Claridad centenaria
En enero de 1922 Zamora fundaba la editorial Claridad, cuya primera publicación, “Los Pensadores”, veía la luz el 22 de febrero de ese año. En recuerdo de aquella epopeya editorial reproducimos algunos párrafos de “Luminoso Boedo”*. Mario Bellocchio
Ya llevaba el joven en sus espaldas una historia de miserias y frustraciones –capaz de conmover al ser más insensible– a las que podía agregar su obstinación, su empeño, su esfuerzo y esa chispa de ambición que cruzaba su mirada cuando interrumpía la lectura de Mi confesión de Tolstoi para contar las líneas de sus abigarradas 400 páginas. Algo maquinaba la lúcida mente de Antonio: nada menos que la puesta en marcha de su proyecto editorial.
“En Buenos Aires no había, en aquellos años, editoriales sino para cosas del gobierno o para instituciones. –cuenta Antonio Zamora sobre el comienzo de su proyecto–. Para el público en general, no se publicaban libros. Los libros que se vendían aquí, casi todos venían de España. En América Latina tampoco había editoriales. (…) La historia de la editorial comenzó con la publicación de una colección de libros económicos, titulada Los Pensadores. La publicación de esos libros la inicié en 1922, y la idea nació un día en que estaba corrigiendo un libro en los talleres de Crítica. Yo llevaba un libro para leer que era La confesión de Tolstoi. Mientras esperaba las pruebas se me ocurrió hacer algunos cálculos: ¿cuántas líneas tenía ese libro? Comprobé que el libro de 380 páginas podía entrar con un cuerpo chico; en un folleto de 32 páginas a 2 columnas. Los libros, en esa época, eran muy caros. Con la edición que imaginé, el precio se pondría accesible para la gente de pueblo. Así que me fui a una imprenta que había frente a Crítica, los talleres Vitelli, y pedí un presupuesto. Hablé con la gente de reventa de Crítica, les pareció linda la idea y con el propósito de ayudarme hablaron con los kioscos. Tenía 25 años.”(1).
El ingenio superaba la árida pendiente de los costos de impresión. Una especie de folleto –a doble columna– con el 10% de las páginas necesarias para un libro del mismo contenido, fue el impulso inicial que se puso en marcha en febrero de 1922,(2) fecha de aparición del primer número de Los Pensadores bajo el sello editorial de Cooperativa Editorial Claridad y el subtítulo de tapa Publicación semanal de obras selectas. La declaración de propósitos informaba:
“Nosotros queremos hacer la Revista de los Espíritus. Claridad será la mejor colección de obras selectas que Ud. pueda tener… Los Pensadores no responde a ninguna tendencia política, ni filosófica, ni religiosa. El propósito de esta publicación es difundir obras buenas a precios populares.”
Tras el telón de esa escena estaba la inédita –para nuestro medio–planificación editorial que sustituía la pequeña tirada a alto precio por la gran tirada al alcance popular.
“El nombre de la editorial se me ocurrió por el que tenía el movimiento intelectual inspirado por Henri Barbusse en Francia, Clarté (3) –evocaba Zamora–. El propósito mío era divulgar, hacer una empresa que tuviera permanencia. Recuerdo que cuando fui a llevarle al doctor Juan B. Justo las pruebas de su libro La moneda, conversamos largo rato y me preguntó por qué le había puesto Claridad y no mi nombre. Bueno, le expliqué las razones y me dijo: ‘me parece muy bien, me parece muy bien, quien menos impone su nombre más impone sus ideas'”.(4)
Libros al precio de un viaje en tranvía
“A los 26 años el hijo de padres analfabetos fundaba una editorial. Era también parte de las posibilidades de progresión social que daba este país. Cuántos hijos de inmigrantes iletrados llegaron aquí a la universidad: ¡muchísimos!”.(5) –evoca su hija Anabel.
Aquella adolescencia duramente castigada por las necesidades más primarias, junto a la responsabilidad familiar tan prontamente asumida, hizo de Antonio un extraño joven de comportamientos austeros, de conductas rigurosas que, en lo económico, le permitieron hacerse de los primeros ahorros, tan necesarios para el despegue de sus planes editoriales.
