Cómo esquivar un Cromañón
Una amplia instalación en el subsuelo del MAMBA (Museo de Arte Moderno de la Ciudad) se derrumbó hace unos 20 días, en horario de visita pública. La imprecisión de la data se debe a que las autoridades de la institución cerraron bocas mediante sobornos y amenazaron al resto de los posibles testigos para asegurarse de que el hecho no tuviera difusión en la previa de las PASO en la Ciudad.
La instalación “El mago desnudo”, de la artista plástica brasileña Laura Lima, constituida por una numerosa serie de objetos de uso cotidiano en suspensión, se desplomó imprevistamente y sólo el azar y la escasa concurrencia de ese preciso momento, determinó que no fuera una tragedia. “Una mujer con un bebé acababa de recorrer el tramo que incluía una enorme biblioteca de seis metros de largo” –cita Horacio Verbitsky en su nota de ayer en Página|12.
Todo esto sucede en épocas en que la tendencia para los espacios culturales es la persecuta a los emprendimientos más modestos, los clubes de barrio o a aquellos que no cuentan con la complacencia o, directamente, la “vista gorda” oficial. Hoy, una improvisación de canto en un bar, puede ser motivo de su clausura, señalando la trasgresión de que el lugar no está habilitado a tal efecto. Poco importa si ésto produce aglomeración peligrosa –caso “La trastienda”, vía Telerman– u ocasional regodeo de la habitual concurrencia. Al decano “Sunderland” de Villa Urquiza le cayeron con lo de las mangueras de incendio. Al “Café Vinilo” le señalaron que excedía el número permitido de concurrencia. O para citar al barrio, la reciente clausura a “El Surco”, donde se argumentó que el lugar no estaba habilitado para baile cuando lo que se estaba llevando a cabo era una clase de tango. Y así la AGC (Agencia Gubernamental de Control) se regodea con sus “estrictas medidas” que no toleran milímetros ni plazos: “¡10 centímetros de diferencia en la colocación de un matafuegos pueden ser letales!”.
¿Entonces qué se pregona? ¿Que se relajen los controles y se prohíjen eventuales riesgos? No, de ninguna manera. Se auspicia que la AGC ponga los puntos sobre las jotas y exija cumplimiento equitativo, conceda plazos razonables, que el Gobierno otorgue créditos blandos… De otro modo ¿cómo un club de barrio como el Sunderland puede invertir medio millón de pesos en reinstalar su obsoleto sistema antiincendios?; o el Café Vinilo soportar las multas producidas por una actitud persecutoria de las inspecciones. ¿O de qué se trata esta situación?: en una de las últimas clausuras se argumentó que “excedían el número de 40 personas habilitadas como concurrencia, 9 personas de más”. De nada valió informarles que 10 de ese recuento formaban parte del personal y del conjunto actuante.
Éstas son situaciones que se repiten por decenas en lugares más modestos que no sobreviven a multas y clausuras reiteradas. Estrictos, estrictos, estrictos…
¿Y por casa cómo andamos? –diría Mauricio– “Varios empleados y la fotógrafa de prensa del Mamba tomaron fotos con sus celulares cuando se produjo el derrumbe. Pero ni ese material ni el registro de las cámaras de seguridad es accesible, dado que la línea oficial consiste en negar los hechos” –señala Verbitsky en Página, y agrega que– “mantuvieron silencio la directora del Museo de Arte Moderno, Victoria Noorthoorn; el Director Gral. de Museos, Pedro Aparicio, y el ministro de Cultura Porteño, Hernán Lombardi. Ninguno contestó los mensajes sobre el tema”.
Claro ejemplo de uno de los paradigmas neoliberales: “La distinta vara”.
Mario Bellocchio