Día del amigo
Algunos hemos creado una costumbre de oposición reactiva a la celebración de “el día de…” argumentando que “es una vulgaridad de explotación comercial”
…o que, para los verdaderos homenajeados –padre, madre, niño, amigo, tutor o encargado–, “el día de” debería ser los 365 días del año. El resultado es que la contracelebración adquiere características tan insostenibles como la celebración.
Cierto es, sin embargo, que Facebook ha hecho carne la desvalorización de la amistad trasladándola tan solo al otorgamiento de un pedido formal, vía las ignotas e inasibles cañerías del “Caralibro”, que se asemeja a aquella pregunta infantil que le hice a Cheche –mi primer amigo– poco después de cumplir cuatro años: “¿querés ser mi amigo?” Y ahí no más, abrazo mediante, sellamos el vínculo que sostuvimos con esfuerzo durante muchísimos años.
Aquellos eran tiempos de “Tarzán” por radio a las seis de la tarde, tranvías, historietas y cine de cowboys. Nadie podría haber supuesto entonces que un “amigo” se consigue pulsando un botoncito en una pantalla de leds.
Un mensaje “a mis amigos” vertido en Facebook, resultaría que, con los pocos amigos que me van quedando a mi edad, no tendría destino en la mayoría de los casos –por la obvia razón de que Face no llega al lugar donde se alojan actualmente los que partieron– y en otros, no menos numerosos, caería en manos de relaciones amistosas que el tiempo nos legó.
Sin la liviandad de que es amigo cualquiera que te manda un “emoticón” el día de tu cumpleaños –que FB se ocupa de avisarle– ni la rigurosidad de que amigos son sólo aquellos que han recorrido todo el camino, hombro a hombro, desde el “Toddy” al cabernet sauvignon…
…Vale decir que los que fueron subiendo al tranvía y con-viven dando y recibiendo afecto, compartiendo broncas y alegrías, se han incorporado a la categoría que mi amigo Rubén Derlis signa como los “que están de nuestro lado cuando uno es su propio contrario”.
A esos viejos y nuevos amigos que la vida nos fue legando hoy los tengo presentes con cariño. Al fin y al cabo si de este recuerdo nace un beneficio comercial, bienvenido sea. Falta hace que se generen motivos de encuentro y trabajo. Que de desencuentro y desempleo tenemos de sobra.
Mario Horacio Bellocchio
A Luis Moreno
a Daniel Verdaguer
(Mis viejos amigos saben por qué incluyo mi segundo nombre)
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