La perdurabilidad del emprendimiento, sin embargo, no sólo requería superar la ecuación monetaria de la impresión. El tema, la presentación, el aspecto literario en sí, debían garantizar el éxito, por lo que recurrió a un autor de enorme prestigio cultural como Anatole France y su obra Crainquebille. Y algo fundamental: al propósito culturalista y pedagógico de la vieja izquierda clásica que el socialismo en ejercicio de Zamora no podía soslayar: “debía poner la edición al alcance de las masas”, por lo que decidió adoptar un precio de tapa inusual, 20 centavos.
Para tener una idea de qué se podía hacer con esa suma en aquel tiempo basta una trivial referencia: el boleto de los tranvías de la Anglo costaba 12 centavos.
(…) Antonio comienza su carrera política en la localidad de Bernal como concejal del Partido Socialista, donde se relaciona con Mario Bravo y Juan B. Justo, entre otros hombres destacados del socialismo. Esas amistades significarían un fuerte apoyo afectivo, ideológico y, seguramente, económico, al nuevo emprendimiento editorial.
(…)La vereda impar de Boedo al 800, a comienzos de la década de 1920, fue la sede de una feliz coincidencia que marcaría un hito en la literatura popular. Relata Diego Ruiz:
(…) “Francisco Munner abrió un negocio de cigarrería, librería y papelería en la avenida Boedo 841 en cuya trastienda se fue formando una tertulia de escritores, plásticos y gente de teatro vinculada de una u otra forma al barrio. En los fondos del mismo edificio, entrando por la puerta del 837/39, estaba afincado Manuel Lorenzo Rañó, un impresor gallego, por lo que cuando Munner decidió publicar una colección de libros baratos titulada Las Grandes Obras, la sociedad surgió naturalmente. Con un precio de veinte centavos de la época y frecuencia semanal, los cuadernillos se vendieron por millares llegando a editar, entre 1922 y 1924, 89 títulos con nombres fundamentales de la literatura universal, del pensamiento anarquista como es el caso de Miguel Bakunin, Pedro Kropotkin, Pietro Gori, Rafael Barrett, Alberto Ghiraldo o Alfredo Bianchi, publicando asimismo algunos trabajos los jóvenes Leónidas Barletta, Juan Pedro Calou, Elías Castelnuovo y Nicolás Olivari.”(6).
Zamora en esa caldera
“Cuando llegué al número 100 de Los Pensadores se me ocurrió transformar la publicación en una revista”(7) –afirmaba Zamora. Y esa publicación subsecuente tuvo, también en lo numérico, connotaciones de continuidad ya que sus 22 apariciones quincenales llevaron en sus tapas los números 101 a 122.
“Se inicia así, una nueva era para esta vieja publicación, con la cual la Editorial Claridad, ha realizado la mayor parte de su labor destinada a la divulgación de obras literarias y científicas de autores de todos los tiempos y países…” –proclamaba en el Nº 101 la publicación.(8)
Sin embargo, el conjunto autoral, más heterogéneo que el de su predecesora, incluía como partícipes necesarios, tanto a Jacinto Benavente como a Elías Castelnuovo, entre otros de tan disímil origen y conocimiento público.
(…) Allá por julio de 1926 la revista Los Pensadores cambió su denominación –y algo de su forma y contenido– por el nombre de la editorial: Claridad. Leónidas Barletta e Israel Zeitlin (César Tiempo) asumieron como secretarios de la renovación que dispondría de una continuidad más asentada. Recuerda Zamora:
“Como el nombre de ‘Los Pensadores’, para una revista, era un poco pedante, se lo cambié por el de Claridad. (…) Concebí que una editorial no debía ser una empresa comercial, sino una especie de universidad popular. Entonces, para que fuera así, tenía que imprimirle un espíritu amplio. Siempre tuve como principio el respeto por las ideas de los demás, como así quería que se respetaran mis propias ideas. Por eso la revista, para que se abarcara mayor ámbito que el de un partido, tenía que ser ‘tribuna del pensamiento izquierdista’. Porque los izquierdistas daban más o menos la línea a la revista, pero no los de un partido determinado.
