Crónica de un miércoles anunciado
Veo las imágenes de un patrullero ardiendo en medio de la Avenida de Mayo. EDITORIAL
Veo otras con los hidrantes en acción que no permiten la proximidad de manifestantes a menos de 50 metros de cualquier vehículo policial, e imagino – solo imagino– antes de que la Bullrich me acuse de conspirar, inadvertida como está, de que la imaginación es libre y ¡Viva la libertad, sin carajo!
Como decía, imagino una situación de ficción en el área de “móviles” de una comisaría cercana al Congreso, por la tarde del martes 11 de marzo. La situación en el vestuario de “tropa” donde se presenta un oficial.
–¡Choferes de móviles! ¡Presentar-sé!
Carrerita de los convocados –alguno de ellos medio en bolas todavía…, forman fila delante del oficial.
–¿Alguno de ustedes conduce un móvil con fallas severas que requieran mantenimiento profundo para su continuidad?
–¡Yo, señor! Tengo a mi cargo la unidad de patrulla 8008 con graves fallas de motor…
–¡Correcto! Mañana a las mil seicientas (N. de la R.: las 16:00, las cuatro de la tarde, ¡bah!) la deja en la Avenida de Mayo casi Santiago del Estero con las puertas abiertas y la llave puesta como si hubiera tenido que abandonarlo en emergencia…
–P…, pero, oficial…
–No discuta, agente…, ¡es una orden!
–¡Entendido, mi sub comisario!
–Choferes de móviles, ¡conti-nuar!
Mientras tanto, ya bajado del breve tránsito imaginativo e insertado en esta mileínica realidad, uno sigue observando lo publicado por alguna prensa –poca– sobre el episodio de la nueve milímetros cargada, “dejada caer” por un policía sobre el césped de la plaza y pateada como para que quede sembrada –notorio implante de arma– y reflexiona juzgando innecesaria la imaginación personal para advertir la claridad de propósitos del comando represivo. No es necesario “inventar” nada para tomar conciencia de lo que pasa.
La incansable búsqueda de la señora a cargo del Ministerio de Seguridad de la Nación –nada menos– ahora orienta sus incoherentes prédicas hacia los “barra brava” de los clubes como culpables sancionables de los destrozos producidos durante los “combates” de ayer.
Es increíble que una “especialista del mal” como ésta no sepa distinguir entre un hincha y un barra brava, especie de guerrillero con profundo conocimiento de las “artes” de la lucha cuerpo a cuerpo. Ayer, seguramente, algún barra brava habría, pero en calidad de infiltrado, mucho menos protagónico que en las duras peleas futboleras. De otro modo algún muñeco “ninja” que impunemente empujó e hizo caer de espaldas a la viejita que les reclamaba verbalmente por su situación (en los términos y/o puteadas en que haya sido su reclamo. “El tamaño de la pollerita no justifica la violación”), como atestigua la filmación, no hubiera podido escabullirse “valientemente” con la presteza y cobijo corporativo con que lo hizo.
Seguramente empujada por la envidia que le producen los hinchas de fútbol participantes ante la cantidad de copas que han disfrutado, la ministra contabilizaba por la noche con la fruición con que un avaro cuenta sus monedas de oro, un total de 150 detenidos –contando los “perejiles de siempre”, un tendal de heridos y contusos entre los que se destacan: una jubilada de 87 años con traumatismos producidos cuando desde corta distancia un policía le arrojó en la cara un chorro de gas pimienta. Y el fotógrafo independiente Pablo Grillo, de 35 años, quien resultó gravemente herido.

En medio de los disturbios entre manifestantes y fuerzas de seguridad, Grillo recibió el impacto de una cápsula de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó inconsciente. Fue trasladado de urgencia al Hospital Ramos Mejía, donde debió ser operado de inmediato y permanece internado en estado crítico. El impacto le provocó una fractura de cráneo con pérdida parcial de masa encefálica, lo que requirió una intervención quirúrgica urgente.
Cuando se le preguntó a la ministra sobre el joven Grillo, respondió pretendiendo eludir sus agresivas responsabilidades: “es un militante kirchnerista –¡vaya pecado!– que hoy trabaja en la municipalidad de Lanús con Julián Álvarez, está detenido”, informó a la población, mientras el joven de tan sólo 35 años yacía, entre la vida y la muerte, en el hospital Ramos Mejía.
La escalada represiva asoma como una necesidad de Gobierno de demostrar que la plata que preste el FMI se va a devolver a como dé lugar.
Si hay que producir un tendal de heridos y detenidos, se hará.
¿Y si hubiera que exhibir cadáveres?