Encerrar a los viejos
Promulgan un DNU de riguroso enclaustramiento a los mayores. “Los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la economía”. (Christine Lagarde) Por Mario Bellocchio
Una mañana reciente, a mis ochenta, recorro con la pausa que exige encontrar cierta mercadería en las góndolas, los pasillos del “chino” cercano a casa. El propietario, un robusto oriental, me conoce. Hasta allí uno supone cierta connivencia con el cliente-vecino. Y digo bien: hasta allí en que las reglas de la pandemia comenzaron a tensarse.
–¡Señor, por favor apúrese que hay gente esperando afuera!–. La “invitación” no deja de ser amable pero si exclusiva. Mis desplazamientos, más ágiles que los de más de un joven comprador, no son el obstáculo. La verdadera aprensión es que el virus ataca a 8 de cada 10 viejos, y yo soy un viejo. El subtexto podría ser: “no te quedes demasiado tiempo desparramando viruses, viejo de mierda”. Bioy Casares podría escribir allí mismo una jornada de su “Diario de la guerra del cerdo”. Estos nuevos jóvenes decretando el enclaustramiento que lejos de proteger aísla. Me siento Isidro Vidal, el personaje de Bioy, que luego de haberse jubilado descubría que los jóvenes habían decidido comenzar a atacar y a amenazar a los ancianos…
- “Esta es la juventud, que debía pensar por sí misma –adujo Arévalo–. Piensa y actúa como una manada. –Te equivocas –declaró Rey–. Como una piara. Una piara de cerdos”.
Adolfo Bioy Casares, “Diario de la guerra del cerdo”, 1968
Este mediodía, nuestro benemérito Jefe de Gobierno citó a conferencia de prensa luego de la repercusión causada por su globo de ensayo entregado extraoficialmente a la prensa hegemónica a fin de testear previamente su DNU de riguroso enclaustramiento a los mayores.
El jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta; el vicejefe; el ministro de Justicia y Seguridad y el ministro de Salud, Fernán Quirós, protagonizaron este mediodía una conferencia de prensa en la que tuvieron la oportunidad de formalizar una medida que fue anunciada ayer a la noche como una forma de testeo popular antes de emitir el DNU a entrar en vigencia el lunes próximo.
En el adelanto se planteó que los mayores de 70 años deberían gestionar un Permiso de Circulación Obligatorio y Específico a través de una comunicación a la línea 147. Cada gestión tendría validez para el día otorgado. La gestión, se intentó explicar, revestiría el carácter de convencimiento personal por medio de una entrevista a quien se comunique, para otorgarle el permiso y tratar de agotar la instancia sin la necesidad de que el solicitante se ausente de su hogar.
Las circunstancias por las cuales un adulto mayor puede necesitar salir de su alojamiento son de tan diverso origen, y la línea 147 –mayormente robótica– es tan limitada en sus alcances, que resulta increíble, por más que se la atosigue de profesionales del trabajo social, que pueda responder a la requisitoria –como único medio– con eficacia.
Lo que sí se advirtió ¡Y vaya contradicción! que no será necesario tramitar ese permiso para cobrar la jubilación, realizar tratamientos médicos y/o acceder a la vacunación.
“No buscamos prohibir a nadie salir a la calle”, advirtió Larreta. “Se trata de una iniciativa para ayudarlos en sus necesidades cotidianas para que salgan lo menos posible a la calle ante el riesgo de contagio” –no aclaró la direccionalidad del contagio: como receptor del virus o como agente propagador–. “Lo que queremos es ayudar, cuidar, especialmente a nuestros mayores, que mayor riesgo de vida tienen”.
El ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, aclaró, retirándose momentáneamente el barbijo, que la iniciativa no comprende multa para los adultos mayores que salgan a la calle. “No se trata de un proceso punitivo, no hay punición”, recogiendo el carretel de su tanteo de la noche anterior donde se vertió a la prensa que se pretendía sancionar a los infractores con “trabajo comunitario”, intento reproducido por toda la prensa nacional (Parece que alguien lo pensó seriamente).
“Es anacrónico y absurdo que los adultos mayores tengan que gestionar un nuevo permiso para circular excepcionalmente en la Ciudad de Buenos Aires”, señaló el defensor del Pueblo de la Tercera Edad, Eugenio Semino, a Radio La Red.
“Desde el punto de vista gerontológico es anacrónico, es tratar de tutelar casi en forma absurda al adulto mayor.
Señalamos de todos modos, en ese sentido, que el anacronismo geróntológico circularía más por carriles vinculados a las carencias habitacionales y alimentarias que a las patologías de los afectados psíquica y físicamente.
Desde el punto de vista del derecho, es absurda, la medida subestima el concepto de responsabilidad que tiene el adulto mayor”–continúa señalando Semino y agrega–
“Un día 800 mil adultos mayores fueron movilizados para cobrar sus haberes jubilatorios mientras que la campaña de vacunación hace viajar a muchos de un lado para el otro”. “Por eso, en lugar de tomar medidas como la del permiso excepcional, el Gobierno porteño debería controlar el estado de los más de 2.000 adultos mayores internados en geriátricos del sistema público de la Ciudad, porque esos espacios constituyen una verdadera bomba de tiempo”.
Lo que claramente advertimos los adultos mayores es que la declarada protección se trata en realidad de un encierro que evite la propagación hacia el afuera. Antes que el cuidado del anciano, evitar que contagie si está enfermo: un verdadero leprosario.
Los derechos de la ancianidad están vigentes y deberían ser preservados sin medidas claustrofóbicas que se hacen muy difíciles de respetar en los estratos sociales más necesitados de verdadero auxilio.
¿Quién puede creer que para un anciano villero, por caso, sea más saludable permanecer en su cuartucho que tomando aire en la placita del barrio? Si por atendibles razones de propagación no puede o no debe hacerlo habrá que reforzar su espacio de vida, no encadenarlo. Lo contrario es disfrazar los designios de Christine Lagarde : “los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la economía”.
- “La enfermedad no es el enfermo”, pensó, “pero el viejo es la vejez y no tiene otra salida que la muerte”. Adolfo Bioy Casares, “Diario de la guerra del cerdo”, 1968