La revista que decía ‘Claridad, revista de arte, crítica y letras. Tribuna del pensamiento izquierdista’, tenía otra definición, la frase de Sarmiento: ‘Educar al soberano’”.
Desde el primer ejemplar con el nombre de la editorial, Claridad subraya su continuidad con respecto a Los Pensadores. Y a partir de febrero de 1927 se hace explícita en su numeración ya que en lugar del 8 correspondiente al mes de edición suma las publicaciones de Los Pensadores adoptando el 130. Se quiso validar el origen, ya lejano, de la publicación, colocando sólo entre paréntesis la numeración de Claridad, un segundo plano para los fanáticos de la estadística.
(…)La nota editorial del Nº 123 (Nº 1 del titulado “Claridad”), de julio de 1926 (9) señala:
Esta revista no es una revista más, es simplemente una revista con traje nuevo. Los mismos que hacían Los Pensadores seguirán haciendo Claridad. Si no están todos, está por lo menos el mismo espíritu que creó y mantuvo aquella publicación. Abrigamos los mismos propósitos y los iremos cumpliendo a medida que nos sea posible. (…) Claridad aspira a ser una revista en cuyas páginas se reflejen las inquietudes del pensamiento izquierdista en todas sus manifestaciones. Deseamos estar más cerca de las luchas sociales que de las manifestaciones puramente literarias. Creemos de más utilidad para la humanidad del porvenir las luchas sociales que las grescas literarias, sin dejar de reconocer que de una contienda literaria puede también volver a surgir una nueva escuela que interprete a las manifestaciones humanas de manera que estén más de acuerdo con la realidad de la época en que vivimos.
El “modo de dar candonga”
Nacida como la “Revista de arte, crítica y letras, tribuna del pensamiento izquierdista” iba a soslayar, por falta de tratamiento, más de una expresión artística contemporánea a su edición, aunque la carencia no iba a empalidecer ninguno de sus abundantes logros.
Sin embargo, una característica ya insinuada se iba a acentuar excediendo las habituales apostillas de “Notas y comentarios”, para trasladarse a artículos redactados con el propósito de criticar actitudes, comportamientos y procederes de los personajes aludidos, llevados a un tono polemista y confrontador. Este “modo de dar candonga”, como diría César Tiempo, estableció un estilo que constituiría el “recreo” de las conceptuosas notas centrales, no exento de aportes e ideas en medio de amagues y “retrucos” llevados hasta el “vale cuatro”, con sutileza variable desde la exquisitez dialéctica hasta la ramplonería, según el escriba de turno. Vaya una parrafada de muestra:
“El grupo de tilingos literarios de La Nación, por ejemplo, que ha dado en ser católico, hubiese estado contra la Iglesia en los tiempos primitivos, cuando la Iglesia era perseguida por comunista, por extranjera y por judaica, por revolucionaria y por demagógica y, en fin, por descubrir problemas sociales y morales, donde los reaccionarios de aquellos tiempos no querían ver ningún problema. Y los que hoy son de la izquierda en aquel entonces hubiesen estado con la Iglesia. Pero como amamos las ideas, no estamos con las ideas ya muertas y superadas, estamos con las ideas vivas y superiores. Sepan esto los mequetrefes del órgano oficial de todas las dictaduras, de todos los militarismos y del capitalismo yanqui.” (10).
Y de los “cruces” con “Florida”: Claridad no se queda atrás con la andanada y la emprende con Borges, nada menos.
“Para la tumba de Borges // Una patria chiquita quiso hacer cada barrio / y barrios de una casa sin ‘vereda d’enfrente’; / payó sobre Quiroga cuando Barranca Yaco, / sobre un abuelo guapo que tuvo de pebete, / y engrupiendo en el truco de las 14 sílabas / a la diestra del Hombre se pudre para siempre”. (11).
