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Al final, tango somos todos

Por Tito Vaccaro. A no confundirse. No se trata de recuerdos acumulados en el arcón. No es nostalgia, es permanencia. No es  ancla que frena, es savia que fluye.

Un ente singular, un organismo que se modifica sin traicionar su esencia. Es crecimiento constante, paso atrás para tomar impulso, peldaño y cumbre, intento y conquista, raíz, fruto y flor.

Es la soga que llega desde una nave sensible.  Es el recurso para no ahogarse en el mar de consumo que imponen los amos de la música global.

Tango.

Surgió hace más de un siglo, se sabe. Que el historiador cuente. Que el sociólogo explique. Que el coleccionista acopie material.

Capas geológicas de variados colores. Primeros tiempos de ritmo alegre, simples estribillos, cuartetos que abren caminos, cantor que surge para relatar historias, florece la orquesta para enriquecer el alma. Años que pasan, altos y bajos, “lágrimas y sonrisas” como en el valsecito amigo. Bandoneones que se quejan, poetas sublimes, vocalistas que apasionan y la danza que va y viene con abrazos y destrezas.

Generaciones se suceden en la ciudad ansiosa e incierta, en el país de las ventanas que se abren y los sueños que se rompen. Todo queda registrado en letras y melodías. Profetas sombríos que anuncian el final, son desmentidos; duras polémicas entre seguidores de la misma divisa, son superadas. Se suma una versión electrónica, el mejor futbolista de la historia entona su “sueño del pibe”, los autores tangueros nutren al rock y desde el fondo escondido inspiran los reclamos del rap. Aliento sin pausa que lo abarca todo.

No hace tanto se afirmaba con orgullo que “el tango es macho, porque el tango es fuerte, tiene olor a vida, tiene gusto a muerte”.

Ahora, ni tan macho ni tan muerto.

¿Qué significa el centenar de milongas diseminadas por los barrios donde canas y zapatos charolados se mezclan con el jean de veinteañeros, mejores danzarines que sus padres o que algún abuelo calavera? ¿De dónde salen estas jóvenes muchachas que dibujan figuras con gracia exquisita? Chicos y chicas hábiles en los fuelles o esgrimiendo el arco del violín en pujantes formaciones orquestales.

Propuestas de cupos femeninos, experiencias de baile sólo entre mujeres. Cambia, todo cambia. Vive, todo vive.

A la par de dilucidar si el tango deriva de la habanera o del candombe, de recordar su origen prostibulario, de hablar de los arrabales del  ‘900 y subrayar que las primeras letras eran versos sencillos, puede ser provechoso, simplemente, percibir su esencia desde nuestro  íntimo sentimiento. Porque hablamos de una nube intangible, difícil de explicar, que existe desde mucho antes de la aparición del mismísimo Gardel, de un impulso que late hoy,  aún después de haber ocupado el escenario del Colón, y que seguirá andando hasta que las velas no ardan.

El tango resiste no sólo en Boedo o Villa Crespo, sino también en ciudades de provincias con entrañables festivales o en asombrosos espacios de países remotos.

Y es emocionante aventura en los pies de bailarines extranjeros que se destacan en nuestras competencias milongueras.

Conclusión.

Se le preguntó al hombre de los brazos en alto qué preferencias políticas tenían los ciudadanos de su país. Dijo algo así: treinta por ciento de radicales, treinta por ciento de conservadores y otro tanto de socialistas. El cronista indagó entonces sobre dónde estaban los partidarios del entrevistado. Este se limitó a explicar: ¡Ah, no, peronistas somos todos”.

Parafrasear a los elegidos es un recurso válido. Es un mecanismo del que, en este caso, pueden surgir respuestas a clásicos interrogantes:  ¿a quién representa nuestra música?, ¿ha muerto?, ¿seguirá viviendo en el futuro?, ¿sirve para algo?, ¿la forma de interpretación actual traiciona sus raíces?, ¿quiénes sostienen su vigencia? En definitiva: ¿Qué es el tango?

Dejemos, entonces, que sigan las discusiones. Que acariciando discos de pasta o escuchando por los auriculares del celular, la disputa continúe entre tradicionalistas y modernos, entre jóvenes y mayores, vanguardistas, innovadores,  ellos,  ellas, opinólogos, indiferentes, los unos y los otros, los solemnes y los vulgares, felices y desdichados, oídos absolutos y orejas desafinadas…

Que mientras den las tabas, siga el baile…

Porque al final, como hubiera dicho el quía, tango somos todos.

 

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