Boedo, la calle que nació famosa
Allá por 1882, al director de la Corporación Municipal –ni intendencia había entonces–, Torcuato de Alvear, se le ocurrió bautizar a unas cuantas calles de los barrios más apartados de la novísima Capital Federal con los nombres de los congresales de Tucumán. Mario Bellocchio
Argumentaba Torcuato sobre su propuesta nominal: “…muchas calles del Municipio carecen de nombre y numeración y siendo éste un grave inconveniente para la percepción de los impuestos y para el reparto de la correspondencia…”
El listado que Torcuato adjuntaba reunía –como homenaje– a los congresales firmantes del acta de la Independencia (1) que en el actual Boedo pueden identificarse en el nombre de nuestras calles Colombres (José), Maza (Juan Agustín), Boedo (Mariano), Loria (desde 1971, Sánchez de Loria; Mariano Sánchez de) y Castro Barros (Pedro Ignacio de).
Un 6 de marzo de 1882 –se cumplen 140 años– don Torcuato descubría la placa que identifica a Boedo que ya nace con la “cocarda limítrofe”.
En efecto, un par de años antes, a comienzos de 1880, Julio A. Roca y Carlos Tejedor se disputaban la presidencia. Roca triunfaba en el colegio electoral y Tejedor al no aceptar la derrota se levantaba en armas. Durante las jornadas del 20 y 21 de junio de 1880, Puente Alsina, Corrales, Parque Patricios –la periferia de nuestro actual barrio– y Barracas eran escenario de sangrientos combates donde los nacionales derrotaban a los bonaerenses. Como consecuencia de ese litigio, a partir del 21 de septiembre de 1880, se producía la federalización de la ciudad de Buenos Aires. Durante siete largos años, hasta el 28 de setiembre de 1887, cuando se incorporan al perímetro urbano Belgrano y San José de Flores, el “Camino de los Huesos” y Boedo –a partir de 1882– marcaban el límite. Boedo pasaba a ser la avenida General Paz de aquel entonces. Los protoboedenses de las recién bautizadas Castro Barros o Colombres eran provincianos (de Flores). Los de las nuevas calles Maza y Loria devenían ciudadanos de la capital a los que pocos años más tarde ya se los conocería como “porteños”. ¿Y los de Boedo? Y…, según la vereda en que estuvieran parados…
Aquella Boedo nacía a unas pocas cuadras del apeadero Almagro del Ferrocarril del Oeste –a la altura de Medrano y las actuales vías– entre los pocos edificios que poblaban la zona donde costaba encontrar asentamiento a las nuevas chapas enlozadas. Las calles eran de tierra, una arcillosa tierra negra ideal para los hornos de ladrillos pero un lodazal intransitable en épocas de lluvias y un polvoriento camino a expensas de vientos y arreos en los cálidos veranos. Los civilizatorios adoquines recién le llegarían a la neonata arteria porteña en 1906.
El viejo “camino de los huesos”, ya Boedo, sólo reconocía cierta continuidad edilicia en las cercanías de su nacimiento, en Rivadavia, hoy Almagro. Siempre hay que tener presente que “nuestra” avenida Boedo, desde su nacimiento hasta Independencia recorre tierras de Almagro. En el resto dominaban las quintas, los tambos, los hornos de ladrillos y alguna que otra edificación que desaparecía para transformarse en campo y sendero en sus últimos tramos.
Un plano relevado por el ingeniero municipal José Felipe Arana titulado “Plano del S. O. del Municipio de Buenos Aires-Octava década del siglo XIX”, muestra algunas particularidades como la limpia traza del Camino de Gowland (Avenida La Plata). Loria mantiene un recorrido –que comparte con las vías del tren de las basuras– hasta Independencia. Lo que hoy es la traza de Boedo-Sáenz ya alcanza el Riachuelo. Arena (Almafuerte), Garay y Europa (Carlos Calvo) delinean su sendero. Lo mismo que Caridad (Urquiza), Pavón y 2ª Arena (Chiclana). El Camino Caseros llega hasta Arena y luego se pierde en un puntilleo impreciso.
A escasas cuatro cuadras del mojón inicial de Boedo –Rivadavia y Esparza– estaba el depósito de la basura recogida en el centro de la ciudad que era transportada hasta la Quema, a la vera del Riachuelo, por el “tren de las basuras”, un ramal de ferrocarril de efímera vida –1873-1895– que circulaba por Loria-Oruro –paralelamente a tres cuadras de Boedo– que supo transportar pasajeros también, y que duró lo que fue necesario hasta que los adoquines hicieron “potable” otros medios de transporte para esos fines.