Claridad, la editorial que dio cobijo al grupo, sólo tuvo un breve paso por Boedo 837 anterior al aterrizaje de los jóvenes escritores; el resto de su errante existencia previa a la definitiva de San José 1641, siempre estuvo desvinculada del ámbito boedense. A qué venía entonces el bautismo zonal del grupo. (12)
La interpretación de César Tiempo –sobre el bautismo del grupo como “de Boedo”– aparece como la más ajustada:
“La intención del bautista –en quien algunos creyeron reconocer a Enrique González Tuñón, cuya dicacidad era inagotable como su talento– fue evidentemente burlona, despectiva. Al subrayar la procedencia de los integrantes del grupo quiso decir que venían de extramuros, de la suburra, que pertenecían al populacho. Lo notable del caso era que el único habitante auténtico de Boedo era González Tuñón, que vivía en la calle Yapeyú, a dos cuadras de la popular arteria de cuyos cafés era además uno de los más empedernidos habitués.”(13)
- Reportaje de Emilio J. Corbière a Antonio Zamora.
- Salida del Nº 1 de Los Pensadores. Publicación de Obras Selectas. Director: Antonio Zamora. Administrador: Daniel C. de Rosa. (Primera publicación de la Cooperativa Editorial Claridad fundada el 30 de enero de 1922 en sociedad con De Rosa). Lugar de Publicación Buenos Aires. Periodicidad Semanal. Números publicados: 100, del N° 1: 22 de febrero 1922, al N° 100: noviembre 1924. Publicación cerrada, formato 220 x 160 mm. Impresión Tipográfica. Oficina de Dirección: Sarmiento 1546. Talleres: Independencia 4170. Imprenta Talleres Gráficos La Internacional. 32 páginas a 20 centavos.
- Zamora conservó hasta sus últimos días la carta en que Barbusse lo autorizaba a adoptar el nombre de Claridad para su proyecto editorial.
- Ibid.1.
- Fragmento de la entrevista que el autor le realizó a Anabel Zamora –hija del segundo matrimonio de Antonio Zamora con Julieta Ducrettet– el jueves 27-10-2005 en su departamento del barrio de Monserrat, Buenos Aires, Argentina.
- Ruiz, Diego. Artículo “El Grupo de Boedo: mito fundacional” en www.periodicodesdeboedo.com.ar, en su vínculo “Historia de Boedo”.
- Ibid.1.
- Revista Los Pensadores. 22 apariciones quincenales de 52 páginas a 20 centavos –de diciembre de 1924 a junio de 1926– llevaron en sus tapas los números 101 a 122. Formato 250 x 175 mm. Oficina de Dirección: Boedo 837. Talleres: Independencia 4168, Buenos Aires. Imprenta: Talleres Gráficos La Impresora. Sus 5.000 ejemplares aparecían el segundo y cuarto martes de cada mes y la editorial daba a conocer los lugares de la Capital donde podían adquirirse: la Librería Munner, en Boedo 841, el kiosko La Ópera, en Rivadavia y Callao y la librería Galli, en Olavarría 389.
- “Apuntes y Comentarios”, Claridad Nº 123 de julio de 1926, p. 7.
- “Liberales y Reaccionarios”. Claridad Nº 144. del 12 de octubre de 1927.
- Claridad N° 157 del 28 de abril de 1928.
- Mario Bellocchio. Luminoso Boedo. Ciccus. Bs. As., 2016.
- Zeitlin, Israel (César Tiempo). Fragmento del artículo “Pequeña cronistoria de la generación literaria de Boedo”, publicado en el mensuario Argentina de hoy. Buenos Aires, noviembre de 1953.
(*). Luminoso Boedo. La aventura de Antonio Zamora y su Editorial Claridad – Mario Bellocchio- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2016. 256 p. ; 23 x 16 cm. ISBN 978-987-693-706-1- Primera edición: noviembre 2016.
EL LIBRO PUEDE ADQUIRIRSE EN LA MESA DE PUBLICACIONES DE “DESDE BOEDO”, EN LA VEREDA DE BOEDO 855, LOS SÁBADOS DE 10:00 A 12:30