Carlos Terribili
Ayer domingo 21 de agosto de 2016, luego de 80 fecundos años de arte, Carlos Terribili decidió su partida agobiado por una salud que ya no respondía a su vitalidad creativa. Su obra, sin embargo, permanece dando testimonio de su paso, pinceles en ristre, como arietes, reflejando la sociedad de su tiempo.
Aquí, en Boedo, atesoramos una pintura donada a los vecinos de Todos por la Plaza –“Atenti pebeta”–, quienes seguimos pugnando por su ubicación, como era su deseo, para ser exhibida masivamente.
Hace unos años, con motivo de tal donación, Mario Bellocchio le realizó una entrevista en su casa del pasaje Amberes en Caballito, recorriendo su laberinto de plantas y obras de arte, rodeado por sus alumnos y sus siempre vigentes –y nutrientes– recuerdos.
¿Cómo era “Carlitos” Terribili?
Yo nací aquí (pasaje Amberes, en Caballito norte), pero viví los primeros ocho años en Punta Alta, cerca de Bahía Blanca. Desde los ocho hasta los 20 –desde el 45, hasta el 57– nos vinimos a una casa de dos pisos que quedaba en un pasaje de una cuadra que se llama Lucero –Hipólito Yrigoyen al 3500–, a la vuelta de donde estaba la famosa quinta del Virrey Liniers, con el mirador y todo eso… Un par de días después de mudarme ya iba a la cancha de San Lorenzo. Es decir que yo era de Boedo, conozco ese barrio (1).
Para mí el barrio que gestó mi personalidad –pensá que estuve de los nueve a los veintiún años– es Boedo. Un barrio, aquel, de prostitutas, de carreros, de chorros… Pero yo vivía de casa en casa: no había ese problema de tanto cuidado. Éramos “todos” una gran familia. Nunca me voy a olvidar del Carnaval: recuerdo una murga formada por unos tipos de galera con un muerto y un cajón. Jamás en mi vida vi algo igual. Esas cosas son parte de la infancia de uno, de la adolescencia. Hacíamos murgas nosotros. Nos disfrazábamos. Íbamos a juntar monedas y mi familia me quería matar. “¡Vos no necesitás…!” –me decían en casa–. Era un gusto, cantábamos cantitos verdes y nos daban unas monedas, y después íbamos a comer pizza con lo que ganábamos.
¿Qué reflejan tus pinceles y por qué?
Yo tomo como temática de mi obra los elementos culturales que surgen desde la base del pueblo. Siempre fue así aún en mis momentos más elitistas. Mis primeros diez años como pintor hice pintura abstracta, no figurativa, pero en mis temáticas, yo tomaba como punto de referencia las imágenes de los pueblos precolombinos.
Quiere decir que yo ya estaba buceando con las figuras que tienen que ver con nuestra idiosincrasia. Yo me había hecho una consigna y la discutí con mis compañeros: que a mí no me interesaba Europa –padre y madre tenemos todos–.
Yo tomaba como referencia mi América porque la caminaba, la vivía, la conocía, tanto en Buenos Aires como en el interior. O por los provincianos que venían acá. Para mí tenía una raíz, no por un chauvinismo argentinista, sino por una necesidad geográfica de representar y defender a la cultura y al lugar donde yo vivo. Y respetando los grandes valores de Picasso, de Miró… Ellos son Europa. Era otra cultura y eso me molestaba: estar pendiente de que pasa en Europa para hacerlo acá tarde y mal. Yo trabajé siempre con esa cosa de América Latina.
La figura humana es tu notable eje. ¿En qué momento elegiste este camino?
Hice paisaje y naturaleza muerta por imposición de la escuela. Yo siempre tuve facilidad o placer íntimo de representar y compartir la figura humana, no solamente el retrato: la figura, el cuerpo. Y en particular los seres humanos más perseguidos. La clase más sufrida tiene una expresividad de la que carecen, evidentemente, las clases sociales más altas. Recorrí el norte, estuve en Jujuy, Catamarca, la Puna, Bolivia, Perú… Eso me empapó de una imagen de América que ahora tengo la satisfacción de ver que se está integrando, no digo en una sola cultura, pero casi, en una única intención. Esperemos que siga, que dé frutos, esa es la razón. Adopto la figura humana porque considero que expresa mi necesidad de un rechazo o una denuncia contra la injusticia o la explotación: ¡qué mejor que el ser humano para representar el dolor y la injusticia!
¿Cuál es el “Big Bang” de tu producción artística?
