Debut y despedida…
Una despedida con saldo a favor y una llegada con expresiones de deseo más que planes. Un estadista no sólo formula propósitos de corrección, explica cómo va a lograrlo.
Debut…
Difícil discrepar con lo expresado por el nuevo presidente. Cuando el gobernante toma sus papeles y lee sus legítimas ansiedades, descafeinadas, cargadas de descripciones tan anheladas como carentes de “cómo” y “cuándo”, el discurso inaugural resulta una verdadera formulación de propósitos –más apropiados para la campaña– que nadie en su sano juicio estaría en condiciones de refutar: “Este gobierno que iniciamos hoy va a trabajar incansablemente, en los próximos cuatro años, para todos los argentinos, especialmente para quienes más lo necesitan”; irá por la “pobreza cero”; desplegará una intensa “lucha contra el narcotráfico”; logrará “la unión de los argentinos, un desafío excitante”; propondrá que “estemos unidos por vocación democrática y por el sueño de ver a la Argentina desarrollada. Esa es la clave de la construcción de la Argentina del siglo XXI”.
Además afirma que “este gobierno va a combatir la corrupción”, y asevera: “seré implacable con todos aquellos de cualquier partido, sean propios o ajenos, que dejen de cumplir con lo que señala la ley: no habrá tolerancia con esas prácticas abusivas, porque los bienes argentinos son para todos los argentinos, y no para el uso incorrecto de los funcionarios”. Luego reclama, como 44 millones de argentinos –menos unos 10 mil jueces y fiscales– que la justicia tenga “celeridad, porque la justicia tardía no es justicia”.
Promete también la “revolución de la educación pública” en donde el “conocimiento es el factor clave para alcanzar nuestra potencialidad individual y colectiva”.
Mientras tanto, luego de escuchar pacientemente las formulaciones, José Perogrullo, entre los invitados, se enjuga la frente con un pañuelo amarillo y toma asiento dando un suspiro de alivio.
¿Cómo va a llevar a cabo sus loables propósitos? ¿Cuándo se van a concretar los anuncios más fatídicos de campaña como la apertura de mercados y la devaluación? ¿Qué va a hacer su gabinete de ministros atiborrado de representantes del “círculo rojo”, según su propio bautismo? No se sabe. Si quiere enterarse, siga participando.
En el “¡chán, chán!” exacerbó el voluntarismo y se puso a cubierto para no agotar el tema de “la pesada herencia”: “quiero decirles que los desafíos que tenemos por delante son enormes, y no vamos a resolver los problemas de un día para el otro, pero las grandes transformaciones se hacen dando pequeños pasos todos los días. Hemos aprendido que cuando uno más hace más se equivoca, y ahí los necesito, porque esto lo hacemos juntos: estoy convencido de que si los argentinos nos unimos seremos imparables”.
“Hoy se viene un tiempo nuevo –aseguró–, de diálogo, respeto y trabajo en equipo; y con más justicia social”. Esperemos que ese tiempo nuevo no sea el que ya agotó Bernardo Neustadt en los 90. Nadie le desea que tenga que rogar, como el “recordado periodista”: “¡No me dejen solo!”
…y despedida
La presidenta saliente protagonizó un hecho sin precedentes históricos dado que, en el último día de su mandato brindó un discurso de despedida ante una plaza en la que había, según cálculos de la secretaría de Comunicación Pública, más de medio millón de personas.
Cristina resaltó el hecho de poder despedirse de cara al pueblo a pesar de que durante los “intensos 12 años y medio” en los que gobernó el kirchnerismo tuvo en contra a “todos los medios de comunicación hegemónicos”, “las principales corporaciones económicas y financieras nacionales e internacionales en contra” y sufrió “persecuciones y hostigamientos permanentes” de lo que denominó “el partido judicial”.
“Si después de todo eso, de tantos palos en la rueda, de tantos golpes e intentos de golpes destituyentes, de difamaciones y calumnias, podemos estar aquí dando cuentas al pueblo, imagino que si con tantas cosas en contra hemos hecho cosas por los argentinos, cuántas cosas podrán hacer los que tienen todas estos factores a su favor”, remarcó.
“Tengamos mucha fe y esperanza en que no nos agobien, tengamos la inteligencia de saber que van a poder hacer las cosas porque tienen todo a favor y harán las cosas mucho mejor que nosotros”, señaló en referencia a la gestión de Mauricio Macri que se iniciaba al día siguiente.
En cuanto a las conquistas sociales, exhortó a que todo ello pueda ser profundizado en el siguiente período pero “sin censuras, sin represión, más libre que nunca porque la libertad de que hemos gozado los argentinos, y esto no es una concesión, es el derecho del pueblo de expresarse a favor y en contra de cada gobierno”.
Como saldo pendiente, Cristina deseó que “la democracia alcance a los tres poderes del Estado, porque parece ser que la democracia se aplica sólo al Poder Ejecutivo”.
Inmediatamente recordó que los tres períodos en el gobierno del kirchnerismo son únicos en la historia ya que no hubo en el siglo pasado tres períodos de gobiernos democráticos que hayan pasado el mando a un cuarto. “No lo pudo lograr Yrigoyen, no lo pudo lograr Perón”.
Mencionó luego que le hubiera gustado entregar los atributos del mando ante la Asamblea Legislativa, pero…: “He visto muchas medidas cautelares, contra la ley de medios, contra decretos del Poder Ejecutivo, pero en mi vida pensé que iba a ver un presidente cautelar durante doce horas en nuestro país”.
“Más allá de las diferencias políticas, aunque estén en las antípodas, lo más importantes es demostrarle a la gente el respeto por la voluntad popular”, aseguró. “Nosotros tenemos la obligación de ser más maduros, porque nosotros amamos a la patria profundamente, creemos en el pueblo, en lo que hemos hecho. Y porque creemos en lo que hemos hecho tenemos que tener la actitud positiva para que aquellas cosas no puedan ser destruidas”.
En relación a la finalización de su mandato, Cristina bromeó que “no puedo hablar mucho porque a las doce me convierto en calabaza”.
“Después de doce años y medio podemos mirar a los ojos a todos los argentinos, sólo le pido a Dios una sola cosa, que quienes nos sucedan por imperio de la voluntad popular, dentro de cuatro años, puedan decirles a todos los argentinos que también pueden mirarlos a los ojos”.
Como remate en su último discurso, señaló: “Lo más grande que le he dado al pueblo argentino es el empoderamiento popular, ciudadano, de las libertades, de los derechos. Gracias por tanta felicidad, tanta alegría, tanto amor, los quiero, los llevo siempre en mi corazón y sepan que siempre voy a estar junto a ustedes”.