Autocrítica
Como sostenía Mario Benedetti “El inconveniente de la autocrítica es que los demás pueden llegar a creerla”. Mario Bellocchio
Y, habría que acotar, que esa conclusión de tus congéneres te impulse a un análisis de tus errores que resulte paralizante y termines flagelándote en lugar de usar el error para no patear dos –o más– veces el mismo adoquín. Y los argentinos, y en particular los peronistas, tenemos eso de repetir la historia como un karma normalizado.
De ahí que aquello real de la afiliación obligatoria de altri tempi –el primer peronismo– al invento “contrera” de pegarle el escudo peronista al gorilaje con alquitrán al mejor estilo mazorca, hay una grieta que termina separándonos, irreconciliablemente.
Autocriticándose muchos llegaron a conclusiones culposas. Y la baja autoestima producto de nuestra última incursión en el poder, abona la especie como el mejor fertilizante.
Algunos se creyeron eso de que los comedores fueron negocio de punteros y lo desparramaron como sí la miserabilidad de algún turro que nunca falta, hubiera sido el factor común y condenable conducta. De ahí que la Petovello resultara libre de culpa y cargo porque –¡pobrecita!– lo que estaba tratando de hacer era poner en caja a “los comedores peronchos”, dirigidos (todos) por medradores que comercializaban la mercadería. O sea que la hijaputez de los tik-toks –y otros rincones de fake-news– que difundieron la especie, puso en marcha la autocrítica basada en un hecho real de los negociados con alimentos de los comedores populares, justo en el momento en que más gente, que antes se las arreglaba por las suyas, requería el acceso a la ayuda o se iba a dormir con la panza vacía. Vale decir que la conducta culposa del boludaje autocrítico que “compra la falsa información” contribuye a aumentar las culpas del mal gobierno de Alberto e incrementa consecuentemente la imagen positiva del primate a cargo del sillón.
Claro que es muy difícil informarse fehacientemente en los canales que uno podía confiar, no ciertas cuevas de las redes sociales donde el acceso fácil y la gratuidad sustentan al reino del embuste.
Parece ser que la multitudinaria difusión que se logra en las redes sociales es inalcanzable en radio, televisión y prensa gráfica. El celular tiene protagonismo, vigencia y facilidad de acceso y, en general, la juventud lo adopta como su medio de relacionarse con el mundo postergando, ante todo, a la prensa escrita, la radio y la tele abierta, en ese orden.
Y mientras la prensa escrita mayoritaria está en manos de los grandes monopolios cuyos titulares son personeros incondicionales del oficialismo, dejando un leve rinconcito a un par de opositores y los medios vecinales de variopinta adhesión, las radios y la tele hacen lo imposible por adherir al gobierno o, si se oponen a sus designios, adoptan formas de producción, a mi juicio, totalmente equivocadas a la hora de lograr adhesiones. Si no sabés como frenar a un adversario político y lo dejás explayarse como si estuviera haciendo campaña y no le ponés “los puntos sobre las íes”, mejor no lo llames.
De buenas a primeras, el PAMI dejó de entregar medicamentos gratuitos, según informaron las “altas cumbres borrascosas”, para “sanear el negociado medicamentoso”. Parece ser –según el gobierno– que más de un jubileti avispado recibía los medicamentos para la presión, la diabetes o el cáncer gratuitamente y los cambiaba por comida para no “descomerse” –gracias Miguel Ponte– de hambre. Aprendamos a ponerle un poco de humor –aunque resulte “negro”– a estas cosas dichas “seriamente” para tratar de evitar viejitos a los que le arrebatan el encendedor a tiempo, luego de haberse rociado con nafta.
Si el propósito es sanear, con justa razón nos preguntamos por qué el corte abrupto sobre medicamentos cuya interrupción implica serios riesgos, hasta de vida. “Siempre hay alguien que ayuda”, le contestó a Ari Lijalad una senadora del LLA cuando el conductor la interrogó sobre la complejidad, para los viejos sobre todo, de internarse en la selva informática.
“¿Y si no hay?” Le espetó el conductor. –silencio, fue la respuesta (el silencio de la muerte, quizá.) Una nueva forma perfeccionada de exterminio, mientras el marqués de Sade sonríe sardónicamente sentado en el sillón de Rivadavia.
“Total, se van a morir” (nuestra ex-canciller, la Mondino dixit). Es más: todos nos vamos a morir algún día, pero acelerar ese proceso quitando los medicamentos de la noche a la mañana, sin aviso previo, es criminal.
Acto seguido Ari fue a una tanda musical con un espantoso sonido entrecortado que el radiotelevisado programa –“Habrá consecuencias” de AM 1070, “El Destape”– no logra normalizar desde los comienzos de su emisión televisiva –y ya Milei lleva un año– y se traslada a mensajes de oyentes y reportajes telefónicos.
Si sos un finsemanero matutino de una AM contestataria con un interesantísimo discurso peronista de pura cepa, a la hora de recibir llamadas de oyentes tenés que instruir a la producción sobre la selección, que increíblemente elige señores y señoras de “la cuarta edad”, la mayoría de ellos con características patéticas de verbalización trastabillante, caracterizados por su trivialidad conceptual que invariablemente halaga al conductor Cesar Litvin ¡La gerontocracia al poder! ¿Mi edad? 85.
Claro, don conductor, que si su fin de semana coincide con un feriado puente, la emisora, para evitar pagar el feriado a los operadores lo va a sustituir por un programa tanguero, con las más selectas grabaciones, todas “contestatarias”, por supuesto.
Hay que reconocer el manejo “político” mafioso del presidente llenando de elefantes el bazar. El bombardeo diario no reconoce límites cuantitativos ni geográficos de manera que una trapisonda tapa la otra y mientras golpean jubilados con esmero, se negocia la transitabilidad del Paraná o se firma una renegociación que va a tener agarrados de las pelotas hasta tus nietos, en el supuesto de que vivas para tenerlos en medio de este terremoto. Y lo que era noticia hasta hace 30 segundos pasa al arcón de la historia tapada por otra trapisonda aún mayor que tiene otros 30 segundos de vigencia…, y así todo, desalentador.
No es cuestión de preguntarse “quién” podrá salvarnos, Perón y el Chapulín Colorado están muertos y el Poder Judicial se caga en la Justicia. Hoy Discépolo no diría “me pongo al lao del botón” porque el botón lo molería a palos como a un jubilado cualquiera. O sea: el poder real, los jueces, algún que otro legislador tratando de exportar dólares mal habidos apoyando la ley bases y la cana en contra.
No soy judío, no puedo seguir esperando al Mesías. Y ya me harté de proferir y escuchar relatos de esta realidad que sepulta las más humildes construcciones de futuro.
Quien quiera oir que oiga…