El mural de Dell’Acqua
La desprotegida puerta de calle del barrio
Por Mario Bellocchio
Hace un par de años, una nota de los colegas de “El Abasto” –“Una joya de Boedo a la intemperie patrimonial”– generó la inquietud del legislador porteño Hernán Rossi para amparar al inmueble como Patrimonio Cultural de la ciudad
Circular por Boedo –la avenida; la que Manzi nombró “antigua” en “Sur”– tiene sus bemoles. Se arranca en Rivadavia por una calle más bien angosta hasta Venezuela. Ahí se agranda (debe saber que está llegando al barrio). En tres cuadras más, Independencia nos indica que cruzamos la frontera municipal y la puerta del barrio se abre generosa aunque no nos reciba “el viejo criado” sino el mural de Dell’Acqua, una enorme y colorida obra artística de venecitas que corona la esquina sudoeste desde hace más de un siglo y que no tiene otro amparo patrimonial que la voluble Ley Nº 3056/09, aplicable a edificios registrados antes del 31 de diciembre de 1941, a pesar de la cual se han demolido innumerable cantidad de inmuebles presuntamente “protegidos”.
La obra supérstite es la coronación del edificio que construyó Enrico Dell’Acqua a comienzos del siglo XX en el solar hasta entonces ocupado por la “Fonda de los vascos”, célebre lugar de recreo, bebida y comidas frecuentado por los paisanos de ese origen en los últimos peldaños del siglo XIX.
Muchas de las sucursales argentinas de las tiendas Dell’Acqua llevaron en sus frentes la marca registrada –y así está escrito en caracteres destacados en la obra artística– representada por la cuadriga romana cuyos corceles son guiados –con su mano izquierda en las riendas– por un hombre alado que porta una antorcha en su diestra. Algo así como el poderío del Imperio conducido por un inspirado y beatífico ángel en pos de la gloria. En la ilustración que corresponde a la sucursal de San Miguel de Tucumán vemos, por ejemplo, la misma coronación que en el inmueble de nuestro barrio. Ninguno de los edificios que las sustentaban sobrevivieron, con excepción de el del cruce de las avenidas Boedo e Independencia. Una razón más para alentar su preservación.
Enrico Dell’Acqua fue un industrial italiano de gran predicamento en su país de origen que se radicó comercialmente en Buenos Aires en 1887 y se dedicó, localmente, a la adquisición de hilo, lana y algodón con los que luego se manufacturaba vestimentas, blanco, lencería y otros artículos textiles.
Su fábrica central que estaba en Corrientes y Serrano desapareció en un recordado incendio de 1901. Pero como no era hombre de fácil resignación, en 1906 abrió una nueva y enorme manufactura en Darwin y Loyola, donde llegó a emplear a miles de personas para abastecer sus tiendas porteñas y provinciales.
Además de la tarea desarrollada en su país de origen y en Sudamérica –especialmente en San Pablo, Brasil– fundó el establecimiento que llegó a ocupar un lugar sobresaliente en la industria y en el comercio locales con la presencia de la gran fábrica, el taller de confecciones, la sección importación y más de 30 sucursales de venta al público, en su mayoría instaladas en edificios propios, en lugares destacados de la Ciudad de Buenos Aires –entre ellos Boedo– y ciudades del interior, todas salidas de proyectos del arquitecto E. Macchi, como puede verse en el bajorrelieve de nuestro mural.
Enrico, falleció en su país de origen, adonde había retornado circunstancialmente, en el verano europeo de 1910, entre otras razones sentimentales, para conocer al nieto nacido del matrimonio de su hija Anna con el senador Borletti. En la mañana del 13 de julio, fue golpeado mientras trabajaba en su oficina en Milán y murió allí unas horas más tarde.
Pero su floreciente industria lo sobrevivió más de veinte años. El edificio de Darwin y Loyola, que sigue en pie transformado en lofts de viviendas y oficinas, fue sede de Casa FOA en los ochenta. En 1933, la dirección resolvió la liquidación de todas las filiales y, poco después, el cierre de los talleres.
Sin embargo, la sucursal de Boedo e Independencia, ya no como Dell’Acqua pero conservando el rubro –y el mural que nos ocupa–, logró permanecer , compartiendo “cartel” zonal con el antiguo Banco Nación –en la esquina opuesta (N. E.) del mismo cruce– y el cine Los Andes, a sesenta metros sobre la misma vereda de Boedo, hasta fines de los años 50. Y ya en 1963 el edificio –con su corona artística “in testa”– recibiría con “Leoyak” al rubro heladería artesanal que aún perdura con “Il Volo”. Luego sufriría mutilaciones varias producto de las adaptaciones comerciales y, el colmo, una aparatosa marquesina comercial que obstruía parcialmente la observación del mural. Acertadamente, hace unos años, el Gobierno de la Ciudad, dentro de una campaña sobre invasión publicitaria del espacio público, desmanteló el engendro y permitió rehabilitar la base del coronamiento donde puede observarse en bajorrelieve la leyenda “Sucursal Boedo”.
Hace más de un par de años que nuestro colega de la revista “El Abasto”, Rafael Sabini, consciente de la insuficiente protección del edificio, publicó “Una joya de Boedo a la intemperie patrimonial” que a través de un evocador relato histórico de Juan Manuel Castro alertaba sobre la debilidad de la cobertura patrimonial y el riesgo implícito. Tiempo después el guante fue recogido por el legislador Hernán Abel Rossi (Suma+) quien basándose en los argumentos esgrimidos por “El Abasto” presentó en septiembre de este año un proyecto de ley en la Legislatura porteña –expediente 2664-D-2017– cuyo artículo 1° señala: Catalóguese con nivel de protección “Estructural” en los términos del Art. 10.3.3 del capítulo 10.3 “Catalogación” del Código de Planeamiento Urbano, el inmueble sito bajo la denominación catastral 36-129-001A ubicado en la intersección de las Avs. Boedo e Independencia del barrio de Boedo, Comuna 5, de la Ciudad de Buenos Aires, por sus valores históricos testimoniales en virtud de su destacado valor identitario barrial. Y argumenta la petición con el artículo 2°.- Declárase el inmueble citado en el Art.1° patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires en el marco de la Ley N° 1227, Art. 4º inc. a) lugar histórico por su vinculación con acontecimientos de destacado valor antropológico, social y cultural.
El proyecto, actualmente en Comisión de Planeamiento urbano, necesita ser bajado al recinto para su tratamiento legislativo y para ello conserva su valor parlamentario durante el primer año de su presentación.
Es de desear que el proyecto de ley pueda concretarse para lograr que el histórico mural que acertadamente Sabini definiera “a la intemperie” pueda tener el merecido cobijo patrimonial.
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