Primero surge el cuadro y después el tema. Yo no tengo un motivo cuando voy a pintar. Primero voy pintando y después se me ocurre, tengo una necesidad, escucho un tango, alguien habla; leo un libro y eso lo asocio al tango y se despierta en mí una reminiscencia tanguera. Digo tango como podría ser otra cosa, pero en este caso… Una vez que siento ese impulso, a partir de ponerme frente a una tela, empiezo a garabatear sensaciones, es decir: qué es un tango para mí: la mina, el banco, la esquina, el buzón, el tranvía, los cuentos de mi abuela –que me contaba del tranvía a caballo–… No sé, uno es como un medium, atrae energías. Yo no soy creyente pero, en esto de la creación artística, uno es como un pararrayos y atrae ciertas cosas. A partir de ahí empiezo a gestar una imagen que surge de la necesidad de vivenciar el Buenos Aires en el que yo era pibe…, hasta que la compongo. Podría ser como Borges –que está ahí atrás– con el cuento del cuchillero Jacinto Chiclana; eso también es producto de un estado emocional del tipo que se jugaba la vida. Así se va gestando la figura y una vez que está pintada le pongo el título.
¿Así nació el cuadro que donás a la Asociación de vecinos de la plaza?
El arte puede tener una intención del autor pero ese propósito es lo suficientemente amplio como para que cada espectador cree su propia película. Yo veo esto y vos podés ver otra cosa.
El tipo toca el bandoneón y está en lo suyo. La mujer desnuda…, y el tipo no le va a dar ni cinco de bola. Todo esto no tiene nada que ver con la obra de arte. Es una anécdota en donde la obra podría ser otra cosa y es lo mismo. Del cuadro pensé: no sé dónde regalarlo: en el barrio, en un boliche…, y tiene que ser en Boedo.
¿Qué pasa con tu postergado mural de Felipe Vallese?
Hace tiempo un grupo de vecinos vino a pedirme que, ya que era un pintor conocido del barrio, por qué no hacía algo para el barrio y en el barrio. Yo dije que sí y ellos me preguntaron qué podía hacer. Dije que conocí a alguien con quien la historia argentina tiene una deuda pendiente: Felipe Vallese, quien fue, casi, el primer desaparecido. Me dijeron que sí. Vimos gente, allá por el 2003. Presentamos el proyecto y la Legislatura, por unanimidad, lo aprobó. El lugar de destino del mural era lo más cercano posible a donde sucedió el hecho. Y para poner un mural tan grande (dos metros por cuatro) lo más cerca era Plaza Irlanda.
En el ínterin, en un asado con los vecinos, empecé a decir lo que pienso, como ciudadano de Buenos Aires, sobre la resistencia peronista y su supervivencia a través de años y años, que es coincidente con lo que me impulsa para pintar. La cuestión es que, en la sobremesa, empecé a hacer una alabanza de lo que Vallese significaba; la asamblea barrial pasó de ser aliada a sabotear. Y el proyecto se postergó. Ni Ibarra, ni Telerman, ni ahora Macri, le dieron bola nunca.
Por otro lado, y esto es parte de la anécdota, gente del Partido Socialista –con el que no tengo militancia ni conocimiento–, andando por Flores, vieron mi mural de la estación, recapitularon sobre mi obra y me propusieron como Ciudadano Ilustre. En la entrega de la mención en la Legislatura dije unas palabras de agradecimiento. Y del agradecimiento pase a la queja sobre el proyecto Vallese. Me ayudaron mucho, me apoyaron económicamente y me mandaron gente. El cuadro está terminado y preparado para la intemperie, guardado en un depósito del Partido Socialista. Y no se coloca en su sitio por una traba burocrática. Levanto mi protesta, no por artista frustrado, sino por la devoción que tengo por ese tipo. Tenía casi la misma edad que él y fue una conmoción en el barrio. Que yo pueda hacer un mural sobre ese personaje que es simbólico –era un chico de 21 años que murió por sus ideales– es un broche a mi carrera. No tengo 40 años, tengo 74, entonces, esa es mi ansiedad.
¿Dónde pensás que está detenida la instalación de la obra?
Yo creo que es una mecánica del Gobierno de la ciudad, ellos sólo accionan por posibles o futuros negocios: donde ven la posibilidad de vender, comprar, gerenciar o derivar a sus amigos, familiares, empresas o trabajos… Se mueven con ese criterio.
Es obvio que Macri no tiene nada que ver con la cultura y esa es la política que impera: una cultura del espectáculo barato de Tinelli, de Mirtha Legrand. Yo pienso que es un mal que acarrea desde el vamos este gobierno de la ciudad, mucho peor que los anteriores. Lo mismo que pasa en la plaza de Boedo es lo que yo te estoy contando de mi mural de Felipe Vallese.
