tiraba de todo desde sus balcones y azoteas…” General Eleodoro Sánchez Lahoz? [11].
A las 13:00 la situación aún no había sido controlada. A esa hora unas mil personas enfrentaron al Ejército en el barrio Clínicas y otras 500, marcharon por la calle La Rioja hacia La Cañada[12].
A las 3 de la tarde el comando del III Cuerpo informó que había sido abatido un “francotirador” que operaba desde el Hotel Sussex. La noticia con pretensión de demostración de profesionalidad resultó ser un fiasco ya que se trataba de un turista que se había asomado a la ventana de su habitación[13].
Por la tarde aún seguían en pie varias barricadas sostenidas por los obreros mecánicos con apoyo de la población.
Durante todo el día continuarían los actos relámpago, pero con más dificultades. El último bastión fue el Hospital de Clínicas, rendido la noche del viernes 30. Al día siguiente aún hubo operaciones del Ejército, que recién tomo el control completo de la ciudad el domingo 1º de abril. [15]
El sábado 31 de mayo ya no se registraban protestas. Y los tribunales militares continuaban enjuiciando a los detenidos, entre ellos a los dos líderes del movimiento: Agustín Tosco –que fue condenado a 8 años– y Elpidio Torres –condenado a cuatro años–.
Ese día se hizo presente en Córdoba el comandante en jefe del Ejército, general Alejandro Agustín Lanusse, para verificar la situación y realizar declaraciones a la prensa.
La CGT de los Argentinos y la CGT legalista realizaron un comunicado conjunto denunciando el “proceder criminal y represivo de las llamadas fuerzas del orden” y sosteniendo que “las medidas del gobierno constituyen la caracterización de su condición de dictadura entreguista, antipopular y reaccionaria”. Ambas CGTs declararon el lunes 2 de junio como Día de Duelo y decretaron la “situación de paro” que se concretaría con una nueva huelga por 37 horas el 17 y 18 de junio, con un acatamiento total[16].
Aquella jornada memorable había concluido. La brecha abierta durante su transcurso, la de la defensa de los derechos populares, jamás se volvería a cerrar.
(*) Norberto Galasso: ensayista e historiador revisionista argentino. Estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó como contador, en 1961.
[1]. «El ‘Cordobazo’». Cristianismo y Revolución (Buenos Aires) III (18): 8. primera quincena julio 1969.
[2] Bruschtein, Luis (29 de mayo de 1999). «El Cordobazo. A 30 años del alzamiento popular contra Onganía». Página/12. // Bohoslavsky, Abel (29 de septiembre de 2005). «El Cordobazo». Cátedra Libre Ernesto Che Guevara. Universidad Nacional de La Plata. Archivado desde el original el 2 de junio de 2012. Consultado el 11 de marzo de 2017.
[3] «La Oriental, una confitería que le ganó al olvido». La Voz. 27 de mayo de 2001.
[4] Villar, Daniel (1971). El Cordobazo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. pp. 96-97.
[5] Garzón Maceda, Lucio (diciembre de 1994). «Cordobazo: algunos de sus mitos y leyendas». Estudios (Centro
[6] Bohoslavsky, Abel (29 de septiembre de 2005). «El Cordobazo». Cátedra Libre Ernesto Che Guevara. Universidad Nacional de La Plata. Archivado desde el original el 2 de junio de 2012. Consultado el 11 de marzo de 2017.
[7] «Bando Número Uno». Los Principios (Córdoba). 31 de mayo de 1969.
[8] Córdoba, Aníbal (1971). El Cordobazo. Apuntes de un combatiente. Córdoba: Anteo.
[9] Bruschtein, Luis (29 de mayo de 1999). «El Cordobazo. A 30 años del alzamiento popular contra Onganía». Página/12.
[11] «Los dueños del terror». La Voz. Córdoba. 6 de junio de 2014.
[12] González, Ernesto, ed. (2006). El trotskismo obrero e internacionalista en Argentina. Tomo 4. El PRT La Verdad ante el Cordobazo y el clasismo. Volumen 1 (1969-1971). Buenos Aires: Fundación Pluma. p. 142. ISBN 978-987-23062-0-5.
[13] «Una edición agitada». La Voz. Córdoba. 29 de mayo de 2009. «Se informa la muerte de un francotirador que operaba en el Hotel Sussex. Luego se confirmaría que era Marcelo Terza, un joven que estaba de paso en la ciudad y, por curiosidad, se asomó por la ventana de su habitación.»
[14] Gutiérrez, Mónica (29 de mayo de 1999). «Vecinos del Clínicas, San Luis y la Cañada y la plaza Vélez Sarsfield: ‘Por suerte vencimos el miedo y ayudamos’». Página/12. «Emilio era operario de la Renault cuando fue el Cordobazo y ahora trata de sobrevivir con un pequeño taller de herrería y recuerda que “todavía en la tarde del viernes los vecinos del centro nos arrimaban gomas viejas y cajones de madera para incendiar en la barricada, pero me parece que después se asustaron por cómo venía la mano y terminaron esperando que llegara el Ejército”. Recuerda también a un estudiante de izquierda conocido suyo que se arrimó a la barricada y le dijo: “loco, esto es espontaneísmo puro”. “Es espontáneo porque no lo organizaron ustedes” respondió indignado Emilio.»
[15] «El Cordobazo». Electrum (Córdoba: Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba) (1040): 10-11. 15 de mayo de 2009. Archivado desde el original el 12 de marzo de 2017. Consultado el 12 de marzo de 2017.
[16] González, Ernesto, ed. (2006). El trotskismo obrero e internacionalista en Argentina. Tomo 4. El PRT La Verdad ante el Cordobazo y el clasismo. Volumen 1 (1969-1971). Buenos Aires: Fundación Pluma. p. 153. ISBN 978-987-23062-0-5.
[17] Brennan, James P.; Gordillo, Mónica B. (diciembre de 1994). «Protesta obrera, rebelión popular e insurrección urbana en la Argentina: el Cordobazo». Estudios (Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba).
[18] «Entrevista a Jorge Canelles». Página/12. 29 de mayo de 2002.
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