Cambiemos de mano
Por Mario Bellocchio
En vísperas de que el Gobierno porteño modifique la circulación de 22 calles que cruzan los barrios de Villa Pueyrredón, Devoto, Villa del Parque y Agronomía –la mayoría de esas 163 cuadras pasará de tener doble sentido de circulación a uno solo (1)– hubo un tiempo, una fecha, para ser más precisos, en que la consigna fue “cambiemos de mano”.
Hasta el 10 de junio de 1945, como un símbolo más del sometimiento colonial inglés, la mano de circulación en nuestras calles era la izquierda, a imagen y semejanza del anacrónico modo anglófilo. A partir de esa fecha el ministro de Obras Públicas del presidente Farrel, Juan Pistarini, firmó el decreto que establecía que todos los vehículos del país debían modificar su sentido de marcha, excepto subtes y trenes. En ese entonces sólo quedaban en América Uruguay y la Guayana Británica con “mano izquierda”.
Recuerdo el día –una particular escena del día; era muy pequeño, tenía cinco años– un domingo soleado en que íbamos a visitar a los nonnos en Moreno, papá, mamá, mi hermanita y yo. El viaje comenzaba en Parque Chacabuco, donde entonces estaba mi casa, tomando el tranvía 44 hasta las cercanías de la estación Caballito. Pero esa mañana no tuvimos que cruzar a la vereda de enfrente para esperarlo porque, desde hacía unas pocas horas había cambiado el sentido de circulación en todo el país.
Y no se crea que este tema del sentido de circulación lo trajo el vehículo automotor. Allá por abril de 1872 una Ordenanza Municipal del 4 de abril dispuso que “para ordenar el caótico tráfico callejero, los carruajes deberán siempre marchar por la derecha de la calle”. (2)
Sin embargo, el avance casi invasivo de los ferrocarriles que se habían asentado con circulación por la izquierda –a la inglesa– terminó en la regulación que impuso el intendente Francisco Seeber el 17 de mayo de 1889 sosteniendo que el tránsito debía desarrollarse por la mano izquierda, disposición confirmada por otra del 16 de julio de 1897. La reglamentación porteña pronto se diseminó por rutas, pueblos y ciudades de todo el país.
En el resto de América, en cambio, la influencia predominante resultó ser la norteamericana que desde su independencia como colonia inglesa –1776– había impuesto la circulación por la derecha.
A fines de la década de 1930 comenzó en la Argentina un movimiento para el cambio hacia la derecha –entiéndase bien que me estoy refiriendo a la circulación vehicular–. Se envió al ingeniero Nicanor Alurralde a EE. UU. para estudiar las condiciones y la señalización, en tanto el Automóvil Club Argentino iniciaba una campaña preparatoria que culminaría en una propuesta de cambio para el 5 de octubre de 1944 (Día del Camino). Diversas circunstancias aplazaron la implementación de la medida, que se estiró unos meses hasta coincidir con un nuevo aniversario de la fundación de la Ciudad de Buenos Aires por Garay –el 11 de junio de 1580– pero tomando el domingo anterior –10 de junio– para aprovechar la menor movilidad del día no laborable.
Seguramente la inminente habilitación del puente Uruguaiana-Paso de los Libres prevista para el 12 de octubre puso fin a las dilaciones sobre la medida ya que en Brasil se marchaba por la derecha y hubiese sido necesario un engorroso enlace en las cabeceras del puente para que los vehículos cambiaran de mano.
Se determinó que la primera semana se manejaría a menor velocidad.
Se implementaron calcomanías para adherir a lunetas y parabrisas indicando –con flechas– la circulación por derecha y el adelantamiento por izquierda.
“Piense que si usted es una persona serena, el otro conductor puede ser un novicio de temperamento nervioso y perder el control en momento de peligro”, aconsejaba el municipio de la Ciudad. Y agregaba: “Si se encuentra de frente con otro coche que no tiene en cuenta el cambio de mano, usted debe detener su vehículo y hacer al otro conductor las indicaciones necesarias”, inaugurando los hoy frecuentes diálogos de tránsito entre conductores no tan pacientes y educados como se sugería entonces.
Un par de detalles finalizaban su mandato: las flechas de circulación y la señalética de paradas de colectivos, ómnibuses y tranvías que, como el octógono amarillo con una “P” pendiente del cableado tranviario, fueron renovados de inmediato. Y el otro: el cambio de ubicación del volante de los mamotréticos automóviles y vehículos de transporte –de derecha a izquierda, en ese caso– que mutaría con la renovación vehicular, no tan frecuente como la actual.
Lo cierto es que un domingo 10 de junio de 1945, cuando aun el sol estaba por asomar en el casi invierno porteño, faltando cinco minutos para las seis de la mañana, el centro y las principales arterias de la ciudad sufrieron un alboroto inusual para un día no laborable: centenares de policías detuvieron el tránsito e invitaron a los conductores a cambiar su posición en las calles y avenidas de doble mano –no había aun avenidas de mano única como ahora– y una vez reubicados los instaron a aguardar que el reloj diera las seis para reanudar la marcha, con suma atención, respetando su derecha.
Irónicamente, hoy, en el único retazo de la Argentina que aun se respeta a la izquierda –como sentido del tránsito, vale aclarar– es en nuestras Islas Malvinas.
Faltaban meses para el 17 de octubre. Desde entonces los argentinos aprenderíamos que la única mutación permanente entre izquierda y derecha, sería la del sentido de circulación del tránsito.
(1) Entre las arterias a modificar su sentido se encuentran Joaquín V. González (de Gutenberg a Ricardo Gutiérrez), Lincoln (de Emilio Lamarca a Nueva York), San Nicolás (de Beiró a Habana), Argerich (de Curupaytia a Beiró), Helguera (de Navarro a Solano López), Pareja (de Gutenberg a San Nicolás), Llavallol (de Cochrane a Cubas) y Concordia (de Habana a Pareja).
(2) Fuente de información de datos: blog de Federico Kirbus / Ruta 40.
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