Hace unos pocos días Carlos Terribili pudo concretar uno de sus más anhelados sueños: inaugurar el mural de Felipe Vallese –tantos años postergado– en la Plaza Irlanda. El artista lucía bello, completo, satisfecho, con los cachetes plenos del rubor sanguíneo de quien va juntando saldos fecundos. Allí estaba el bueno de Carlitos rodeado de sus afectos, de quienes lo admiran sin retaceos. Con devoción al artista y al hombre, cabal, sin dobleces.
Siempre remando contra la corriente…
No cuentan con que ya estoy acostumbrado. Toda mi familia era radical y yo peronista. Todos de River o Boca y yo de San Lorenzo, el equipo de fútbol al que adherí por simpatía, no por herencia.
Mi familia era de clase media y yo vago…, y reo. Vivía en la calle, pateando la pelota, era otro mundo. Cuando me fui a Bellas Artes mi vida de barrio se fue a la mierda, porque me metí en un ambiente distinto: los conciertos, la literatura, cosas que para mí eran ajenas.
Pero mi infancia y mi juventud quedaron allí, en ese lugar. Quizá por eso, mi primera necesidad emotiva es Boedo.
Carlos Alberto Terribili había nacido en la Ciudad de Buenos Aires en 1936. Egresó de la Escuela Superior de Bellas Artes Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón, donde estudió, entre otros, con Ideal Sánchez, Luis Barragán, Onofrio Pacenza, Juan Battle Planas, Héctor Cartier y Víctor Chab.
Llegó a realizar alrededor de 350 exposiciones en Argentina, Perú, México, Venezuela, EE.UU., Uruguay, Cuba y España.
Desde 1963 hasta poco antes de su deceso ejerció la docencia. El manifestaba con un mal disimulado orgullo que “nunca participé en ningún salón competitivo o con premios”.
Fue presidente de la Comisión de Artistas Plásticos del Consejo Argentino de la Paz, adherido a Naciones Unidas. Participó en 1983 y 1984 en “Teatro Abierto”.
Realizó una serie de dibujos sobre originales manuscritos por Atahualpa Yupanqui, Jorge L. Borges, Armando Tejada Gómez, Homero Expósito, Raúl González Tuñón y Elías Castelnuovo, entre otros.
Poseen cuadros suyos los museos de Mercedes (San Luis), Posadas (Misiones); Chascomús, Azul y Tandil (Bs. As.); Museo de Bellas Artes (Cap.), Octavio de la Colina y Olta (La Rioja), Casa de las Américas (Cuba), Mataró (España), los Museos del Che de Bs. As. y Santa Cruz, Bolivia y el ECUNHI (ex Esma).
Ilustró más de 40 libros de ensayos, cuentos y poesías.
Ilustró en diversas revistas literarias nacionales y extranjeras (México, Costa Rica, Honduras, Venezuela, Chile, Uruguay, Cuba y España).
Fue colaborador permanente de diarios de Capital e interior del país. Realizó más de 20 afiches para obras de teatro y para distintas agrupaciones..
Entre los importantes murales realizados se destacan: el de la estación Haedo y el de la estación Flores del F.C. Sarmiento, el de la Unión de Trabajores de Prensa (UTBA), el de la Asociación Estímulo de Bellas Artes, el del Museo del Che y el del Hotel Bauen. Fue colaborador permanente de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Colaborador de las publicaciones de la CTA (Conf. Trab. Argentina) y ATE (Asociación Trab. Estado). Realizó afiches para diversas instituciones humanistas. Sus obras fueron reproducidas en Cuba, Uruguay, Puerto Rico, Honduras, Venezuela, Alemania, Francia, España y Holanda.
En 1996 invitado por el Gobierno de Cuba y la Unión de Escritores Cubanos (U.N.E.A.C.) realizó en La Habana, una muestra de más de 100 dibujos sobre el tema de Derechos Humanos.
En 2000 protagonizó una muestra en la Habana, con la Delegación Argentina al Festival de Tango. En 2003 la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires aprobó su proyecto mural sobre los desaparecidos, en la figura de Felipe Vallese, instalada luego de diversas peripecias burocráticas en julio de 2012, en Plaza Irlanda.
En el 2004, fue elegido padrino de los Centros Culturales de la C. A. B. A. por el Gobierno de la ciudad. En 2007 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En 2009 se incorpora su obra a la Muestra permanente de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
(1) En esa época los límites barriales eran imprecisos. Quienes vivían en las proximidades de la avenida Boedo decían pertenecer a Boedo. En 1972 se fijaron las demarcaciones barriales y esa zona quedó bajo la égida de Almagro.
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