Allá por 1889 Cáceres y Villafañe (2), con su empresa “La Capital”, establecen un servicio de tranvías a caballo, luego también de transporte de carnes. Su estación de origen se ubica en Europa (Carlos Calvo) y Loria (Sánchez de Loria). Se la denomina “Liniers” por su proximidad a la calle Virrey Liniers y, con el tiempo, resultará nuestra conocida estación Vail, llamada así en homenaje a uno de los directores de la compañía. Casi simultáneamente se gesta la concesión de “La Nueva Buenos Aires” gerenciada por Antonio Núñez con la colaboración de Eduardo Costa Lema, inquieto luchador que también pondría su sello para conseguir los adoquinados, la electricidad y los servicios cloacales en la zona de Boedo.
En 1893, los dueños de las compañías “La Nueva” y “La Capital” se unen para formar una sola empresa. Bajo el nombre de “La Capital” que inaugura la primera línea de tranvías eléctricos imperiales de “La Capital”–el 1° de diciembre de 1897.
De todos estos hechos nace el espacio –la estación Vail– donde más de un siglo después –2010– se construiría nuestra entrañable Plaza Mariano Boedo.
A partir de 1968 una ordenanza municipal –corregida en 1972– determina los límites barriales hasta entonces imprecisos, fijando el perímetro del barrio de Boedo sobre las calles Independencia, Avenida La Plata, Caseros y Sánchez de Loria.
En nuestros días, el legislador por el Frente de Todos Javier Andrade a instancias del nutrido grupo de laburantes populares integrado por Alejandro Amor, Lucía Cámpora, Maia Daer, Berenice Iañez, Juan Pablo Modarelli, Victoria Montenegro, Claudia Neira y FrancoVitali, presentó en la Legislatura porteña un proyecto que propone la colocación, en la Plaza Mariano Boedo, de una placa en conmemoración de los 140 años de la nominación de la hoy avenida Boedo cuyo texto diría:
La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires conmemora el 140° aniversario de la inclusión en el catastro de la avenida Boedo, en honor al Dr. Mariano Boedo –vicepresidente del Congreso de Tucumán– el prócer que también le da nombre al barrio y a esta plaza.
1882-2022.
6 de marzo de 1882: la chapa enlozada luce recién colocada en una esquina de la calle que, a partir de ese momento, tiene nombre oficial. Cuesta aún encontrar edificios donde instalarla en todas las esquinas, sobre todo a medida que se avanza en el recorrido hacia el sur. Ya vendrán, en pocos años más, otras densidades y prestigios. Boedo-prócer será reivindicado por Boedo-barrio con la impronta de su cultura popular. Ya Barletta, Castelnuovo, Zamora y tantos otros sentarán los mojones del Grupo Boedo. Ya Manzi escribirá su inmortal “Sur” llamando antigua –por la avenida– a Boedo en su primera versión transformada en “antiguo” por el barrio aún en ciernes, poco antes de su estreno (1948). Poco importan, desde aquellos difíciles comienzos, los lodazales originarios. Una señal de origen ha quedado grabada para siempre: construir el camino por donde se quiere transitar.
Para mayores referencias sobre el tema consultar el Nº 116 de Desde Boedo, artículo “Los 130 años de Boedo”, de marzo de 2012.
(1) Antonio Sáenz, Cayetano José Rodríguez, Eduardo Pérez Bulnes, Esteban Agustín Gazcón, Francisco Narciso de Laprida, Fray Justo Santa María de Oro, Gerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera, José Andrés Pacheco de Melo, José Antonio Cabrera, José Colombres, José Darregueira, José Ignacio de Gorriti, José Ignacio Thames, José Mariano Serrano, José Severo Malabia, Juan Agustín Maza, Juan José Paso, Manuel Antonio Acevedo, Mariano Boedo, Mariano Sánchez de Loria, Pedro Francisco de Uriarte, Pedro Ignacio de Castro Barros, Pedro Ignacio Rivera, Pedro León Gallo, Pedro Medrano, Pedro Miguel Aráoz, Teodoro Sánchez de Bustamante, Tomás Godoy Cruz y Tomás Manuel de Anchorena.
(2) Villafañe es Wenceslao Villafañe. Una calle en el barrio de la Boca rinde culto a su memoria.